miércoles, 6 de marzo de 2019

Venezuela no se lo merece

Venezuela no se lo merece



Mi artículo de esta semana lo voy a dedicar a analizar la dramática situación por la que está pasando Venezuela. Lamento no haber sido, hasta ahora, más pro activo en el tratamiento de este tema. Un escenario lo suficientemente doloroso como para no escatimar nuestra ayuda al pueblo venezolano, aunque sea mediante la utilización del uso pacífico de la palabra, y esgrimiendo los medios de comunicación, con proclamas en favor de una resolución pacífica y justa del conflicto.


Sirva, por tanto, como apoyo y homenaje a todos estos ciudadanos hermanos, que están viviendo en un infierno, y que no se merecen la desgraciada represión y pobreza en la que, un tirano disfrazado de dictador, los está sumiendo.

En mi opinión, la situación extrema en la que se encuentra Venezuela solo se puede resolver desde dentro del propio país, sin violencia y sin una intervención externa por la fuerza. Pero tampoco nos vayamos a creer que, con el buenismo y las negociaciones trufadas que propician algunos negociadores, vamos a convencer al dictador Maduro para que abandone el poder y se puedan convocar unas elecciones libres y democráticas.

Muchos analistas creen que esto es una fruta madura que caerá por sí sola, aunque puede que tarde un poco, por más que algunos estén ávidos de una resolución más expeditiva. Yo también lo creo así, y me parece que las actuaciones que se están ejecutando, por parte del Presidente “interino” Guaidó, son firmes, pero mesuradas y, sobre todo, buscando el mayor consenso internacional que suponga un menoscabo absoluto del régimen de Maduro, y acelere esa “maduración” que dé lugar a la caída del régimen.

Mientras tanto, la confusión política creada en Venezuela es kafkiana. Dos Presidentes de la República, dos Asambleas legislativas y, en medio, un iluminado que escucha a Chaves, reencarnado en pajarito, y soñando ser el nuevo libertador.

El Presidente Guaidó, hace unas semanas estuvo a punto de cometer un error garrafal, al echarse en brazos de Donald Trump (más conocido como el primo de Zumosol), y acariciar la posibilidad de una intervención militar desde el exterior.  Menos mal que no dio ese paso, que hubiera supuesto una masacre de incalculables consecuencias, fomentada por una serie de enfrentamientos que, de seguro, habrían supuesto un reguero de sangre y muerte.

EEUU, al igual que Rusia están a la expectativa, como aves carroñeras, para ver quien saca mejor tajada de este festín, y se hace con el control del petróleo venezolano. No nos engañemos. Ninguna de las dos potencias mundiales está ahí para ayudar al pueblo venezolano. Solo les interesa el beneficio económico que supone controlar la reserva más importante, de petróleo, del mundo.

Mientras tanto, en la Unión Europea, una nación de naciones en proceso de construcción, no nos ponemos de acuerdo en ofrecer una respuesta unánime y adecuada que presione, de una forma efectiva, al actual régimen dictatorial que oprime a este país sudamericano. Mientras unos países reconocen al Presidente “interino”, otros no toman postura alguna que les pueda comprometer. Lo que hace que esto, cada vez más, se parezca al “complejo de Penélope”, sacado de la Odisea de Homero. Donde la esposa de Ulises tejía y destejía, esperando pacientemente la llegada de su salvador.
En mi opinión, España, uno de los países con mayor número de venezolanos acogidos, no está dando una respuesta decidida y sin complejos a este problema que, por nuestra vinculación histórica con Venezuela, rebasa los límites de la ayuda humanitaria. Nuestro compromiso debería ir más allá de las meras declaraciones políticamente correctas. Unas actuaciones, que el gobierno encuadra en las relaciones internacionales, y que, por otra parte, están cocinadas con los habituales componentes diplomáticos, excesivamente tecnicistas, que no suelen ofrecer resultados acordes con las necesidades del momento.

De nuevo los condicionantes políticos, derivados de los dogmas e intereses enquistados en determinadas formaciones políticas, emergen entre las costuras de nuestra imperfecta democracia. Algo que les impide resolver una situación extrema, privándola de una justa solución que contemple la salvaguarda de los derechos y de los intereses de la inmensa mayoría de los venezolanos, que son las verdaderas víctimas silentes de este conflicto.

A mi entender, el gobierno de Pedro Sánchez, no ha estado muy fino a la hora de encarar esta situación. A la prórroga de una semana, que le dio a Maduro para que convocara elecciones, ha seguido una serie de decisiones, algunas de ellas imprecisas e inconexas, que no sabemos realmente a donde nos conducen. Se nota una cierta tibieza a la hora de tratar estos temas frente a la opinión pública y los medios de comunicación. Echo en falta decisiones contundentes que afecten a la congelación de bienes y efectivos de aquellas entidades oficiales y altos cargos militares y gubernamentales, así como sobre un efectivo reconocimiento jurídico y administrativo de la Asamblea Nacional, como único órgano legítimo de Venezuela.

A todo esto, hay que añadir los argumentos que algunos de los líderes de Podemos y de IU, continúan esgrimiendo, tratando de demostrarnos lo indemostrable, e intentando convencernos, como si fuéramos seres de otros planetas que no nos enteramos de lo que está pasando en el país caribeño. Es increíble que haya todavía sujetos que puedan estar tan obcecados como para convencerse ellos mismos de tamaña adulteración de la realidad. Salvo que sea fruto de la devolución de ciertos favores que, en su día, el gobierno bolivariano les hizo y que ellos han estado negando de forma reiterada y sin ningún tipo de vergüenza.

Entre tanto, la diáspora de venezolanos continúa y ya se contabilizan en casi un 10% de la población (unos tres millones y medio) los que han salido del país. Unos huyendo de la represión y otros por pura necesidad de subsistencia. Este es el verdadero retrato de un drama que, aunque nos queda lejos geográficamente hablando, lo sentimos como propio y al que nuestros gobernantes tienen la obligación de dar una respuesta, aunque sea políticamente incorrecta.

El régimen de Maduro parece estar agonizando, pero la agonía puede ser larga y dolorosa. Ojalá me equivoque, pero, en todo caso, Venezuela no se lo merece.

Jesús Norberto Galindo // Jesusn.galindo@hotmail.com

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