Incertidumbre electoral
Las elecciones generales del próximo día 28 se presentan como las más
inciertas desde que disfrutamos de esta joven democracia. Si bien todas las
encuestas dan como caballo ganador a Pedro
Sánchez, la verdad es que –en sus círculos más allegados- no las tienen
todas consigo y les ronda el fantasma con el espectro de las pasadas elecciones
andaluzas.
Por eso es por lo que, si bien la
mayoría de encuestas adjudican la victoria al candidato del PSOE, lo cierto es que difieren mucho en
los porcentajes y, sobre todo, en cuanto a la horquilla de escaños que
conseguirían, dado lo peculiar de nuestro sistema electoral y la famosa Ley D’ondt. Previsiones las hay para
todos los gustos, pero de lo que a nadie le cabe la menor duda es que, sea cual
fuere el resultado, nos veremos abocados a sufrir las inclemencias de los
pactos post electorales. Este, y no otro, es el principal escollo que está
motivando el alto porcentaje de indecisos que, a estas alturas de la película,
todavía no han decidido que hacer.
Los ciudadanos que no estamos
íntimamente comprometidos políticamente, y que somos la inmensa mayoría, queremos
saber para qué va a valer nuestro voto, y a quien va a beneficiar, finalmente,
si el partido al que votemos no alcanza el objetivo deseado. En definitiva, lo
que pretendemos es conocer el destino final de unos sufragios que han sido
depositados en favor de unas siglas políticas, pero que, al final pueden servir
para conformar determinadas alianzas con aquellas con las que no estemos de
acuerdo.
Aquí está el verdadero meollo de esta
cuestión. Y para resolverlo, lo único que se puede pedir es que las distintas
formaciones políticas nos digan por adelantado cuáles son sus planes y
objetivos, y sean transparentes en sus mensajes y en sus promesas. Pero, claro,
esto es como pedirles a las vacas que den vino en lugar de leche.
De ahí, la incertidumbre a la que aludía
al principio. En España existen dos
bloques ideológicos perfectamente definidos y denominados como derecha e izquierda, si bien hay un amplio espectro central (centro-izquierda y centro-derecha), en constante fluctuación, y que es quien inclina
hacia uno u otro lado los resultados electorales. Estos dos bloques, hasta la
aparición de los denominados partidos emergentes, han estado polarizados por
los dos grandes partidos, PP y PSOE, símbolos del bipartidismo en España, y que, en escasas ocasiones,
habían necesitado de otros apoyos para poder ejercer el poder omnímodo que
hasta ahora habían ejercido.
Una hegemonía que quedó truncada con la
aparición de los nuevos partidos, y en cuya génesis ha habido mucho de
estrategia política. Podemos surgió,
como todos sabemos, del movimiento 15 M,
aunque, es de todos conocido, el empeño y colaboración que se puso desde la Calle
Génova para que el proyecto cuajase. Se estaba creando un tercer
partido en el bloque de la izquierda, que –pretendidamente-lo iba a fragmentar,
y dificultaría la consecución de mayorías con capacidad para gobernar. Lo que
no pudieron prever es la fuerza con la que, el partido morado, irrumpió en el
escenario político, llegando a fagocitar a IU,
y anulando, por tanto, la estrategia esgrimida, que –al final- no les sirvió de nada.
Por otra parte, está el alumbramiento de
VOX. Un partido que, casualmente
nació casi al mismo tiempo que Podemos,
si bien –en un principio- no gozó de apoyo mediático alguno y ha estado
relegado al ostracismo, hasta que –cual ave fénix- ha resurgido casi de sus
cenizas. Ahí lo tenemos, plantando cara al PP
y a Ciudadanos, pescando
tranquilamente en el caladero de votos de Casado
y Rivera, y viendo como los demás le
hacen la campaña gratuitamente, lo que va a propiciar que la derecha acuda a
estos comicios más dividida que nunca.
Como se puede comprobar, al PSOE le ha venido como anillo al dedo
que la formación de Abascal
irrumpiera en estas elecciones. Y, como le pasó en su día al PP con Podemos, no se descarta que Sánchez
le esté suministrando oxigeno (por bajo cuerda) a VOX, cuando los ha tildado de extrema derecha; y sino comprueben Vds.
mismos cómo ha bajado el tono y los calificativos con los que, anteriormente,
los socialistas adornaban a esta formación.
Ante el hecho real que supone la
fragmentación partidista y sus consecuencias en la estrategia de pactos, los
ciudadanos que no nos dedicamos a esto de la política, nos encontramos con
varias disyuntivas sobre las que tendremos que decidir.
Por un lado, tenemos que tener en cuenta
que, si votamos a PP o a Ciudadanos, estos podrían necesitar de VOX (por aquello de la geometría
variable que inventó ZP) y nos
podríamos encontrar en la tesitura de que nuestro voto sirva para que gobierne
un partido de extrema derecha Lo que no me hace ninguna gracia.
Pero, por otro lado, si votamos al PSOE, este podría tener la tentación
(como ya lo ha hecho anteriormente) de pactar con aquellos que quieren desmembrar
este país, como es el caso de los independentistas y de los batasunos de Bildu. Algo que tampoco me hace gracia
alguna.
Recordemos que los secesionistas
catalanes no solo manifiestan oralmente su intención separatista, es que ya lo
han hecho; y lo volverán a hacer cuando encuentren una ocasión más propicia. Y,
si bien, Pedro Sánchez, en campaña,
ha querido marcar diferencias con el soberanismo, todos sabemos que este
individuo miente más que habla, y lo que se diga en campaña se lo lleva el
viento al día siguiente del escrutinio. Por desgracia, la hemeroteca está llena
de ejemplos que nos pueden ilustrar sobre el valor de su palabra.
Por último, y en cuanto a las
alternativas que tenemos, podríamos optar por quedarnos en casa haciendo una
barbacoa o marcharnos a la playa a comernos un Caldero. Pero pienso que si
optamos por esta tercera vía estaremos abdicando de nuestros deberes ciudadanos
y pasándole la pelota a otros para que decidan por nosotros.
Difícil dilema el que se nos presenta. Descartada
la tercera opción, por responsabilidad ciudadana, nos quedan las dos primeras.
Y por lo que barrunto, tendremos que elegir, de entre las dos, la menos mala. Lo
que digo, una verdadera incertidumbre
electoral. Que Dios nos pille confesados.
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