Ciudadanos: ¿el principio del fin?
Me hubiera gustado
dedicar este mi último trabajo, antes de entrar de lleno en la modorra
veraniega, a algo más frívolo, o más fresco, que para el caso es lo mismo
(aunque no sea igual). Sin embargo, la incidencia de mi artículo de la semana
pasada, al que le han llovido algunos comentarios (en uno y otro sentido), me
ha forzado a cambiar la temática, y les voy a dar, de nuevo, la paliza, por lo que
les anticipo mis disculpas.
VOX “rompió” relaciones con el PP, tras el fiasco sufrido en el
Ayuntamiento de Madrid, donde –al parecer- les han escamoteado el trozo de
tarta que les habían prometido para la onomástica. Esta situación (del todo
punto lógica si nos atenemos a lo que se ha filtrado) ha dejado a los populares en una situación comprometida
y ha propiciado que Ciudadanos no se
pueda esconder bajo el ala, como hasta ahora había hecho.
Una situación a la que
les ha llevado su ambigüedad a la hora de transmitir sus objetivos y su hoja de
ruta, que –como se ha podido comprobar- ha sido un ‘si quiero, pero no puedo…’ que ha producido un confusionismo
exasperante, acompañado de un cumulo de contradicciones, según sea el
municipio, o territorio donde se hayan tenido que facilitar estas componendas.
Un cacao que nace de la negociación, tras las elecciones autonómicas andaluzas
para la conformación de este gobierno, y la chapuza de pacto que se firmó, por
más que lo quieran poner como modelo.
La izquierda, pero el PSOE en particular, ha jugado muy bien
sus cartas, al vender el perfil de VOX,
como un partido extremista y meter el miedo en el cuerpo a los votantes, con la
vuelta de los fachas y la sociedad en blanco y negro que querían
implantar. Este hecho junto a la vertiginosa irrupción del partido de Abascal,
que hacía presagiar una explosión de votos en su favor, acojonó a Rivera,
sobre todo cuando, sus correligionarios europeos le soplaban al oído que huyera
de ellos como de la peste.
Ante esta
situación, Ciudadanos extendió
rápidamente su particular cordón sanitario frente a VOX, y comenzaron a producirse las primeras situaciones kafkianas a
las que hemos asistido y que todos ustedes ya conocen.
El error, Ciudadanos, lo comete cuando se niega a
hablar, ni a querer tener ningún tipo de contacto con VOX (por si se contagiaba). Lo que hizo que esta formación
manifestara sentirse apestada y tradujera sus legítimas aspiraciones a defender
su programa, en exigencias maximalistas que en nada ayudaban a la creación de
un clima de natural concordancia.
En mi opinión
la formación de Abascal, tiene todo el derecho del mundo a defender sus ideas y
postulados (con los que yo no comulgo), dentro de la Ley, como no podía ser de
otra manera. Así mismo, el partido de Rivera manifiesta tener un ideario
contrario, pero también legítimo, y se encuentra en una disyuntiva dado que
para la consecución de sus objetivos programáticos no ha tenido el suficiente
apoyo electoral y precisa la conformación de una mayoría con otras formaciones
políticas.
El problema se plantea en el mènage à trois que conforman Ciudadanos, PP y VOX, donde el
primero y el tercero no se hablan. Y donde, al parecer, el segundo ha pactado
con el tercero algunas concesiones con las que Ciudadanos no está de acuerdo. Este endiablado puzzle, ha traído
como consecuencia la prematura ruptura de muchos de los acuerdos de gobierno
que PP y Ciudadanos habían sellado. Véase el caso Ayuntamiento de Madrid, o lo que ha ocurrido (en la región de
Murcia) en los Ayuntamientos de Fuente
Álamo y Ceutí, donde VOX ha entrado a gobernar y Cs se quiere salir.
Ciudadanos va a tener que plantearse un ‘mènage à deux’, con el PP, y presentarse a la investidura con
un proyecto de gobierno para una legislatura. Ante esta situación VOX tendrá que decidir: si apoyarlo,
abstenerse o votar en contra. En cada caso, la consecuencia sería distinta.
Pero a sabiendas de que el último supuesto (voto en contra) supone pasarle el
testigo al Partido Socialista, o
propiciar unas nuevas elecciones. Sería, por tanto, la responsabilidad de VOX.
En todo caso la política que Ciudadanos está aplicando, hace pensar
que ha decidido perder su condición de centralidad, para aspirar a liderar una
opción más a la derecha, en clara competencia con los Populares. Esta decisión, le está ocasionando no pocos quebraderos
de cabeza y una sangría lenta pero seguida, a través de la cual se está
produciendo una diáspora de dirigentes, seguida de una, no menos importante, de
votantes, que –aunque no se perciba- está ahí y solo lo podremos comprobar si a
Sánchez
se le ocurre anticipar las elecciones generales.
Este pasado fin de semana, Albert Rivera ha aparecido, tras
haberse retirado unos días a consultar con su oráculo, y ha venido con nuevos
bríos y sus aspiraciones cesaristas totalmente fortalecidas y renovadas. Les ha
dicho a sus acólitos que el que no le guste lo que está haciendo que se vaya y que
funde un nuevo partido. Así, sin empacho. Una forma muy chulesca y autoritaria
que, cada vez más, retrata al personaje en su viva imagen que, hasta ahora no
había dejado traslucir. ¿Dónde está la actitud conciliadora y de consenso que
propició la atracción de millones de votantes hacia esta formación ’liberal’?
Creo que el partido de Rivera ha llegado a un
punto de no retorno donde, si traspasara esa coordenada, se podría ver inmerso
en un proceso de refundación al que no auguro ningún éxito, y que podría ser el
principio del fin de esta formación política, antes de su mutación
genética hacia un espacio estelar en el que su líder parece sentirse más
cómodo. Pero yo me pregunto ¿piensan igual sus votantes?
Bueno, les dejo tranquilos por una
temporada. Tras la canícula veraniega, amenazo con volver. Espero, por tanto,
seguir contando con el favor y la paciencia de aquellos que tienen la enorme
voluntad de prestarme su atención. Como así reza en el subtítulo de mi Blog:
‘lo importante no es escribir, sino
conseguir quien te lea’. Entre tanto, pónganse a remojo, si es que pueden,
que es lo que toca ahora.
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