Negligencia
Es una palabra cuya definición, por parte de la RAE, es la siguiente: descuido,
falta
de cuidado, o falta de aplicación. Conducta que implica un riesgo (para uno
mismo o para terceros) producido por la omisión del cálculo de las
consecuencias previsibles de la propia acción. Y de negligente es como yo calificaría la gestión que el gobierno de España ha hecho en relación con la
gestión de la pandemia del Coronavirus.
A diferencia de la algarabía política que hay montada
entorno a la gestión del ejecutivo, yo no considero que haya habido dolo alguno
a la hora de aplicar las distintas normas y procedimientos a los que hemos
estado sometidos. Eso sí, han sido demasiadas las imprevisiones y contradicciones
que se han producido y que nos han llevado a que la población, en general, nos
hagamos un verdadero lío, sin saber cómo interpretar las normativas, algunas de
ellas contradictorias, con las que nos desayunábamos casi todos los días. Y
aunque nuestros Gurús nos recordaran
que el desconocimiento de las leyes no es excusa para su incumplimiento, me
gustaría que ellos mismos me dijeran si son capaces de conocer lo legislado a
través de las miles de páginas del BOE
con las que nos han empapelado durante el confinamiento.
Las numerosas reuniones y documentación provenientes
del Ministerio de Sanidad y del Centro de Coordinación de Emergencias,
recientemente revelados, confirman lo que ya era un secreto a voces. El
ministro Salvador Illa y Fernando Simón ocultaron datos e
informaciones de las que disponían, en las que se alertaba del grave riesgo que
suponían las concentraciones humanas y su incidencia sobre la pandemia. Lo
hicieron “porque eran confidenciales”,
y –al parecer- por ‘no alarmar a la población’,
según manifestó en su día el Presidente de Castilla
La Mancha, Sr. García-Page,
quien (visiblemente molesto) aludió a las consignas recibidas del gobierno de
la nación, cuando otras Comunidades
Autónomas ya estaban tomando medidas coercitivas.
La política del avestruz de aquél entonces se ha
demostrado que fue una grave negligencia
que propició una tardanza innecesaria en la toma de decisiones, por graves e
impopulares que estas tuvieran que ser, como ha quedado demostrado con el ya
manido vodevil del 8-M. Como de negligente se puede calificar, también,
la primera decisión que el gobierno tomó, al asumir las competencias en
relación con la adquisición de material sanitario por parte del Ministerio, cuando este no tenía la
infraestructura necesaria para asumir estas competencias.
En estos momentos en los que existen numerosas
demandas interpuestas en los juzgados, denunciando la nefasta gestión de las
distintas administraciones, desconozco cuál va a ser el recorrido de estos
procedimientos abiertos, que han sido presentados por colectivos y particulares;
si bien, en mi opinión, la vía penal es poco probable que prospere, mientras
que la vía civil la veo como una más que probable salida a este tipo de instancias.
Es por eso que el gobierno haría bien en reconocer sus errores y limitaciones,
y no enrocarse en una situación de autoprotección que no le va a llevar a
ningún sitio y que va a agravar más su débil posición en este conflicto recién
estrenado.
Andrés Tegnell, Jefe de Salud Pública en Suecia (homólogo de Fernando Simon) ha pedido perdón
públicamente por haber cometido un “enorme
error de imprevisión” en el país escandinavo, al sobrepasar ¡los 4.000
fallecimiento por coronavirus!
Qué distinta forma de afrontar estos problemas. En
esas mismas fechas, en nuestro país, el gobierno daba instrucciones a la Abogacía del Estado y a la Fiscalía General (que como ya dijo Sánchez, depende de él) para que se
opusieran a toda investigación judicial que pudiese enjuiciar la gestión
gubernamental. Eran los días en los que nuestro altanero presidente pronunciaba
en la tribuna del Congreso de los
Diputados su ya arrogante frase “Viva
el 8 de Marzo”, equivalente a aquél “Vivan
las Cadenas” acuñado por los absolutistas
españoles, en
1814, coincidiendo con la vuelta del destierro de Fernando
VII.
Nadie duda ya
que en España se actuó tarde y con muchas dudas. Así
lo ha reconocido Emilio Bouza,
fundador de la Sociedad Española de
Microbiología, en una declaración hecha en sede parlamentaria. No pasa nada
por reconocer una realidad, por dura que esta pueda ser
Es lo menos que debería hacer el gobierno, en estos
momentos en los que la tormenta todavía está en fase de crecimiento. Un acto de
contrición, acompañado del correspondiente propósito de enmienda, podría ser
como un bálsamo que calmase algunas picaduras que, si no, van a escocer mucho y
ser objeto de rascaduras que podrían hacer una herida mayor, hasta llegar a
infectarse.
No es lo mismo cometer una negligencia que ser acusado de un delito de fraude o prevaricación.
Sin duda el gobierno debería estar más preocupado por conservar la escasa
credibilidad que le queda, y la deriva emprendida, a mi entender, no le
favorece nada.
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