martes, 5 de abril de 2022

A vueltas con la rebaja de impuestos

A vueltas con los impuestos

Tras casi un año de abstención epistolar, me he decidido a salir a la palestra (de forma ocasional) advirtiéndoles que no voy a escribir sobre la pandemia; tampoco sobre la guerra, ni siquiera de los trasportistas, o de la crisis de los combustibles, ni de la inflación galopante. Eso se lo dejo para los cronistas y tertulianos habituales, que parecen querer adoctrinarnos, repitiéndonos una y otra vez –como si de un mantra se tratara- las distintas versiones según el cristal con que lo miren.

Sin tampoco querer abordar la crisis del PP y su reciente refundación (y van…) sin embargo sí que quiero hacer una reflexión sobre un aspecto, netamente sociológico y de comunicación, que me ha evocado una de las intervenciones que el señor Feijóo (como nuevo capitoste popular recientemente elegido) ha hecho en el seno de su nuevo sanedrín, recientemente escenificado. 

Vaya por delante que la opinión que me merece el político gallego es mejor –en comparación- que la de su antecesor, el señor Casado. Me causa una mayor empatía, y una cierta sensación de falta de crispación. Lo cual no deja de ser un activo, en la balanza, que acaba por inclinarla en favor de la ya conocida y estereotipada flema galaica. También parece abrirse paso –al menos eso espero- una nueva etapa donde quepa una mayor capacidad para el dialogo y para llegar a acuerdos de los que tan faltos estamos y que, una situación como la que estamos padeciendo, es lo que nos demanda. 

La frase en cuestión, que me hizo reflexionar, la pronunció el señor Feijóo en el conclave de su partido y la enmarcó en el contexto de una ‘mano tendida’ al gobierno de la nación, en la que –si bien se mostraba propenso a un dialogo y a una colaboración en asuntos ‘de estado’- marcaba una línea roja: “no se debe ignorar la bajada de impuestos”. Algo a lo que se comprometió el presidente del gobierno en su reunión con los presidentes autonómicos en la isla de La Palma

El Partido Popular, y ahora su máximo dirigente, están haciendo bandera de una cuestión que podría comportarse como un búmeran y, a corto plazo, volverse en contra de quiénes ahora defienden esta tesis. Ya les ocurrió lo mismo en la anterior crisis financiera, cuando defendían la misma cantinela y, tan solo un año después, cuando accedieron al gobierno, el señor Rajoy se lo tuvo que comer con patatas y decir ‘digo’ donde dijo ‘Diego’. 

Como todo hace apuntar, la conjunción planetaria ocasionada por la covid y la guerra en Ucrania nos están pasando una factura que España no puede asumir. Y, por otra parte, tenemos un gobierno desnortado que se ve incapaz de implementar unas medidas económicas ajustadas a la realidad, abocándonos al esperpento en el que estamos sumidos y donde una parte de ese gobierno discrepa constantemente de lo que predica o hace la otra. Esta endiablada situación nos va a llevar, más pronto que tarde, a una convocatoria electoral, donde los que tengan que gobernar se encuentren un escenario inimaginable poco propicio a regalías fiscales y con una deuda galopante (quizá la mayor de la UE) que nos tocará –otra vez- asumir a todos los españolitos de a pie. 

Por otra parte, está el asunto del Sáhara. Una cuestión compleja, en la que hoy no voy a entrar, pero que –como consecuencia de la inmadurez con la que el gobierno español ha tratado este tema- nos ha colocado en una situación harto desfavorable ante Argelia, quien ya ha anunciado que revisará (léase subirá) el precio del gas a España, mientras que, en el caso de Italia, por ejemplo, prevé bajarlo. Algo que va a incrementar nuestra deuda, agravando la ya precaria situación económica y elevando su calificación peligrosa. 

Todas estas circunstancias conforman un panorama en el que el Banco Central Europeo, actual (y principal) apoyo de nuestro sistema económico, se va a ver obligado a dejar de comprar nuestra deuda y a recordarnos a aquellos “hombres de negro” que –como fantasmas venidos del pasado- nos rondan la memoria. 

Yo soy de los que creo que, en determinadas situaciones de crisis económica, una bajada de impuestos incentiva la economía y puede suponer una buena terapia. Pero en casos extremos (como es el que nos ocupa) los ‘tratamientos médicos’ no sirven y estamos abocados a una intervención ‘quirúrgica’. 

 Por eso Sr. Feijóo, con todo mi respeto y sin ánimo de interferir, permítame que le haga esta pregunta: ¿de verdad usted cree que esto se solucionará rebajando los impuestos? Pregúnteselo usted a D. Mariano, que es su paisano, y que de esto sabe mucho. 

Jesús Norberto Galindo // Jesusn.galindo@hotmail.com

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