Los Alcázares como Fuenteovejuna
La pasada semana dediqué mi artículo a las recientes inundaciones del
13 de septiembre, abordando, en su
contenido, la cara más amable y gratificante que nos deparó este desgraciado
episodio. La riada de solidaridad,
como así se titulaba el mismo, sin embargo, ha dado paso a una serie de
planteamientos, a los que no podemos sentirnos ajenos, que van a marcar los
acontecimientos que se produzcan a partir de ahora, con el objetivo de plantear
una solución definitiva a lo que ya califiqué como una ’catástrofe endémica’.
Cuando los
vecinos de Los Alcázares, empeñados
de nuevo en remontar este episodio, nos cruzamos en la calle y nos ponemos a
hablar, no hay otro tema de conversación que el de las inundaciones. Y una
frase que ya se ha hecho tópica, pero que, por desgracia, resume y engloba
cualquier otra sensación o preocupación que ahora nos embarga. La frase es ¿y tú
crees que esto se va a solucionar?
Y es que, nunca
mejor dicho, ha llovido sobre mojado. Las inundaciones de diciembre de 2016 estaban, permanentemente, en la mente de los
alcazareños. Estábamos avisados, prevenidos y un tanto aco…bardados. Desde
entonces, cualquier atisbo de lluvia, por pequeña que esta fuera, se ha vivido
en Los Alcázares como una exposición
de tablachos, a cuál lo tiene más grande. No había calle ni casa que se precie,
que no tuviera el suyo; la mayoría, por cierto, en color blanco. Un blanco que
simboliza la pureza pero que, en este caso, no la ha respetado, ya que el agua
venía teñida de barro. De un barro procedente de ’tierradentro’ que hizo
todavía más difícil la lucha contra este infernal líquido elemento.
Y es que los
arrastres producidos por la tromba de agua, y su recorrido a través de las
tierras de labranza, encontraron un fatal aliado en la tierra seca y
polvorienta de una comarca que llora porque no llueve y solloza cuando diluvia.
Un regidor,
abatido por los acontecimientos, decía en una de sus primeras manifestaciones:
“Desde las cuencas de Carrascoy y Sierra
Espuña, la orografía del terreno se ha ido conformando ‘por obra y arte de
la mano del hombre’ (esto último es
de mi cosecha) de tal forma que se ha
configurado como un embudo donde todas las aguas van a desembocar a Los
Alcázares”. A lo que yo le añadiría aquello de: …y no estamos preparados para luchar
contra los elementos.
No se trata
ahora de buscar culpables, ni de lamentarse por esto o por aquello. Se trata de
buscar soluciones. Lo que tenemos
que hacer es restituir la orografía original de la ‘cuenca’, si es que es
posible, y si es que se pudiera asegurar que con esta actuación se acabaría con
el problema. O bien plantear soluciones hidrológicas de nuevo cuño, que palíen
la situación creada y minimicen lo efectos de una catástrofe natural, como la
que hemos soportado, que, por otra parte, son imprevisibles y se deben a designios
de la naturaleza que, se ha demostrado, no podemos controlar.
Los alcazareños
no buscamos subvenciones, pedimos SOLUCIONES. Y estas tienen que venir de la
mano de las administraciones, local, regional y estatal. Como ya le manifesté
al alcalde de Los Alcázares, es hora
de unirse todos y emular a Fuenteovejuna. Tenemos que exigir a todas las Administraciones que se dejen
las estrategias partidistas y se pongan en primer tiempo de saludo, todos
unidos y sin hacer uso electoralista alguno de lo que ha sido una auténtica
desgracia. Es hora de sumar, y nosotros, los ciudadanos, tenemos también la
obligación de hacer piña y sonar como una sola voz. Una voz que tiene que ser
unánime, y el Ayuntamiento de Los
Alcázares debe ser el amplificador que haga llegar ese grito sosegado a
todas aquellas instituciones que tengan alguna parte de responsabilidad en la
solución del problema.
Al parecer los
Ayuntamientos de Torre Pacheco y Los Alcázares han hecho causa común a
la hora de planificar las estrategias y medidas a plantear, dado que el
problema es común (no olvidemos que las inundaciones se produjeron también
–aunque con menor intensidad- en el municipio pachequero). Una decisión que es
plausible y que yo propongo se haga ampliable a los municipios ribereños (también
afectados) como son San Javier y San Pedro del Pinatar. Desconozco la
razón de no haberla hecho extensiva, y no creo que sea motivada por la
diferencia ideológica de los consistorios. Si eso fuera así, mal empezamos.
Tiempo hay para reflexionar y reaccionar.
Es hora de
tomar medidas. En estos momentos todos tenemos una solución en la cartera. Aquí
pasa como en el fútbol que, cuando ha acabado el partido, cada aficionado es un
entrenador en potencia, criticando y planteando sus ideas. Cada ‘maestrico’ viene con su ‘librico’, o lo que es lo mismo, cada
vecino trae una solución debajo del brazo. Yo, por supuesto que no tengo
ninguna, ni se me ocurriría plantear opción alguna en tema tan complicado y en
el que hay suficientes profesionales y expertos con capacidad y categoría suficientes
para analizar la situación y plantear la solución.
Lo único que
tengo que manifestar es que resido, hace ya casi treinta años, en la ahora denominada ‘zona cero’ de Los Alcázares, y nunca habíamos tenido unas inundaciones como las
que hemos padecido últimamente. La primera, en diciembre de 2016, y esta de septiembre, corregida y aumentada. Los Alcázares está jalonado por dos
ramblas denominadas de “La Maraña” y
la del “Albujón”. Entre estas dos
ramblas se encuentra la zona urbana más antigua que, hasta el año 2016, no
había sufrido una especial incidencia. No sé si la culpa la tiene la Autovía AP-7, la roturación indiscriminada de bancales; o determinadas construcciones, autorizadas en zonas
donde no se debían haber expedido licencias de obras. Ni sé tampoco si la
solución viene de la mano de unas obras ingentes de ingeniería hidráulica que reconduzcan estos caudales a través de
nuevos cauces más amplios. O si hay que expropiar edificios y reconstruir la orografía
que se ha perdido… o si hay que hacer más pantanos…
(ahora que estamos revisando la memoria histórica).
Lo que sí estoy seguro es que Los Alcázares se está jugando su
futuro. Se ha creado un caldo de cultivo propicio para la rumorología y el
pesimismo. Los vecinos hablan de cierres de negocios y de ventas de viviendas.
Nos estamos jugando la supervivencia de un pueblo, nacido de la voluntad de sus
habitantes que, en su día, apostaron por crear un espacio de convivencia. Un lugar
desde el que acogemos a todos aquellos que nos visitan, y donde se puede
disfrutar de una geografía privilegiada (junto al Mar Menor) y de la sencillez y amabilidad de sus gentes. Pero
también, un espacio muy frágil que no se puede permitir una nueva tragedia, de
la que nunca, jamás, nos repondríamos.
Por favor, no se olviden de
nosotros. Y, mientras tanto, lo dicho: Los
Alcázares como Fuenteovejuna.
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