La vida no sigue igual
Es día uno de julio, cuando me dispongo a escribir este, mi
último, artículo de la actual temporada, antes de entrar en el letargo que
supone aguantar los cuarenta grados a la sombra que, se presupone, van a campar
por ‘aquestas’ orillas de nuestro Mar Menor; aunque –reconozco- tenemos
la ventaja de disfrutar de las suaves brisas que –de vez en cuando- nos alivian.
Eso sí, mientras que a nuestros dirigentes no les dé por intervenirlas (ahora
dicen regularlas), que es lo que les suele pasar a los que se les
ocurre meterse en política y llegan a un cargo oficial.
Llegado este punto, si con un enunciado tuviera que
resumir los azarosos meses que hemos pasado, desde la última canícula de 2019,
parafrasearía a Julio Iglesias, con
una frase como: “La vida NO sigue igual”. Un pensamiento que,
según mi criterio, define lo que está ocurriendo en nuestra sociedad y lo que va
a suceder en muchas de nuestras actitudes y comportamientos que, aunque no nos
demos cuenta, van a ir cambiando exponencialmente en relación con nuestros
hábitos vivenciales, conductas y procedimientos.
Todos coincidimos que no va a ser igual la tan
esperada temporada veraniega que a tantas familias produce el beneficio de la
subsistencia, al depender, casi exclusivamente, de los ingresos que les
produzca un pequeño comercio, un chiringuito o cualquier otra actividad
comercial y/o profesional que dependa de los tan denostados flujos turísticos.
Como tampoco es igual el
comportamiento de los ciudadanos, en general, a la hora de programar sus
vacaciones y las múltiples contradicciones con las que nos encontramos a la
hora de decidir un destino “seguro”. Y si a esto (en nuestro caso) le añadimos
el agravante de encontrarnos a orillas del Mar
Menor, pues ¡apaga y vámonos! Yo no digo que haya que salir en procesión
alabando las excelencias de nuestras aguas, pero tampoco es muy constructivo
estar constantemente denigrando y llenando de inmundicia retórica un espacio
natural que tenemos que preservar; sobre todo si le estamos diciendo al enfermo
‘que se va a morir’.
Y, ¿qué decir de la situación económica? Las
perspectivas con las que el actual gobierno de coalición inició la andadura
para la negociación de sus primeros presupuestos han quedado arrinconadas y ya nada
será igual. Todos los proyectos y presupuestos en los que se apoyaba el
pacto de investidura entre el PSOE y
Podemos han quedado dinamitados, y
ahora el gobierno precisa encontrar apoyos, en el ala más moderada de la
oposición, para que apuntale unos presupuestos que –como diría aquél- no los va
a reconocer ni la madre que los parió.
Y, a todo esto, cuando el viento sopla entra
por todas las ventanas, y el PP, que
tampoco es ajeno a esta nueva “normalidad”, se ha dado cuenta que con la
política de crispación y de acoso a Pedro
Sánchez no va a conseguir nada, y que la coalición está fuerte (aunque Iglesias no lo esté tanto). Sánchez se encuentra cómodo con el
gobierno que tiene y, sobre todo, está sacándole punta a un endiablado sudoku, utilizando la ya manida
aritmética variable, sobre la que pivota la mayoría de los acuerdos que está
llevando a cabo en el hemiciclo y donde es un verdadero estratega en el arte de
darle a cada uno lo que le gusta, aunque luego no cumpla, (ej. pacto con Bildu).
Otra variable sobre la “moderación” en el PP, quizá la podríamos achacar a la deriva
centrista de Ciudadanos. Una postura
que ha sido profundamente analizada en la sede de Génova. Pero, sobre todo, la
postura de la gran patronal, con Garamendi
a la cabeza, quien ha dejado claramente de manifiesto que los empresarios no se
“casan” con nadie y que son capaces de hacer propuestas a un gobierno con el
que no comparten programa, pero al que respetan, y obligan a reflexionar y a
cambiar de rumbo.
Para el PP,
por tanto, no va a ser igual, ni para Pablo
Casado en particular, sobre todo si se da un batacazo en las elecciones en
el País Vasco y, como parece, Nuñez Feijóo gana holgadamente en las
gallegas. Quizá por eso es por lo que Ana Pastor anda en conversaciones con Pachi López tratando de llegar a algún
acuerdo, dentro de la Comisión para la
Reconstrucción, que le permita blanquear un poco la negrura con la que este
partido está afrontando la post-pandemia, a pesar de que el gobierno (con su
desgobierno) se lo está poniendo a huevo.
Tampoco les va a ir igual a los podemitas, quienes han pasado de
liderar la actividad gubernamental, imponiendo sus programas y estrategias, a verse
en la necesidad de justificar la no implementación de su programa electoral y
quedar bajo las órdenes del todopoderoso Sánchez.
Quien ya ha advertido a Iglesias que,
si levanta la cabeza, le corta la coleta con las tijeras que este usó para
deshacerse de la tarjeta telefónica de su colaboradora, por cierto, que le trae
de cabeza.
Como tampoco
es lo mismo lo que ocurra, a partir de ahora, con Ciudadanos. Una formación política, con la que he discrepado y a la
que he criticado, pero, por la que siento cierta simpatía y a la que le deseo
encuentre su camino, o como ahora se dice: ‘su
identidad’. Siempre he defendido que en España hacía falta un partido “bisagra”. Y esta formación nació con
ese sello programático que ahora tiene que recuperar y dotarlo con una
identidad propia, sin tener que recurrir a emular los programas de otros, porque
para eso ya tenemos los originales, y –en algunos casos- no nos valen.
Por todo esto es por lo que pienso que, a
partir de ahora…, la vida no va a ser
igual. De todas formas, pásenlo bien, si pueden…
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