A vueltas con la economía
Los recientes
acontecimientos acaecidos en Cataluña y la atención mediática que de los mismos
se ha producido, han ocultado una situación de la que convendría ir ocupándose,
y que nos va a traer de cabeza en un futuro no muy lejano.
La situación
económica, agitada a través de una serie de factores exógenos (Bréxit, guerra arancelaria…) va a ser
un plato fuerte que nos vamos a encontrar, encima de la mesa, más pronto que
tarde.
La situación de
provisionalidad del gobierno de Sánchez,
sin duda, nos está pasando factura. Once meses gobernando (por mor de una
moción de censura), con las lógicas limitaciones que impone la aritmética
variable aplicada a la gobernabilidad del país, y seis meses de interinidad,
tras unas elecciones fallidas, han sido motivo más que suficiente para que la
inestabilidad afecte a la línea de flotación de nuestra economía, viéndose
reducida, de forma considerable, la inversión extranjera de la que hasta ahora
nos habíamos beneficiado (entre enero y junio ha disminuido en un 35%).
Un ejemplo de esta anómala situación de la
economía, en nuestro país, lo corrobora el hecho de que, desde que los ingleses
decidieron salirse de la UE, más de
300 empresas financieras han decidido trasladarse, desde su sede ubicada en el Reino Unido, y solamente una mínima
parte ha decidido instalarse en España. Los activos y fondos que están moviendo
están valorados en 1,07 billones de
euros, y son miles los empleados que se están trasladando a otros países de
la UE, según un informe emitido por
el New Financial. La diáspora de
empresas beneficiaría a otros países, como receptores de las mismas. En primer
lugar, se encuentra Irlanda, con más
de 100 empresas acogidas por este país. Seguidos de Luxemburgo (70), París
(61), Frankfurt (50), y unas 40 a Ámsterdam.
Por otra parte,
de nuevo nos vemos abocados a contar con un presupuesto prorrogado, para el año
2020, con las naturales dificultades de todo tipo que esto supone, y con la
falta de operatividad que impone esta anómala situación presupuestaria, donde
un partido de corte progresista se ve en la necesidad de aplicar una política
presupuestaria, diseñada por la derecha, en un periodo de ajuste tras la salida
de la gran crisis.
Bruselas, como me he referido
anteriormente, ha requerido al gobierno español a que ‘aclare’ algunos
conceptos, que nos les cuadran, de las cuentas que se le han mandado. Al
parecer le faltan algo así como unos siete mil millones de euros, y nos
suspenden por incumplir las reglas fiscales europeas (principalmente se
refieren al incumplimiento del déficit y a la contención del gasto público). O
bien recortamos el gasto (algo verdaderamente improbable), o bien se aumentan
los impuestos. Y aquí es donde el PSOE
tiene un verdadero nudo gordiano que resolver.
En plena pre
campaña para las generales del 10 de
noviembre, todos los candidatos están en su salsa, tirando de chequera y
ofreciendo lo que no está dicho. Y, por supuesto, a nadie se le va a ocurrir
hablar de aumentar la presión fiscal, y menos en el planteamiento de recortes
en el gasto social. Más bien al contrario. Todos son maestros en la cuadratura
del círculo, y son capaces de tomarnos el pelo prometiendo el oro y el moro, y
sin decirnos como lo vamos a pagar. Como si no se supiera que, al final el palo
nos viene encima de las costillas de la inmensa mayoría de la clase media, que
es la que soporta la parte más importante de la carga impositiva que se produce
en nuestro país.
A veces pienso
que los políticos no nos toman en consideración. Y, es posible, que alguno se
trague las simplezas que se dicen en este tipo de situaciones, pero a la
inmensa mayoría de los ciudadanos lo que nos pasa es que estamos hartos de
tanta estupidez y de que nos tomen por tontos. Las promesas que se vierten en
una campaña electoral, están plagadas de mentiras y de mensajes torticeros, y solo
sirven para arengar a sus acólitos y para hacer ruido y que los medios de
comunicación nos den la paliza de forma insufrible hasta el punto que todos
estamos deseando que llegue la jornada de reflexión.
Pero volviendo
a la economía, la verdad es que estoy deseando que pasen estas elecciones, dado
que, si como parece, podría ganarlas de nuevo el PSOE, me gustaría comprobar cuál es la política económica que va a
aplicar. Por un lado, tiene que contentar a su electorado, más radical y
fundamentalista que el propio gobierno; y, por otro, en el Partido Socialista saben que hay determinadas políticas económicas
que no se van a poder implementar, máxime cuando la ‘ralentización’ de la economía (desaceleración se decía en la época
de Zapatero) es un hecho
incuestionable que va a marcar unas políticas menos expansivas y con un control
financiero a los que la izquierda no está especialmente acostumbrada.
Un hecho que
confirmaría esta aserción sería la idea de ‘aparcar’ la tan denostada reforma
laboral que llevó a cabo el gobierno de Rajoy
y que, sin embargo, en la Unión Europea
han respaldado de forma inequívoca como uno de los factores que han hecho
posible la trabajosa recuperación de un país que ha salido de la UCI, pero que está en ‘planta’ con una
fuerte dosis de estimulantes y un control del que no vamos a poder prescindir
hasta que pase esta pandemia.
No creo que lo
que tenga que venir se pueda asimilar a una recesión como la que hemos padecido
recientemente. Así lo aseveran todos los economistas y profesionales estudiosos
de esta materia, si bien, como siempre, cada uno tiene su receta para afrontar
esta situación que, a todas luces, nos va a afectar. Y aquí me surge la duda de
si nuestros políticos estarán preparados, o estarán pensando todavía que
jugamos en la Champions League.
Que Dios nos
pille confesados.
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