La fuerza de la razón
Desde que se
produjo el anuncio oficial de las sentencias por el proceso catalán, y la
consiguiente reacción del independentismo más radical, noto que una parte de
nuestra sociedad está sufriendo una cierta crispación, condimentada con la
salsa de una pre-campaña electoral, ciertamente anodina, que no despierta el
más puro interés y que nos pilla cansados y hartos de tanta retórica repetitiva
y estereotipada, en parte dada la escasa talla intelectual de la mayoría de los
políticos metidos a oradores.
Es algo con lo
que tenemos que ir contemporizando y a lo que nos tenemos que acostumbrar, dada
la deriva ‘informativa’ que ha asumido nuestra sociedad y donde no hay móvil que se precie, que no tenga
conectado un servicio de noticias instantáneas. Un servicio que, algunos, lo
juzgan como muy interesante y necesario, pero que yo lo veo como todo lo
contrario. ¿qué ganamos con enterarnos, antes que el vecino, de las noticias
(la mayoría negativas) de las que voy a ser conocedor con posterioridad. Lo
único que puedo conseguir es cogerme un cabreo con algunas horas de
anticipación.
De todas
formas, no crean ustedes que yo intento ponerle puertas al campo. No es así,
no; lo que ocurre es que he querido hacer esta introducción para llamar la
atención de aquellas personas que, teniendo alguna responsabilidad política y/o
administrativa y con un cierto predicamento hacia nuestra sociedad, están
dejándose influenciar por esta corriente. Y cuando les ponen una ‘alcachofa’
(léase micrófono), o se suben a una tarima (aunque sea para parecer más altos)
se dejan llevar por los efluvios generados por determinados acontecimientos y,
aprovechando que el Pisuerga pasa por
Valladolid, quieren hacer caja, a costa de estos.
No todo vale. Ya lo he escrito en
alguna otra ocasión. Hay algunos temas y situaciones que no son susceptibles de
ser utilizadas como munición contra las formaciones políticas de signo
contrario, sean estas las que fueren. Los recientes acontecimientos acaecidos
en Cataluña, es una buena muestra de lo que los partidos políticos, y sus
representantes, no deberían hacer nunca. No se deberían utilizar argumentos algunos
referenciados a situaciones críticas, como son las que estamos viviendo con el
proceso independentista abierto y que ha dividido materialmente a la sociedad
catalana. En estos momentos, los partidos llamados constitucionalistas deberían
hacer piña y, aunque se tengan que tragar algún sapo, mostrar una unidad que yo
no he visto ni por el forro. Tras la ronda de consultas de Sánchez con los líderes de los partidos de la oposición, a estos,
en vez de transmitir aquello que les une, les faltó tiempo para salir a la
palestra a manifestar en lo que no estaban de acuerdo.
Siempre he
mantenido que, gobierne quien gobierne, hay determinadas cuestiones que deben
estar por encima del rifirrafe político. La clase política española se está
dejando influenciar por el calentamiento
global al que está siendo sometido nuestro país, aunque sea de una forma
mediática, y eso repercute en el tratamiento de determinados problemas que
exigen una cierta templanza conducida por una mente fría. Quiero resaltar aquí
lo que, para mí entender, ha sido el excelente trabajo realizado por las
fuerzas de seguridad en los recientes disturbios ocasionados en Barcelona. Estoy seguro que esta
opinión no será concordante con la de muchos otros que piensan de forma
contraria, y que yo respeto, pero la mesura, la templanza, la contención y todo
ello regido por una mente fría, han impedido una situación que, a mi modo de
ver, hubiera sido catastrófica.
Los
secesionistas han intentado buscar el enfrentamiento y hacer efectivo el mantra
de “cuanto
más peor mejor” que les viene de perlas. Intentando propiciar una
actitud reactiva desproporcionada, que diese lugar a lo que en el argot de la
policía se denomina como un “cisne
negro”. Un suceso extraordinario de gran impacto, que se pueda utilizar,
por parte de los alborotadores, en beneficio de sus intereses sediciosos. A
todo esto, las fuerzas de seguridad haciendo gala de esa sangre fría a la que
me refería anteriormente, dieron toda una lección de sensatez, por más que
algunos estuvieran retorciéndose las tripas para no responder con la
contundencia con la que los atacantes lo hacían. Es la fuerza de la razón, frente a la razón de la fuerza que esgrimen los
violentos.
El Partido Socialista, en estos momentos,
tiene la responsabilidad de gobierno, y los partidos de la oposición moderada (PP y Ciudadanos) también tienen su responsabilidad. Y esta es la de
propiciar una mayoría sólida que permita afrontar estos problemas con sentido
de Estado. Para los experimentos
extra constitucionales ya están los otros partidos extremados (Podemos y sus confluencias –es que ya
no sé cómo llamarles jope-, VOX y
los nacionalistas). Unas formaciones
políticas que saben que no van a gobernar y se pueden permitir el lujo de
tirarse al monte con propuestas que, ellos mismos lo reconocen, no van a
conseguir desarrollar nunca .
No es momento
de buscar réditos electoralistas. Reconozco que la proximidad de las elecciones
condiciona este tipo de postureos y endurece el lenguaje de los candidatos.
Pero, en estos casos, debe imperar la cordura, y la inmensa mayoría de los
ciudadanos estamos esperando de la clase política que esgriman ese ‘seny’ del que otros han presumido, y
que ahora les toca ejercer al resto de españoles. Y algo más. Por favor,
pónganse de acuerdo y comprométanse a dejar gobernar a la lista más votada, si
no hubiera posibilidad alguna de conformar una mayoría absoluta a través de
pactos.
Al parecer Ciudadanos ya ha asentido con esta
posibilidad. ¡A buenas horas mangas verdes! ¿por qué no lo han hecho antes y
nos hubiéramos ahorrado, además del cabreo que tenemos, una porra de millones
que nos cuestan las elecciones.
Los violentos
están perdiendo la batalla política, no perdamos nosotros la batalla de la razón.
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