Los votantes no se equivocan
Decía un
eminente sociólogo (refiriéndose al resultado de las elecciones) que ‘los votantes no se equivocan’. Y debe
ser así, pero –yo apunto- ¡qué mala leche que tenemos algunas veces, jolín!
La torpeza de Pedro Sánchez al convocar elecciones,
con el objetivo de mejorar sus resultados del pasado 28 de abril, le han conducido de Guatemala a Guatepeor.
Y todo lo que ha prometido (en campaña) con el objetivo de atraerse el centro
político y moderado, ahora se lo está comiendo con patatas, dado que se ve
abocado a pactar con los nacionalistas e independentistas, si quiere continuar
durmiendo en La Moncloa, ahora que
–al parecer- Pablo Iglesias ya no le
quita el sueño.
El grado de
atomización que se ha producido en el Congreso
de los Diputados complica bastante la negociación para la consecución de
una investidura que pueda generar un gobierno, nada radicalizado, que es lo que
España precisa en estos momentos.
Una situación extraordinaria, donde dos acontecimientos de suma importancia
precisan de una estabilidad y moderación en la acción de gobierno, y donde se debería
buscar el máximo consenso y cooperación entre todas las formaciones políticas
que apoyen la vía constitucional. Estas dos causas a las que me refiero, son,
la situación de crisis económica en la que estamos entrando, de forma más
acelerada a lo previsto, y la inseguridad y desestabilización social que se
está produciendo como consecuencia del problema territorial planteado en Cataluña.
Por lo que
respecta a la política económica, el peligro de repetir los errores del pasado
es menor, ya que la Unión Europea
nos está vigilando tras la reciente crisis padecida, estando monitorizados de
forma minuciosa, y en una situación de vigilia permanente que nos da una cierta
garantía frente a las veleidades y derroches que algunos partidos quieren
imponer, camuflándolos en concepto de un supuesto gasto social.
Pero, el otro
acontecimiento (el proceso por la segregación de Cataluña) es ya una cuestión interna
de nuestro país y, en este tipo de cuestiones, Europa no se moja y nos deja hacer, si bien se muestra preocupada
por los efectos colaterales, y como
este tipo de movimientos ciudadanos pueda afectar al modelo territorial y la
cohesión interna del resto de países que conforman la UE.
Ante el
endiablado laberinto generado por la fragmentación del legislativo salido de
las urnas, el PSOE no ha tenido más
remedio que hacer lo que, en realidad, no quería, pero que es lo único que le
han dejado. El pacto con su directo rival Podemos,
al que ha intentado arrinconar y casi extinguir, sin conseguirlo. Si a esto
añadimos la reacción en la noche electoral, de los partidos más a la derecha,
cerrando el paso a cualquier tipo de acuerdo en relación con la investidura, en
cuestión de horas la aritmética parlamentaria convirtió lo imposible en posible,
y Pedro Sánchez escenificó, una vez
más, uno de sus famosos bandazos a los que ya nos tiene acostumbrados.
Su decisión de
pactar con su izquierda más radical, sorprendió a todos, cuando los analistas y
la totalidad de las tertulias políticas ya estaban lanzando propuestas y
deshojando la margarita, con las distintas posibilidades que se abrían en un
parlamento atomizado, y donde las quinielas eran tan dispares como el número de
tertulianos participantes.
Una vez más, el
líder del PSOE ha hecho maravillas
con su poder camaleónico, del que hace gala, y donde, de la necesidad ha hecho
virtud, desdiciéndose de todo aquello que había prometido en la campaña
electoral (ya se sabe aquello que decía el profesor Tierno Galván: ‘las promesas
en campaña se hacen para no cumplirlas’) y ahora, al parecer, todo vale. Ya
no existe ningún problema en que Pablo
Iglesias configure un gobierno dentro de otro gobierno, como apuntó en su
momento el Sr. Sánchez. Ni que Podemos defienda un referéndum de
autodeterminación para Cataluña, o
que se configure como un caballo de Troya,
dentro del gobierno socialista, y dinamite la política económica que la UE nos imponga. No existe ya ninguna de
las líneas rojas, a las que el presidente del gobierno aludió repetidas veces
tras la legislatura nonata: pero eso,
al fin y al cabo, no es más que una demostración palpable de las mentiras a las
que Pedro Sánchez, por desgracia,
nos tiene ya acostumbrados.
Lo peor, no
obstante, está por venir. El ‘abrazo de Vergara’ como ya se le ha
calificado al pacto, ha dado paso a una negociación contra reloj, con el objeto
de recabar el resto de apoyos necesarios para llegar a conseguir una
investidura, bien en primera o en segunda convocatoria (con mayoría simple). Y
esto no es precisamente fácil, que digamos, dado el espectro político (nunca
mejor dicho lo de espectro) con el
que nos encontramos.
La correlación
de fuerzas políticas existente da como resultado la necesidad de pactar con los
grupos independentistas, salvo que Ciudadanos
o el PP lo impidiesen con su
abstención. Y aquí, de nuevo, nos situamos en la encrucijada en la que
estábamos tras la anterior consulta electoral. La historia se vuelve a repetir,
y la posibilidad de bloqueo o de estar en manos del secesionismo es una
realidad a la que nos enfrentamos otra vez.
La pregunta que
nos estamos haciendo muchos ciudadanos es la siguiente: Si Sánchez consiguiera aglutinar todos los votos del arco
parlamentario (excepción hecha de Cs,
PP, VOX y los representantes del
independentismo) en favor de su candidatura, todavía le faltarían 7 escaños
para la mayoría absoluta. Si la inmensa mayoría de los españoles no queremos un
gobierno que dependa del voto independentista, tan solo quedarían los partidos
del bloque de centro-derecha. Y, en este caso, ¿qué alternativa existe si estos
se niegan a facilitar la investidura (aunque sea con una abstención)?
Mucho me temo
que la cerrazón política nos está conduciendo, de nuevo, a un camino sin
salida, donde el sectarismo ideológico de unos y el empecinamiento de otros nos
van a castigar, consiguiendo favorecer la desestabilización que los enemigos de
la unidad de España están
persiguiendo. Los partidos que puedan impedir esta situación ya no podrán zafarse
de su responsabilidad, por haberlo permitido.
Como decía al
principio, los votantes no se equivocan, pero nos lo podrían haber puesto
un poco más fácil.
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