Democracia o partitocracia
Hace unos días vi una película, titulada “The report” (El informe), basada en unos hechos reales que ocurrieron en Estados Unidos. En este film, se narra la investigación exhaustiva, sobre el uso de la tortura contra unos presuntos terroristas, que se realizó por parte de la CIA tras los atentados del 11S.
Si he traído a colación este ejemplo es porque la
trama de esta historia está basada, principalmente, en dos conceptos
fundamentales: la independencia de los políticos en el ejercicio de esta
actividad y la división de poderes como seña de identidad de los
regímenes democráticos. Y en ambos casos incide, de lleno, en dos de los
principales problemas de los que adolece nuestra joven democracia, en España.
Para una mayor comprensión, les pondré en
antecedentes. Una senadora demócrata, estadounidense (Dianne Feinstein), presidenta del Comité de Inteligencia del Senado,
trata de esclarecer determinados hechos acaecidos como consecuencia de las
detenciones practicadas a continuación del atentado de las Torres Gemelas, en
Nueva York, en 2001. La Casa Blanca
trata de encubrir los hechos (que inculpan directamente a la CIA), torpedea la investigación y se
niega a hacer público el informe elaborado por los investigadores. Pero la senadora,
con la colaboración del agente del FBI
(Daniel Jones), no se doblega y
resiste todas las presiones políticas, a pesar de los múltiples chantajes y
amenazas que recibe por parte del poder establecido. Al final, el informe es
publicado y los americanos tuvieron constancia de lo que había ocurrido, sin
que -por ello- se hiciera peligrar la seguridad del país.
Si analizamos el fondo de la cuestión, nos daremos
cuenta de algo que contrasta visiblemente con la forma de actuar de la mayoría
de los políticos en España; quienes
no son capaces de sostener, mínimamente, el principio de independencia y son
meros marionetas en manos de los que les han nombrado. En nuestro país, un
político (sea diputado, senador, concejal o…) sabe que debe su puesto al
partido que le ha incluido en las listas (cerradas y bloqueadas), si bien
nuestro ordenamiento jurídico impone que el acta de nombramiento es “personal”;
tratando de darle, al titular de este cargo, la máxima libertad para que
desarrolle su actividad y sin interferencias externas. Algo que la mayoría de
la clase política no ejerce, doblegándose a las exigencias y a las directrices
que emanan de sus respectivos partidos.
En España hemos confundido democracia con partitocracia
y nuestros políticos son incapaces de soltarse el yugo que les han impuesto sus
partidos y han acabado abdicando de sus ideas y de sus responsabilidades con
sus electores, para pasar a ser miembros de un rebaño cuyo pastor no siempre
actúa con la diligencia y buena fe que a todo ser se le supone.
El otro concepto al que me he referido anteriormente
es el de la división de poderes. Los hechos referidos demuestran cómo, desde el
gobierno de EEUU, se intenta inmiscuir
en las competencias del poder legislativo (Senado), y cómo una senadora impide
esa manipulación, a pesar de los innumerables resortes políticos, técnicos y de
guerra sucia de los que un organismo como la CIA dispone.
En Estados
Unidos, una senadora y un agente del FBI,
se jugaron, materialmente, su futuro político y profesional con tal de alumbrar
una trama de torturas, amparada en el ‘Programa de Detención e Interrogación de
la CIA’, a través de unas “técnicas de interrogación mejoradas”,
anteponiendo su integridad y honradez a la disciplina de partido.
Aquí en España
eso es materialmente imposible, ya que el gobierno controla el poder
legislativo a través de la inmunidad de rebaño que supone pertenecer al grupo
parlamentario en el poder y si le faltan algunos votos tiramos de chequera, que
siempre hay algunos fáciles de contentar con un par de doblones…
Además,
como los gobiernos son insaciables, ahora el tándem Sánchez-Iglesias
quiere hacer un asalto al poder judicial por la puerta de atrás. No contentos
con tener el poder ejecutivo y el legislativo en su mano, acaban de presentar
una propuesta para dinamitar la independencia del poder judicial y hacerse con
el control del órgano de gobierno de los jueces.
Desconsuelo
es lo que me produce cuando analizo el comportamiento de nuestros gobernantes, y
envidia sana cuando los comparo con los de otros países con regímenes
democráticos más consolidados. Claro que estoy refiriéndome a una democracia, como es Estados Unidos, mientras que en España rige una partitocracia.
Jesús Norberto Galindo // Jesusn.galindo@hotmail.com
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