Ciudadanos en la encrucijada
Recordemos que “muleta”
tiene dos significados: ‘bastón de metal
o madera…, que sirve para apoyarse’.
Pero también significa ‘trozo de
tela de color rojo, sujeto a un palo por uno de sus bordes que usa el torero
para engañar al toro’. Y el PSOE está usando las dos acepciones según le convenga en cada
momento. Cuando necesita apoyarse, utiliza la primera
acepción, y cuando le interesa dar un pase de pecho, usa la segunda.
Los que hemos seguido la
trayectoria de Ciudadanos estamos
más perdidos que un pingüino en el desierto. No sabemos a qué juega, ni que es
lo que quiere ser de mayor. Llegó como hada regeneracionista, vestida de
socialdemócrata, para, al poco tiempo, vestirse con el uniforme liberal; y por
último han pretendido liderar un bloque de derechas, con ‘sorpasso’ al PP
incluido, en el que están hasta los más extremados.
Reconozco que no es fácil
ejercer la labor de un partido centrista, que tiene que cabalgar entre la
derecha y la izquierda, sin significarse especialmente con ninguno de los dos
bloques y haciendo posible –en cada momento- la gobernabilidad de una
institución, aplicando políticas moderadas y limando las asperezas que salen
por los extremos de una sociedad ampliamente polarizada.
Bajo mi punto de vista, Ciudadanos no ha sabido gestionar su
rápido crecimiento, forzado artificialmente, en unos casos por la decadencia
del PP, y en otros por la errática
trayectoria del PSOE, con sus
continuas indefiniciones programáticas en materia territorial y constitucional.
Esta situación les ha hecho entrar en un desierto donde los espejismos le han
jugado una mala pasada, al vislumbrar la posibilidad (que no era otra cosa que
una quimera) de sobrepasar al Partido
Popular y convertirse en líder de la oposición.
Esta fantasía ha
alimentado, artificialmente, el incremento en votos obtenido, pero han ignorado
la servidumbre debida a quienes les han prestado estos apoyos, y a los que,
ahora, les tienen que abonar esos réditos, propiciando unos pactos, donde la
derecha extrema les está forzando a aceptar pulpo como animal de compañía.
Yo no soy quien para juzgar la
política de pactos de los partidos. Es más, acepto que los partidos defiendan
sus líneas programáticas, con las que se han presentado a unas elecciones. Pero
sí que estoy legitimado para criticar sus contradicciones y desvelar algunas de
sus promesas incumplidas.
Por esa razón es por la que
entiendo que los votantes de la formación naranja estén desconcertados. No se
trata de discrepar de sus principios ideológicos o estrategias partidistas. Se
trata de ser coherentes a la hora de defender sus postulados. Y en eso, Cs está dejando mucho que desear. Si
han decidido optar por liderar el bloque de la derecha, en España, y eso les
obliga a dar un giro en sus posicionamientos, pues que lo digan y santas
pascuas alegría. No hay nada que objetar a ello. Las personas tenemos derecho a
cambiar y “evolucionar” (que es como se le llama ahora). Pero lo que no es de
recibo es intentar jugar con dos barajas y tratar de convencer a sus amigos de que
no está pasando nada.
La patética imagen que han dado
en las negociaciones con VOX, es
algo que no debían haber hecho nunca. Por un lado, afirman que no pactarán
nunca con esta formación, y por otro, aceptan los pactos que su socio (el PP) hace con estos. No les gusta, pero
se tapan la nariz y hacen el avestruz, esconden la cabeza bajo el ala para no
verlo. Un cumulo de incoherencias que les está pasando factura y les está
dejando con sus partes íntimas al aire. y que les está produciendo una sangría.
Escucho a Inés Arrimadas decir (en una
entrevista) que ellos se han comprometido con sus electores, antes de las
elecciones, a no apoyar a Sánchez. Y que ahora no pueden
engañarlos. Algo que me parece muy bien, si cumpliera siempre lo que dice.
Miren Vds., lo peor es que las hemerotecas son un mal aliado para las mentiras,
y la Sra.
Arrimadas nos ha mentido. Al parecer se le ha olvidado lo que dijo en Murcia, cuando pidió el voto para “impedir que el PP siguiera gobernando”, tras 24 años en la poltrona. Y, hoy,
precisamente; el día en que estoy escribiendo este artículo, la presidenta de Cs, en Murcia, ha firmado un pacto para
hacer presidente al popular López Miras.
En política nacional, en 2016, Albert
Rivera le pedía a Sánchez que (por sentido de Estado)
se abstuviese en la investidura del Sr. Rajoy. Es curioso, por no
calificarlo de sorprendente, que el Sr. Rivera, haya adquirido los
derechos sobre el “No es No”, cuyo Copyright, hasta hace poco tiempo, ostentaba el Sr.
Sánchez.
El resultado de todo este
galimatías es que, Ciudadanos se
encuentra en una encrucijada. Por un
lado, con su actitud volátil, está dejando huérfano el centro sociológico al
que debe principalmente su subsistencia. Por otro lado, está beneficiando al PSOE, que se ha vestido con la piel de
cordero y trata de engatusar a los miles de descontentos que, a Cs, se le están escapando por la
izquierda de su gatera. Y mientras tanto Albert
Rivera ve como se desangra lentamente su partido, como ya lo hiciera Podemos, anteriormente.
A todo esto, el fantasma de unas
nuevas elecciones ronda por el complejo de La
Moncloa, y es una de las opciones que se barajan como desencadenante de
todo este entramado. Haciendo un ejercicio de futurología, si se produjera esta
situación, mi ingenuidad política me dice que los partidos más perjudicados
serían, precisamente, los emergentes (Podemos
y Ciudadanos), y los apoyos que
podrían perder irían a apuntalar el bipartidismo al que tanto han denostado.
Yo, de Ciudadanos, le pondría a Pedro Sánchez una proposición,
encima de la mesa, para conformar un gobierno de coalición, con una serie de
propuestas concretas y líneas infranqueables, y le obligaría a pronunciarse.
Seguro que diría que no. Pero eso liberaría a los de Rivera de la presión que
están soportando. Se zafarían de la imagen inmovilista e intransigente que se
han arrogado, y pondría al PSOE
contra las cuerdas, despojándoles de la piel de cordero. Al menos eso creo.
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