Ciudadanos y la aritmética parlamentaria
Antes de que la campaña pre electoral se nos empache más, obligándome
a apagar el televisor y a dejar de leer las crónicas políticas, les voy a dar
mi modesta opinión sobre este embrollo en el que nos han embarcado, y en el que
ni los mismísimos líderes y lideresas de los partidos en liza saben por dónde
andan.
En esta comedia de enredo, recién estrenada, Ciudadanos le pone un cinturón sanitario
al PSOE. Podemos, con el expediente de ruina encima de la mesa, se hecha en
brazos de quien sea, con tal de tocar moqueta en La Moncloa. El PP quiere
convencer a sus huestes, para que no se le vayan por el portillo de la derecha.
VOX, a verlas venir, sin cansarse
mucho, ya que le están haciendo la campaña entre todos. Y el PSOE, con un cacao mental ciclotímico
que le impide dilucidar si se va a la cama con Podemos, con Ciudadanos,
con los independentistas, o con
todos a la vez.
Las últimas escaramuzas (por boca del oráculo Ábalos) se manifiestan en la invitación
hecha por el PSOE a Ciudadanos, para formar una coalición,
tras las elecciones generales. Un dardo que a Albert Rivera le tiene que haber hecho pupa, ya que, este, no tardó
ni media hora en salir a la palestra y ofrecerse a pactar con el PP. Lo que propició que el Sr. Casado lo acogiese, de inmediato,
con los brazos abiertos y le ofreciese ser Ministro de Exteriores. Claro que
todo esto hay que contextualizarlo en el momento en el que estamos, y ya se
sabe que una cosa es lo que se dice antes de las elecciones y otra muy distinta
lo que se hace después. Y si no, tiren de hemeroteca y vean.
Mi escasa preparación de analista, pero dilatada experiencia
en el ruedo, me dice que nada de lo que se diga ahora se va a hacer realidad en
el futuro. Y que, en su momento, cada una de las formaciones políticas echará
cuentas y hará de su capa un sayo, atendiendo a sus intereses y necesidades, y
sin mochila alguna que le impida conseguir sus objetivos de poder. El bien de España, la defensa de los valores
fundamentales, las políticas sociales, la igualdad, y la redistribución de la
riqueza, quedarán para mejores tiempos. La política, decía Aristóteles, es el arte de lo posible.
Aunque un español, posteriormente, la definió como el arte de lo imposible.
Y es que, en campaña, los políticos dicen muchas cosas que, ellos lo saben, les
son imposibles de cumplir.
Un partido que dice ser de centro, moderado y liberal, en su
locución electoral, no debería utilizar ningún tipo de vetos ni menciones a
cordones sanitarios, por más que ya se sabe, este tipo de subterfugios, se
utilizan para captar aquellos posibles votantes más escorados a sus
extremidades. Si, como sucede en otras latitudes, este tipo de partidos tiene
su fundamento en poder ser bisagra de futuras coaliciones postelectorales, no
parece adecuado –a priori- anteponer determinados tablachos que, cuando llegue
el momento, va a tener que derribar, como ya ha ocurrido anteriormente en otras
ocasiones. Acuérdense del ultimátum que Rivera
dio a Rajoy antes de su última
investidura, cuando dijo aquello de: “…Rajoy
no será presidente con los votos de Ciudadanos”. Y unos meses después
pactaba con el PP y pedía la
abstención al PSOE, para que el
gallego fuera investido.
En mi
opinión, este tipo de bandazos crea una cierta incertidumbre en el electorado,
y no beneficia en nada a las legítimas aspiraciones que las formaciones
políticas tienen de acceder a gobernar, aunque sea en coalición. También es
legítimo que aspiren a ser la llave de esa gobernabilidad. Lo que equivale a
ser el factótum que les permitiría una interesante parcela de poder que, por
otra parte, sería muy difícil que consiguieran ellos solitos.
Una
cuestión que, al parecer, se está produciendo es que, Ciudadanos, tras estas fluctuaciones de comportamiento, está
dejando huérfano el centro sociológico. Un espacio que es el que,
prácticamente, decide el resultado de unas elecciones ante un electorado tan
fragmentado como el que existe en estos momentos en nuestro país. Unos votos
que van a ser de capital importancia en la, más que segura, geometría
variable que habrá que aplicar tras los comicios del 28 de abril. Pero
lo peor para los de color naranja es que, con esta actitud, están fortaleciendo
el bipartidismo, al facilitar la fuga de votos, que se deslizarían desde sus
extremos, y que se enrolarían en el PP
(o VOX) y en el PSOE.
Yo
siempre he defendido que en cualquier país democrático debería haber un partido
de centro. La Social Democracia ha
hecho ese papel durante mucho tiempo en algunos países centroeuropeos. Y ahora,
más que nunca, España precisa una
fuerza política que modere y contrapese los extremos del bipartidismo. Ese
partido podría ser Ciudadanos, pero
para que eso ocurra debe hacer una política clara, centrada, sin concesiones
(por más que las estrategias electorales se lo demanden) y sin vetos ni
cordones apriorísticos, por más que el cuerpo les pida destapar las mentiras
que contienen la política errática y oportunista de Sánchez.
Ciudadanos debería hacer un ejercicio de futurología y
pensar qué es lo que harían si, tras las elecciones generales, la aritmética
parlamentaria les permitiera sumar sus votos a los del PSOE y evitar que gobernasen los independentistas. ¿Se negaría Albert Rivera a facilitar la creación
de un gobierno que dejara en fuera de juego a partidos como el PdCat, ERC, o Bildu, cuyo fin
es la desestabilización de nuestro sistema democrático? ¿Haría de tripas corazón y (como ya hizo con
el PP) se olvidaría de sus amenazas
anticipadas y posibilitaría un gobierno constitucionalista, aunque fuera con el
PSOE? ¿o preferiría que continuara
mandando un gobierno Frankenstein y
les permitiría, a los que quieren romper España,
que finalizasen su faena?
Sánchez, en ocasiones, parece un caballo desbocado.
Pero bien embridado podría ayudar a tirar del carro y a no salirse de la senda
constitucional. No hay más que ver con que mansedumbre y cordialidad, y cómo se
comporta con sus socios que le apoyaron en la moción de censura.
Difícil
decisión, esta, pero que nos lleva a reflexionar y a replantearnos que, en
política, no se deben anticipar determinados postulados. Sobre todo, cuando el
resultado de estos puede ser de capital importancia para el futuro de nuestro
país.
En
estos momentos hay que tener una visión de Estado.
Pero, como decía en mi anterior artículo, ¿queda algún estadista por ahí?
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