miércoles, 22 de mayo de 2019

Guerra al diésel

Guerra al diésel



El gobierno de Pedro Sánchez ha remitido, recientemente, a Bruselas el plan de estabilidad (2019-2022). Un plan que, en palabras de la ministra de Economía, contiene unos “datos muy positivos”, entre los cuales incluye una subida de los ingresos públicos, de casi dos puntos del PIB, y una subida de impuestos, en 2020, de 5.654 millones. Entre los impuestos que van a incrementarse para alcanzar esa subida, la Sra. Calviño no ha dudado en corroborar que entre ellos estarán los impuestos que gravan al gasóleo”.

A todo esto, la ministra para la Transición Ecológica, tampoco es que haya ayudado mucho, cuando –en unas declaraciones algo inoportunas- se ha referido a la hipotética desaparición de este carburante que afectaría al 56% de los 32 millones de vehículos del parque automovilístico español y obligaría a reemplazar cerca de 18 millones de ellos. Todavía resuena el eco de aquella frase tan desafortunada que pronunció la señora Teresa Rivera: “El diésel tiene los días contados”. Por supuesto, y todos nosotros (incluyéndola a ella) también, pero eso no nos empuja a ir pregonándolo a los cuatro vientos como si fuera el apocalipsis.
Si consideramos que más de la mitad del parque móvil que circula por las carreteras españolas utiliza el diésel como combustible, no es difícil entender la alta preocupación surgida en el seno del sector del automóvil, en España, donde, desde su patronal, han avisado que se están poniendo en riesgo más de 40.000 puestos de trabajo.
España es el segundo país de Europa y octavo del mundo en fabricación de coches. Nuestro país exporta alrededor de un 84% de los coches y comerciales que produce, siendo nuestros principales clientes Alemania, Francia y Reino Unido.
Recientemente, el Director del Salón del Automóvil de Barcelona, en la inauguración de la presente edición, manifestaba que el gobierno se tiene que aclarar y explicar a los usuarios cuál es su política a seguir. ‘Hay un gran confusionismo en estos momentos’, manifestaba, ‘y eso no está ayudando para nada al mantenimiento de este sector’. Anunciando que esta situación se podría traducir en una ralentización de la producción de vehículos, con la consiguiente repercusión en el mantenimiento de los puestos de trabajo.
En medio de este cruce de declaraciones, inoportunas y nada coordinadas, la titular de HaciendaMaría Jesús Montero, ha intentado rebajar la tensión asegurando que la subida impositiva al gasoil no afectará a pymes, autónomos y profesionales. Posteriormente también tuvo que añadir que la prohibición de los vehículos de tracción (y el diésel) para el año 2050, se había convertido en un objetivo, y no en una imposición, como así se había anunciado previamente. Aunque, otras fuentes próximas a la ministra de Transición Ecológica, de manera solapada, afirmaban que las declaraciones de la citada ministra no dejan lugar a dudas: ‘en el Gobierno de Sánchez tienen sentenciado al diésel’
Aunque ahora quieran disfrazar su dieselazo”, convirtiendo la prohibición en un “objetivo”, el mero hecho de haberlo pregonado ha sembrado el pánico entre los compradores y eso ha repercutido directamente en los fabricantes, quienes han visto disminuidas sus peticiones y, por ende, reducida la fabricación.
Sin ir más lejos, la fábrica Mercedes en Vitoria, ya ha comenzado a desacelerar su producción, dejando de producir 4.000 furgonetas al año y anunciando que podría afectar a unos 400 trabajadores. También es significativa la prevista reducción de plantilla (entre 400 y 500) de Nissan en su factoría de Barcelona.
El presidente de la Asociación de Vendedores de Vehículos a motor, Lorenzo Vidal, ha cuestionado, incluso, la efectividad de una eventual eliminación del diésel por considerar "un hecho" que los nuevos motores de gasoil Euro 6 “emiten la misma cantidad de partículas que una gasolina, pero menos dióxido de carbono (CO2) por consumir menos carburante”.
Por otra parte, de todos es conocido que la producción de coches eléctricos no puede suplir, en tan corto espacio de tiempo, el parque automovilístico en España, y menos en la UE. Este hecho incuestionable, pone en tela de juicio lo que ya muchos han calificado como una broma: poner una fecha concreta para la desaparición de los motores de combustión. Es de tal calado el disparate, que la credibilidad del gobierno se ha resentido, y ha mermado sobremanera, ante tamaña metedura de pata.
En Alemania, sin ir más lejos, primer país europeo en fabricación de automóviles, han afrontado esta situación de otra manera, sin duda más inteligente y menos alarmista. Siendo conscientes que, a largo plazo, el consumo de carburantes tendrá que tener un tratamiento restrictivo, han iniciado una serie de proyectos tendentes a facilitar el cambio paulatino del parque automovilístico, mediante programas de incentivación y subvención a los usuarios. Comenzando por los vehículos más antiguos, que son los más contaminantes. Pero dando seguridad al consumidor y facilitándoles la toma de decisiones, en un contexto en el que se favorece, al mismo tiempo, al sector de la fabricación. Lo que –al final- acaba por repercutir, positivamente, en la mano de obra generada por la industria de la automoción y todas aquellas otras, auxiliares, que tanta importancia generan para la economía de este país.
Soy consciente que hay que crear una conciencia social que nos ayude a reducir, considerablemente, los motores de combustión. Probablemente, hasta a prescindir de ellos. Pero eso no significa que, para su consecución, tengamos necesariamente que generar alarmismo. El problema que se ha planteado en el actual escenario, es la creación de una situación de incertidumbre que en nada favorece nuestra posición ante la borrasca económica que, al parecer, se nos avecina.
Lo que parece claro es que, en España, el actual gobierno le ha declarado la guerra al diésel, y de lo que, tampoco, me cabe la menor duda es que los más perjudicados, como siempre, vamos a ser la clase media. Que Dios nos pille confesados.
Jesús Norberto Galindo // Jesusn.galindo@hotmail.com

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