Incertidumbre económica
De economía va el rollo de esta semana, pues, aunque el Brexit
se ha convertido ya en un tema cansino, lo cierto y verdad es que la
incertidumbre que estamos viviendo, por mor y gracia de los británicos, que
están acostumbrados a ganar en todos los líos en los que se meten, se está
cobrando los primeros dividendos en forma de deslocalización empresarial y
financiera (principalmente en Gran
Bretaña), y en la retracción momentánea de la economía, en Europa.
Y mientras, en España
nos quedamos viendo la luna de Valencia. Relamiéndonos de satisfacción por el
buen clima que tenemos, lo bien que se come, y por ser los líderes mundiales en
la práctica de la “siesta”. Aunque no nos queramos enterar que la economía se
está “desacelerando”, como en aquella
otra ocasión en la que también afirmábamos que jugábamos en la Champions
League de la economía mundial.
El factor principal por el que España se ha quedado, prácticamente, fuera del reparto del pastel,
no nos cansemos, es la inseguridad jurídica. De todos es sabido que cualquier
empresa o fondo de inversión, a la hora de elegir un destino, analiza de forma
exhaustiva las condiciones socio económicas, pero sobre todo las circunstancias
jurídicas y los factores de seguridad que le puedan condicionar a la hora de sentar
sus reales en cualquier terruño.
Y España no es que
sea un modelo a seguir, precisamente, en lo que se refiere a dar una sólida
sensación de seguridad jurídica. Muchos son los ejemplos que se podrían poner.
Uno de ellos, sin duda, es la tan cacareada “contrarreforma" laboral que
el gobierno quiere imponer, y de la que no paran de hablar nuestros políticos
situados más a la izquierda. Cuando en el resto de Europa se han desgañitado
pidiéndonos que no lo hagamos y que, en todo caso, la citada reforma (que se
quedó corta) hay que revisarla, pero para fortalecerla, no para derogarla.
Otro factor de inseguridad lo produce, aunque no me quede más
remedio que referirme a él, el maldito procés, y sus consecuencias
imprevisibles, de cara a un futuro, tras las elecciones generales.
El caso vivido con la fallida ubicación en Barcelona de la
sede de la Agencia Europea del
Medicamento, es una buena prueba de lo que supone para España, y en particular para Cataluña,
el conflicto generado en esta parte de nuestro territorio; además de las
consecuencias que esta situación está generando (y lo va a seguir haciendo) en
lo que se refiere a la deslocalización de grandes empresas e inversiones
extranjeras. Y para muestra un botón: desde el 1 de octubre de 2017 Cataluña ha perdido
3.819 empresas, 22.263 millones de euros en depósitos y casi un tercio de la
inversión extranjera en la región.
Entre tanto, y para
afrontar estos problemas, el gobierno de la Generalitat está jugando a los lazos de colores y a ver quién la
tiene más larga (la lengua), a la hora de burlarse de todo lo que represente al
Estado español, o a aquellos que no
comulguen con las ruedas de molino que el independentismo quiere imponer por la
fuerza, a pesar de que no son mayoría en Cataluña.
Pero no solo Cataluña
sufre las consecuencias de este periodo de incertidumbre. En el resto del
territorio español existe un claro síntoma de zozobra y de inseguridad motivado
por los vaivenes políticos a los que nos enfrentaremos tras las elecciones
generales. Unos comicios que pueden cambiar sustancialmente las reglas del
juego, en muchos campos de la economía y de la industria, y que –en muchos
casos- podría afectar a las inversiones, que buscan cobijo en lugares
tranquilos y sin riesgos añadidos. Ya lo dijo Ignacio de Loyola: “en
tiempos de tribulación no hagas mudanzas”.
Otra sorpresa que nos aguarda la podría protagonizar el mapa
que nos podemos encontrar tras las elecciones autonómicas de mayo, y los más
que previsibles cambios que se pudieran originar, y que –seguro- darán lugar a
unas nuevas composiciones de los parlamentos autonómicos. Órganos legislativos,
estos, que, en su afán por reflejar sus ansias autonómicas, no cesan de
legislar, machacando la ya debilitada unidad de mercado en la que se encuentra España. Eso sí, en su legítimo derecho
del ejercicio de sus competencias, aunque algunas de ellas nunca debieron haberles
sido transferidas.
James
Roberts, investigador de
la Fundación Heritage,
decía que “…
las comunidades autónomas están fraccionando la unidad de mercado”.
Añadiendo que “La sobrerregulación está
asfixiando a las empresas en España”. Un dato que tendríamos que tener en
cuenta y que nos debería hacer reflexionar, si algún día se nos ocurre revisar
nuestro Estado de las Autonomías. Un modelo que ha resultado muy
beneficioso, pero que también ha supuesto algunos hándicaps. Y uno de ellos
está afectando a la competitividad de nuestro país.
España no se puede permitir el lujo de
verse troceada en diecisiete mercados diferentes. Donde 17 normas distintas,
medioambientales, urbanísticas, o sanitarias frenan el desarrollo y expansión
empresarial. Y donde las distintas regulaciones autonómicas
de los colegios profesionales impiden el libre ejercicio de sus afiliados, regulados
en el ejercicio de su profesión, por cánones que afectan a una pequeña parte de
nuestro territorio.
A todo esto, el gobierno dice tener todos los planes de
contingencia preparados para afrontar cualquier eventualidad. Y si nos
remitimos al resto de los partidos, no hay más que tener gana de empaparse con
el contenido de sus correspondientes mítines semanales, para darnos cuenta que
lo tienen todo previsto también. ¡Menos mal!, porque yo ya me estaba
preocupando. Como los veo tan atareados, enfrascados en sus discursos cansinos
y reiterativos, es que no sé cómo tienen tiempo para dedicarse a gobernar, que
es a lo que se tienen que dedicar, que para eso les pagamos.
Lo dicho, la inseguridad jurídica genera incertidumbre económica. Lo
que viene a significar (utilizando el léxico taurino) que nos atemos los machos que vienen curvas. Y
que, en Román Paladino, se traduce
por: prepárate para
lo que se avecina.
Pos eso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario