jueves, 12 de septiembre de 2019

A Alberto Garre le ha faltado tiempo

A Alberto Garre le ha faltado tiempo



Conozco a Alberto Garre desde hace mucho tiempo, si bien no nos hemos tratado con la suficiente asiduidad y profundidad. No en vano nacimos en el mismo municipio (Torre Pacheco). El en Balsicas y yo en Los Alcázares, cuando todavía mi pueblo era parte integrante del municipio pachequero; y aunque yo nací tres años antes, él siempre ha ido una cuarta por delante en todos aquellos saraos en los que hemos podido coincidir en nuestro devenir cotidiano.


Alberto Garre, desde bien temprana edad, ha tenido inoculado el gusanillo de la política. Su andadura como concejal del PP en Torre Pacheco la inicia en el año 1987. Ha sido Diputado en la Asamblea Regional, y Diputado en Cortes (entre 2004 y 2011). Etapa esta tras la que repite como Diputado Regional, y en abril de 2014 es nombrado Presidente de la Comunidad Autónoma de Murcia, en sustitución de Ramón Luis Valcárcel, quien dimite para presentarse a las elecciones europeas.

Ahora, y tras más de treinta años dando la cara en la cosa pública, anuncia que se retira de la política activa, tras haber fundado un partido, de corte regionalista (Somos Región), al que deja huérfano de liderazgo, pero preñado de buenas ideas e intenciones, y al que, según sus declaraciones, “le ha faltado tiempo”.

En esta última etapa, he tenido la suerte de coincidir con él en el programa radiofónico “La Pinza”, al que ha sido invitado en diversas ocasiones. Su participación analizando los distintos temas, en los que ha desarrollado sus intervenciones, me ha permitido corroborar su lucidez y coherencia, no exenta de la indudable concepción filosófica que cada uno de nosotros imprimimos según nuestra particular ideología. Es algo que siempre he demandado, en mis escritos, a quienes nos gobiernan: sinceridad, respeto, honradez y coherencia, con independencia de que estemos, o no, de acuerdo con el contenido de los postulados.

Los bandazos y cambio de postureo, según sople el viento, es algo demasiado habitual a lo que nos tienen acostumbrados la mayoría de nuestros gobernantes. Y en este caso, Alberto Garre, junto a su amigo y compañero Arsenio Pacheco (Abanilla) han sido los únicos políticos murcianos que rompieron la disciplina de su partido, al posicionarse en favor del Trasvase Tajo-Segura, mientras el resto de Diputados populares aprobaban, sumisa y ordenadamente (2008), la reforma del Estatuto de Autonomía de Castilla-La Mancha, que vulneraba los intereses de la Región de Murcia, en materia de agua, al pretender acabar con el citado Trasvase. Un signo inequívoco de esa coherencia a la que antes me refería.

En los quince meses que duraron su experiencia como Presidente de la Comunidad de Murcia demostró, de nuevo, esa coherencia al abdicar de todas aquellas ataduras, maquilladas de consejos, que su predecesor en el cargo le legó en una mochila con la que intentó dejar atado y bien atado su paso por la presidencia del gobierno regional. Hizo su propia política y trató de desarrollar algunas ideas (pocas, por el escaso tiempo transcurrido) que le dejaron implementar, a pesar del esforzado control que ejerció la guardia pretoriana impuesta por el Prefecto emérito, que por aquél entonces sentaba sus reales en Bruselas.

Debieron ser momentos duros a los que Alberto Garre se tuvo que enfrentar, ya que era de fuego amigo de donde procedían los ataques que acabaron por desterrar toda posibilidad de permanencia en la política activa, en el que había sido su partido y su referencia ideológica durante más de treinta años. Los que habían sido sus compañeros de viaje, le hicieron el vacío y se arrimaron al sol que más calentaba en ese momento. Los mismos que, por la mañana, le hacían genuflexiones, por la tarde le negaban, como Pedro hizo con Jesucristo.

Finalmente lograron imponerse, utilizando los mecanismos propios que la partitocracia de nuestro país permite, sin el más mínimo pudor. Utilizando cualquier fórmula, por antidemocrática que sea, que permita ejercer la dictadura interna en los partidos. Desde entonces, prietas las filas en el PP murciano, no hubo hueco alguno ni puertas giratorias que pudieran albergar la recuperación del expresidente para la política activa, en el club de la gaviota. Acicate, más que suficiente, que Garre aprovechó para lo que sería su última singladura política: la creación de una formación política de ámbito regional.

A mi corto entender, fue un riesgo que no supo calcular en su verdadera dimensión. Los murcianos no tenemos sentimientos regionalistas que nos puedan influir de manera decisiva en nuestras convicciones políticas. Somos, más bien, un pueblo muy apegado a las tradiciones y conservador en nuestros planteamientos sociales. Huimos de todo aquello que suponga un viaje a lo desconocido, y los partidos con un cierto arraigo lo saben y tratan de combatirlo con toda la potestad que nuestro sistema les ha otorgado.

Sin embargo, reconozco que, en su día, celebré el nacimiento de ‘Somos Región’, aunque también es cierto que tuve mis dudas en cuanto a la viabilidad del proyecto, por las razones ya aludidas en este artículo. En todo caso, la decisión de Alberto de fundar este partido fue de una valentía, pero también de un riesgo, que hay que agradecerle y que no todos estamos dispuestos a correr.

El proyecto no ha decaído, por supuesto. Solamente se ha producido la dimisión de su presidente; pero no nos vamos a engañar y todos sabemos que, con esta dimisión, la formación política ha sufrido un serio revés y será dura su recuperación, si es que lo logra.

Siento que hemos perdido un valor político y humano de los que la Región de Murcia no es que esté muy sobrada. Considero, así mismo, que su efímero paso por el gobierno regional se quedó corto y que, de haber permanecido durante un periodo más dilatado, habría tratado de poner en práctica algunas de sus ideas y proyectos que, en privado, le he escuchado en algunas ocasiones. Y, ante todo, hemos perdido la oportunidad de poder comprobar cómo hay otra forma de hacer política.

Le ha faltado tiempo, decía en su última entrevista Alberto Garre. A otros, por desgracia, les sobra tiempo. Mucho tiempo. Pero esto ya es harina de otro costal.

Querido Alberto, como decía Pío Cabanillas, cuando uno deja la vida pública lo nota porque deja de sonar el teléfono. Creo que has hecho lo que has podido… y lo que te han dejado; Ahora que ya no te sonará tanto el teléfono, tan solo me resta desearte que disfrutes, y darte la Bienvenida al Club.
Jesús Norberto Galindo // Jesusn.galindo@hotmail.com


No hay comentarios:

Publicar un comentario