Los Alcázares: un sueño convertido en realidad
Recientemente
se han publicado los datos de población, facilitados por el Instituto
Nacional de Estadística, y, a través de los mismos, nos enteramos que
la Región de Murcia ha aumentado en
más de ocho mil habitantes, cuando en el total de España se ha sufrido una leve regresión.
De los
45 municipios que conforman la totalidad de la geografía murciana, han
aumentado población un total de 25. Y de estos, entre los cinco con mayor
crecimiento se encuentra el de Los
Alcázares.
El 13 de
octubre de 1983, fecha en la que Los
Alcázares consiguió tener su Ayuntamiento propio, su población alcanzaba,
tan sólo, los 2.600 habitantes. Mientras que los datos actualizados a 2018, a
los que me he referido al comienzo de este artículo, arrojan la cifra de casi
16.000 vecinos (independiente de la población flotante que se congrega en la
época estival).
Fuimos
un buen puñado de ilusos los que apostamos por conseguir que Los Alcázares dejara de ser un pueblo
dividido administrativamente. Y los que nos empeñamos, con más ilusión que otra
cosa, en fomentar un larvado anhelo que nuestros padres y abuelos nos legaron
desde que, en aquél lejano septiembre de 1936, se conformara el Ayuntamiento
Republicano de Los Alcázares, que tan solo duraría poco más de dos años.
Tuvieron
que transcurrir casi cincuenta años para que los hijos y nietos de aquellos
visionarios predecesores pudieran hacer realidad un sueño que ellos no pudieron
culminar, por mor de una guerra incivil que se llevó por delante a miles de
vidas humanas. Una desgraciada etapa en la historia de España, donde muchos
ciudadanos vieron truncadas sus esperanzas en la defensa de sus valores e
ideales, y por conseguir una sociedad más justa.
Antes
de que Los Alcázares consiguiera
constituirse como municipio independiente (en 1983), el peso específico que
tenía, a nivel de renta social, entre las poblaciones de la Región de Murcia,
era residual. Hoy, la renta per cápita
de este joven municipio, lo sitúa en noveno lugar entre los cuarenta y cinco
que componen nuestra Comunidad Autónoma.
Hace
escasos días, Enrique Nieto, columnista del diario La Opinión, publicaba un
artículo, titulado “Habitantes”, en
el que comentaba el trabajo referido sobre el padrón de habitantes; y,
refiriéndose a los pueblos con mayor incremento de población, decía
textualmente: “…entre los que más nuevos
habitantes suman, están San Javier y
Los Alcázares, y, si se conocen
estos lugares, es fácil saber por qué. Justamente en la zona que une a estas
dos localidades (la de Los Narejos) la afluencia de extranjeros es tremenda…
Hay bares y restaurantes de todas las nacionalidades posibles y un ambiente
propicio para que estos residentes y turistas lo pasen bien.”.
Efectivamente,
quien haya conocido la reciente historia de Los Alcázares y su evolución, generada desde el comienzo de su
andadura tras conseguir su propio Ayuntamiento, puede dar fe de ello. Los datos
de crecimiento económico y poblacional son incuestionables y, los que hemos
tenido el orgullo de vivir en este rincón costero, somos fieles testigos de
que, sin haber llegado a producir un desordenado crecimiento urbanístico, la
expansión urbana y la creación de nuevos servicios han sido un factor clave en
la configuración de una sociedad próspera, cuya población puede llegar a
multiplicarse por siete en la temporada estival, dada su alta dependencia del
turismo.
Todo
esto lo expongo en contraposición con algunas críticas que, en determinadas
ocasiones, se suelen hacer cuando se analizan los efectos negativos que el
sector terciario tiene sobre ciertas economías. El turismo, efectivamente, si
no se controla, puede llegar a ser pernicioso, y un elemento insostenible que
puede dañar no solo el medio natural sino también la propia calidad de vida de
los seres humanos.
Por
suerte, Los Alcázares, con tan solo
21 kilómetros cuadrados de extensión territorial, ha sabido controlar de forma
ordenada este tipo de impacto. Y, aunque su dependencia del sector turístico es
fundamental, no obstante, ha sabido diversificar la utilización de otros
recursos. Apostando firmemente por la creación de nuevas plazas hoteleras, y sin
sufrir las consecuencias de un urbanismo salvaje que, desgraciadamente, tanto
deterioro ha causado en otras zonas turísticas. Un modelo sostenible, por
tanto, que le ha permitido incrementar su población fija y permanente durante
todo el año, posibilitando una garantía de estabilidad socioeconómica que le
diferencia de otras poblaciones turísticas de nuestro entorno.
No
puedo olvidar el esfuerzo y el tesón que pusieron tantos y tantos vecinos,
residentes y simpatizantes cuando, en 1977, iniciaron un camino sin retorno que
nos llevaría a conseguir, seis años después, la creación de un municipio propio
para un núcleo de población que, en aquél entonces, no superaba los 2.600
habitantes. El secreto estuvo en la tenacidad, y en la firme convicción que
teníamos, sobre un proceso en el que se vio involucrado la práctica totalidad
de los vecinos.
Yo me
encontraba entre esos aventureros, y ahora, tras treinta y cinco años de
andadura de esta maravillosa aventura, puedo decir que lo que ayer fue una
quimera, hoy es una incuestionable realidad.
Me
gusta recordar que yo tuve algo que ver en este episodio de la historia de un pueblo,
que supo unir voluntades en un empeño común, sin ningún tipo de estridencias ni
actitudes excluyentes. Los alcazareños supimos transformar nuestras inquietudes
en legítimas reivindicaciones, dentro de la legalidad, del orden, y con un
cierto halo festivo. Optamos por configurar nuestra estructura socio económica
en un modelo basado en el turismo, pero, en mi subjetivo parecer, corregido y
mejorado.
Un modelo
turístico que, como Enrique Nieto escribía, ha conseguido un ambiente propicio, que permite encontrarnos, en cualquier
temporada del año, numerosos extranjeros paseando por las calles y plazas de Los Alcázares.
Un
pueblo, que nació a la orilla de un mar, de nombre Menor pero grande en belleza y hermosura. En suma, un pueblo que
ha sabido conjugar su apuesta por la modernidad y la calidad en los servicios, sin
renunciar al sabor añejo que le ha caracterizado como una sociedad acogedora.
Sirva
el presente artículo como homenaje a aquellos que apostaron, bregaron y
consiguieron que un sueño se convirtiera
en realidad. Al menos, algo hicimos bien…
Los Alcázares es un trocito de luz, bañada por el mar que siempre llevaré conmigo.
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