Venezuela no se lo merece
Sirva, por tanto, como apoyo y homenaje a todos estos ciudadanos hermanos, que están viviendo
en un infierno, y que no se merecen la desgraciada represión y pobreza en la
que, un tirano disfrazado de dictador, los está sumiendo.
En mi
opinión, la situación extrema en la que se encuentra Venezuela solo se puede resolver desde dentro del propio país, sin violencia
y sin una intervención externa por la fuerza. Pero tampoco nos vayamos a creer
que, con el buenismo y las negociaciones trufadas que propician algunos
negociadores, vamos a convencer al dictador Maduro para que abandone el poder y se puedan convocar unas
elecciones libres y democráticas.
Muchos
analistas creen que esto es una fruta madura que caerá por sí sola, aunque
puede que tarde un poco, por más que algunos estén ávidos de una resolución más
expeditiva. Yo también lo creo así, y me parece que las actuaciones que se
están ejecutando, por parte del Presidente “interino” Guaidó, son firmes, pero mesuradas y, sobre todo, buscando el mayor
consenso internacional que suponga un menoscabo absoluto del régimen de Maduro, y acelere esa “maduración” que dé lugar a la caída del
régimen.
Mientras
tanto, la confusión política creada en Venezuela
es kafkiana. Dos Presidentes de la República, dos Asambleas legislativas y, en
medio, un iluminado que escucha a Chaves,
reencarnado en pajarito, y soñando ser el nuevo libertador.
El
Presidente Guaidó, hace unas semanas
estuvo a punto de cometer un error garrafal, al echarse en brazos de Donald Trump (más conocido como el primo de Zumosol), y acariciar la
posibilidad de una intervención militar desde el exterior. Menos mal que no dio ese paso, que hubiera
supuesto una masacre de incalculables consecuencias, fomentada por una serie de
enfrentamientos que, de seguro, habrían supuesto un reguero de sangre y muerte.
EEUU, al igual que Rusia están a la expectativa, como aves carroñeras, para ver quien
saca mejor tajada de este festín, y se hace con el control del petróleo
venezolano. No nos engañemos. Ninguna de las dos potencias mundiales está ahí
para ayudar al pueblo venezolano. Solo les interesa el beneficio económico que
supone controlar la reserva más importante, de petróleo, del mundo.
Mientras
tanto, en la Unión Europea, una
nación de naciones en proceso de construcción, no nos ponemos de acuerdo en
ofrecer una respuesta unánime y adecuada que presione, de una forma efectiva, al
actual régimen dictatorial que oprime a este país sudamericano. Mientras unos
países reconocen al Presidente “interino”, otros no toman postura alguna que
les pueda comprometer. Lo que hace que esto, cada vez más, se parezca al “complejo de Penélope”, sacado de la Odisea de Homero. Donde la esposa de Ulises
tejía y destejía, esperando pacientemente la llegada de su salvador.
En mi
opinión, España, uno de los países
con mayor número de venezolanos acogidos, no está dando una respuesta decidida
y sin complejos a este problema que, por nuestra vinculación histórica con Venezuela, rebasa los límites de la
ayuda humanitaria. Nuestro compromiso debería ir más allá de las meras
declaraciones políticamente correctas. Unas actuaciones, que el gobierno encuadra
en las relaciones internacionales, y que, por otra parte, están cocinadas con los
habituales componentes diplomáticos, excesivamente tecnicistas, que no suelen ofrecer
resultados acordes con las necesidades del momento.
De
nuevo los condicionantes políticos, derivados de los dogmas e intereses
enquistados en determinadas formaciones políticas, emergen entre las costuras
de nuestra imperfecta democracia. Algo que les impide resolver una situación
extrema, privándola de una justa solución que contemple la salvaguarda de los
derechos y de los intereses de la inmensa mayoría de los venezolanos, que son
las verdaderas víctimas silentes de este conflicto.
A mi
entender, el gobierno de Pedro Sánchez,
no ha estado muy fino a la hora de encarar esta situación. A la prórroga de una
semana, que le dio a Maduro para que
convocara elecciones, ha seguido una serie de decisiones, algunas de ellas
imprecisas e inconexas, que no sabemos realmente a donde nos conducen. Se nota
una cierta tibieza a la hora de tratar estos temas frente a la opinión pública
y los medios de comunicación. Echo en falta decisiones contundentes que afecten
a la congelación de bienes y efectivos de aquellas entidades oficiales y altos
cargos militares y gubernamentales, así como sobre un efectivo reconocimiento
jurídico y administrativo de la Asamblea
Nacional, como único órgano legítimo de Venezuela.
A todo
esto, hay que añadir los argumentos que algunos de los líderes de Podemos y de IU, continúan esgrimiendo, tratando de demostrarnos lo
indemostrable, e intentando convencernos, como si fuéramos seres de otros
planetas que no nos enteramos de lo que está pasando en el país caribeño. Es
increíble que haya todavía sujetos que puedan estar tan obcecados como para convencerse
ellos mismos de tamaña adulteración de la realidad. Salvo que sea fruto de la
devolución de ciertos favores que, en su día, el gobierno bolivariano les hizo
y que ellos han estado negando de forma reiterada y sin ningún tipo de
vergüenza.
Entre
tanto, la diáspora de venezolanos continúa y ya se contabilizan en casi un 10%
de la población (unos tres millones y medio) los que han salido del país. Unos
huyendo de la represión y otros por pura necesidad de subsistencia. Este es el
verdadero retrato de un drama que, aunque nos queda lejos geográficamente
hablando, lo sentimos como propio y al que nuestros gobernantes tienen la
obligación de dar una respuesta, aunque sea políticamente incorrecta.
El
régimen de Maduro parece estar
agonizando, pero la agonía puede ser larga y dolorosa. Ojalá me equivoque,
pero, en todo caso, Venezuela no se lo
merece.
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