Demasiados fascistas
Según el resultado de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales celebradas en Francia, más de trece millones de personas han votado a Marine Le Pen, la presidenta del Frente Nacional. Una formación política afín a VOX y cuyo ideario es considerado de ultraderecha. La verdad es que se me figuran muchos fascistas, los que parece que hay en el país vecino, si le adjudicamos el calificativo de ‘facha’ a todo aquél que vote a este tipo de formaciones políticas.
La situación social por la que pasan
nuestros vecinos del norte, si no igual, tiene un componente similar a lo que,
en su día, fue nuestro movimiento “15 M”.
En aquél mayo de 2011, la sociedad española estaba verdaderamente cabreada por
la acumulación de muchos y diversos factores, pero –sobre todo- por la inacción
y el conformismo con el que los políticos encaraban esta situación; creyéndose,
estos, que sería una pataleta pasajera y sin animo alguno de atajar los
numerosos problemas raíces que, entonces (y todavía ahora) acuciaban a los
ciudadanos.
La diferencia consiste en que la
izquierda –en aquél entonces- fue quien capitalizó ese descontento y le sacó
una rentabilidad que le llevó a la creación de una nueva formación política (Podemos) que –con el tiempo- se ha
frustrado, convirtiéndose en un partido más de la casta, que ha remplazado el
espacio reservado para la izquierda del PSOE.
Ahora, en Francia (y lo veremos próximamente en nuestro país), ha sido la
derecha quien ha sabido sacar tajada ante la miopía manifestada por los
partidos tradicionales (socialista y republicano), que casi han desaparecido, y
han dejado su espacio huérfano de ideas, pero apetecible para ser ocupado por
los movimientos populistas, siempre al acecho de las debilidades propias de un
sistema partidista, convertido en una partidocracia trasnochada.
La sociedad, en general, está harta de
que la consideren inmadura para discernir, en cada momento, la realidad en la
que estamos inmersos. Una parte de la izquierda nos recuerda constantemente lo
perversa que es la extrema derecha y se equivoca cuando pretende incluir en el
mismo saco a millones de ciudadanos que lo único que quieren es que no les
tomen el pelo. Pero los aprendices políticos que nos gobiernan (o que quieren
gobernarnos) no cejan en augurarnos las desgracias a las que nos enfrentaremos
si votamos a esas formaciones políticas. Nos aleccionan y nos adoctrinan una y
otra vez, tratándonos como analfabetos sociales, y sin percatarse de lo
contraproducente de algunas campañas cuyos resultados suelen ser contrarios a
los que se persiguen.
Con esta postura, proteccionista e
infantil, lo único que están consiguiendo es cabrear más al personal e
inducirle a hacer lo contrario de lo que se les pide. El electorado se cansa de
las incongruencias, de las falsedades, de las corruptelas y de tantos otros
efectos colaterales que las formaciones políticas al uso (léase ‘la casta’)
utilizan en sus relaciones con la sociedad, y optan por darle una patada al
quiosco e irse a la acera de enfrente, haciéndoles una ‘peineta’.
No deberíamos tener tanto miedo al lobo.
Acuérdense lo que ocurrió con la irrupción de Podemos en el espectro político en España. Muchos fuimos los que
creíamos que una izquierda radical polarizaría la convivencia ciudadana. Y nos
equivocamos; todo fue pisar moqueta y los podemitas se ensamblaron en el
tablero político nacional, abdicando de su ideario para convertirse en la casta
que ellos mismos denigraban.
Por eso creo que se equivocan aquellos
que no hacen más que sacar el fantasma del fascismo a la calle, cuando la calle
ya está familiarizada con los fantasmas. Ya no funciona la acumulación de
calificativos peyorativos como medio para descalificar al contrario. Por
supuesto que no defiendo los idearios ultras de ninguna de las formaciones
políticas, cuando –además- utilizan argumentos populistas, propios de una
secta, en su interés por captar adeptos.
Pero mejor nos iría si se lo hiciesen mirar y se preguntasen por que más de trece millones de votantes han optado por confiar en una opción política radicalizada. No hagamos como el avestruz y afrontemos que los votantes tienen el derecho a elegir de entre todas las opciones (legales, por supuesto), sin rasgarnos las vestiduras y aunque no comulguemos con sus ideales. Convenzámosles y no les descalifiquemos. Ojo y esto también sirve para nuestro país.
Lo dicho... demasiados fascistas me parece que son.
Jesús Norberto Galindo // Jesusn.galindo@hotmail.com
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