miércoles, 23 de octubre de 2019

A vueltas con la economía

A vueltas con la economía


Los recientes acontecimientos acaecidos en Cataluña y la atención mediática que de los mismos se ha producido, han ocultado una situación de la que convendría ir ocupándose, y que nos va a traer de cabeza en un futuro no muy lejano.
La situación económica, agitada a través de una serie de factores exógenos (Bréxit, guerra arancelaria…) va a ser un plato fuerte que nos vamos a encontrar, encima de la mesa, más pronto que tarde.

Los indicadores económicos que estamos conociendo en los últimos días, son inequívocos. El PIB está aumentando menos de lo previsto, el ritmo de crecimiento del empleo se ralentiza de forma continuada. El déficit público (la bestia negra de la economía española, junto al paro y la deuda externa) no parece que se vaya a corresponder con lo que le hemos comunicado a la UE; y, a todo esto, Bruselas nos da un toque de atención y rechaza las cuentas que le hemos mandado, dudando de su viabilidad.
La situación de provisionalidad del gobierno de Sánchez, sin duda, nos está pasando factura. Once meses gobernando (por mor de una moción de censura), con las lógicas limitaciones que impone la aritmética variable aplicada a la gobernabilidad del país, y seis meses de interinidad, tras unas elecciones fallidas, han sido motivo más que suficiente para que la inestabilidad afecte a la línea de flotación de nuestra economía, viéndose reducida, de forma considerable, la inversión extranjera de la que hasta ahora nos habíamos beneficiado (entre enero y junio ha disminuido en un 35%).
Un ejemplo de esta anómala situación de la economía, en nuestro país, lo corrobora el hecho de que, desde que los ingleses decidieron salirse de la UE, más de 300 empresas financieras han decidido trasladarse, desde su sede ubicada en el Reino Unido, y solamente una mínima parte ha decidido instalarse en España. Los activos y fondos que están moviendo están valorados en 1,07 billones de euros, y son miles los empleados que se están trasladando a otros países de la UE, según un informe emitido por el New Financial. La diáspora de empresas beneficiaría a otros países, como receptores de las mismas. En primer lugar, se encuentra Irlanda, con más de 100 empresas acogidas por este país. Seguidos de Luxemburgo (70), París (61), Frankfurt (50), y unas 40 a Ámsterdam.
Por otra parte, de nuevo nos vemos abocados a contar con un presupuesto prorrogado, para el año 2020, con las naturales dificultades de todo tipo que esto supone, y con la falta de operatividad que impone esta anómala situación presupuestaria, donde un partido de corte progresista se ve en la necesidad de aplicar una política presupuestaria, diseñada por la derecha, en un periodo de ajuste tras la salida de la gran crisis.
Bruselas, como me he referido anteriormente, ha requerido al gobierno español a que ‘aclare’ algunos conceptos, que nos les cuadran, de las cuentas que se le han mandado. Al parecer le faltan algo así como unos siete mil millones de euros, y nos suspenden por incumplir las reglas fiscales europeas (principalmente se refieren al incumplimiento del déficit y a la contención del gasto público). O bien recortamos el gasto (algo verdaderamente improbable), o bien se aumentan los impuestos. Y aquí es donde el PSOE tiene un verdadero nudo gordiano que resolver.
En plena pre campaña para las generales del 10 de noviembre, todos los candidatos están en su salsa, tirando de chequera y ofreciendo lo que no está dicho. Y, por supuesto, a nadie se le va a ocurrir hablar de aumentar la presión fiscal, y menos en el planteamiento de recortes en el gasto social. Más bien al contrario. Todos son maestros en la cuadratura del círculo, y son capaces de tomarnos el pelo prometiendo el oro y el moro, y sin decirnos como lo vamos a pagar. Como si no se supiera que, al final el palo nos viene encima de las costillas de la inmensa mayoría de la clase media, que es la que soporta la parte más importante de la carga impositiva que se produce en nuestro país.
A veces pienso que los políticos no nos toman en consideración. Y, es posible, que alguno se trague las simplezas que se dicen en este tipo de situaciones, pero a la inmensa mayoría de los ciudadanos lo que nos pasa es que estamos hartos de tanta estupidez y de que nos tomen por tontos. Las promesas que se vierten en una campaña electoral, están plagadas de mentiras y de mensajes torticeros, y solo sirven para arengar a sus acólitos y para hacer ruido y que los medios de comunicación nos den la paliza de forma insufrible hasta el punto que todos estamos deseando que llegue la jornada de reflexión.
Pero volviendo a la economía, la verdad es que estoy deseando que pasen estas elecciones, dado que, si como parece, podría ganarlas de nuevo el PSOE, me gustaría comprobar cuál es la política económica que va a aplicar. Por un lado, tiene que contentar a su electorado, más radical y fundamentalista que el propio gobierno; y, por otro, en el Partido Socialista saben que hay determinadas políticas económicas que no se van a poder implementar, máxime cuando la ‘ralentización’ de la economía (desaceleración se decía en la época de Zapatero) es un hecho incuestionable que va a marcar unas políticas menos expansivas y con un control financiero a los que la izquierda no está especialmente acostumbrada.
Un hecho que confirmaría esta aserción sería la idea de ‘aparcar’ la tan denostada reforma laboral que llevó a cabo el gobierno de Rajoy y que, sin embargo, en la Unión Europea han respaldado de forma inequívoca como uno de los factores que han hecho posible la trabajosa recuperación de un país que ha salido de la UCI, pero que está en ‘planta’ con una fuerte dosis de estimulantes y un control del que no vamos a poder prescindir hasta que pase esta pandemia.
No creo que lo que tenga que venir se pueda asimilar a una recesión como la que hemos padecido recientemente. Así lo aseveran todos los economistas y profesionales estudiosos de esta materia, si bien, como siempre, cada uno tiene su receta para afrontar esta situación que, a todas luces, nos va a afectar. Y aquí me surge la duda de si nuestros políticos estarán preparados, o estarán pensando todavía que jugamos en la Champions League.
Que Dios nos pille confesados.  
Jesús Norberto Galindo // Jesusn.galindo@hotmail.com

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