José María Cano
Todavía aturdido por la inesperada
noticia, me dispongo a dar forma a mis pensamientos, aún dispersos e inconexos,
y ordenarlos en forma de un epigrama, que pretende perpetuar la figura de una
gran persona, unida a la de un excelente profesional, que ha dejado una huella
indeleble entre aquellos que le hemos conocido y que hemos tenido la suerte de tenerlo
como amigo.
Si algo tuviera que resaltar de José
María, sería su pragmatismo, su sinceridad (exenta de acritud) y su
moderación. Hay una frase que lo define y que ha quedado en la memoria de los
que más le tratábamos: cuando asistía a una reunión, generalmente profesional,
y percibía algún atisbo de crítica (que el considerase injustificada) por parte
de alguno de sus adláteres decía: “Aquí
hay que venir llorado”.
Fue un profesional, enamorado de su
trabajo y volcado en multitud de proyectos sobre los cuales ejerció una amplia
experiencia y les imprimió un sello muy particular, fruto de su conocimiento
sobre la temática que mejor dominaba: el
turismo. Desempeñó muchos y distintos cargos a lo largo de su trayectoria
profesional en activo, pero quizá –y por referenciar una- la que creo que más
le satisfizo pudo ser la de Presidente de la Estación Náutica “Mar Menor”.
Un proyecto innovador y con una amplia repercusión a nivel nacional, y una
circunstancia que le llevó a ejercer, así mismo, la presidencia de la Asociación
Nacional de Estaciones Náuticas de España.
La náutica era su pasión y su principal
motivo para la relajación. Su barco era como su segunda residencia. Y el
destino ha querido que fuera ese barco el que viera cumplir con su último
deseo. Fue al timón del mismo cuando su corazón le obligó a abandonar el mundo
terrenal del que todos tendremos que despedirnos algún día. Ese mundo que no
tuvo tiempo de despedirse de él y que, ahora, trata de recordarlo, aunque sea
de forma tan artificial como la lectura de un panegírico.
Por eso me he atrevido a escribir esta
glosa. Porque quiero que tu legado se perpetúe más allá de lo que nuestra
efímera vida nos permite. Porque mereces estar en el recuerdo de las futuras
generaciones que, gracias a estas y a otras modestas aportaciones, podrán
conocer los valores que, algunas veces, echamos de menos en nuestra sociedad
plagada de imperfecciones.
Descansa en paz, José María, y disfruta de
esa nueva vida en la que, seguro que te seguirás enriqueciendo y a la que
aportarás tu descomunal acervo de valores, de los que nosotros ya no vamos a
poder disfrutar.
Jesús Norberto Galindo // Jesusn.galindo@hotmail.com
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