miércoles, 27 de noviembre de 2019

La ecuación económica

La ecuación económica



La pasada semana, las autoridades económicas de la UE nos volvieron a dar un tirón de orejas, y rechazaron, una vez más, las cuentas que, el Gobierno de España, les había remitido para el año 2020. La Comisión Europea señaló un “riesgo de desviación significativa” (unos nueve mil millones de €uros) al referirse al presupuesto remitido por España. Además, nos formulan dos recomendaciones, de manera encarecida. Una está referida a la obligación de amortizar la alta deuda que tiene nuestro país, y la segunda, abordar el endémico problema de las pensiones, que se ha demostrado no son sostenibles.

Nada más conocerse la noticia, el presidente Sánchez, salió a la palestra (en un foro de empresarios) a tranquilizar al respetable, prometiéndoles un control estricto de las cuentas y, sobre todo, del gasto. El mismo Sánchez que días antes pactaba con Podemos una política económica que nada tiene que ver con lo que nos recomienda Bruselas y en la que el gasto, si es que se cumplen los acuerdos firmados, se dispararía, y haría insostenible el control presupuestario que se nos demanda.
Dos caras de la misma moneda. Dos talantes del mismo presidente que, una vez más, nos toma por tontos y manifiesta, según el auditorio que tenga enfrente, lo que este quiere oír. No se puede sorber y soplar al mismo tiempo. Es un juego al que nos tienen acostumbrados nuestros gobernantes, pero que, en este caso, genera un peligro encubierto; y es que con las cosas de comer no se juega.
Las reglas por las que se rige una economía de libre mercado son claras y transparentes. Si un país gasta más de lo que ingresa, se le produce un déficit que se convierte en deuda y tiene que ser asimilado mediante una amortización controlada. España tiene en estos momentos una de las deudas más voluminosas, entre los países de nuestro entorno, que asciende a la friolera de 1.207.027 millones de €uros, lo que equivale a una deuda per cápita de 25.800€ por habitante. Si esta situación la enmarcamos en el contexto de la economía global, en el que nos encontramos, con una evidente ralentización (sin llegar a la recesión) que nos está obligando a revisar –a la baja- las cifras de crecimiento y a reconocer un parón evidente y un estancamiento en la creación de empleo, las perspectivas no es que pinten muy halagüeñas, que digamos.
Frente a este panorama, nos encontramos con la cruda realidad a la que nos ha abocado el resultado de las últimas elecciones. La endiablada situación de fragmentación política que ha propiciado el resultado en las urnas está obligando a establecer una serie de alianzas, para la conformación y estabilidad de un gobierno, que en nada favorecen las necesidades de moderación y estabilidad que nuestra economía precisa.
La batuta de las negociaciones, como es natural, la está blandiendo el PSOE, quien ha dejado entrever que los ministerios más “sensibles” los van a controlar desde Ferraz. Uno de esos ministerios, el de Economía, estaría reservado (con el rango de Vicepresidencia) a Nadia Calviño, quien –como ya sabemos- se ha criado a los pechos de la Unión Europea, y no es proclive a las veleidades que Pablo Iglesias (su nuevo socio de gobierno) quiere imprimir en un pacto que le supone la supervivencia personal. Un acuerdo con el PSOE, que le va a permitir demostrar a sus acólitos que, aunque pierda escaños de una forma continuada, es capaz de sobrevivir y tratar de hacerle la pascua a su rival (y ahora socio preferente), al que no le dejaba conciliar el sueño, tan solo hace un mes.
El problema es muy simple y se circunscribe a una simple ecuación cuyos términos son: la preocupante situación de alerta en la económica global, el escenario de inestabilidad social generado por la crisis territorial en Cataluña, y la más que posible radicalización y endurecimiento de las políticas laborales, consecuencia de la configuración del gobierno de coalición. Estas variables están produciendo una cierta ralentización de la actividad económica, lo que se va a traducir en una menor inversión y un menor crecimiento del PIB, y lo que conllevará menos ingresos, un menor consumo (que hasta ahora había sido el motor del crecimiento), y al final un cierto crecimiento del paro. ¿Les suena esto de algo?
Es indiscutible que hay unos ciertos mecanismos de control, y que nuestra economía está vigilada por la UE, que ya nos ha hecho las recomendaciones a las que me refería al comienzo de este artículo, y que no nos va a permitir más ‘Planes E’ (made in Zapatero), aunque para ello nos tengan que mandar, de nuevo, a los ‘hombres de negro’.
Pero también es cierto que al Gobierno le queda una acción de oro en la manga para la consecución de su programa de gobierno, y esa no es ni más ni menos que la subida de la presión fiscal. El juguete favorito de la izquierda, sin el cual no se va a la cama ninguna noche. Los nueve mil millones de desvío presupuestario, los van a querer sacar subiéndonos los impuestos. Pero como, además, hay que satisfacer las necesidades de todos aquellos que presten su voto para la investidura, y dado que este tipo de pactos se hace tirando de chequera, nos encontraremos con una serie de gastos asumidos en compromisos espurios, que tendremos que pagar entre todos, como siempre y de la misma forma.
Por tanto, si –como parece- la decisión de incrementar el gasto está asumida por Moncloa, y su financiación a cargo de una mayor presión fiscal, también, se podría producir la siguiente secuencia: El tejido empresarial (motor principal de la economía) se resentiría y frenaría su dinamismo y crecimiento. Se generaría una deslocalización de empresas y aquellas otras nuevas inversiones se derivarían a otros países con una presión fiscal más moderada, como Portugal, que ya se está beneficiando de esta diáspora. Se estancaría el crecimiento del empleo, incluso podría aumentar el paro; y se frenaría el consumo y el crecimiento, lo que repercutiría en los salarios y en un mayor empobrecimiento.
Con estos mimbres, la incógnita final sería conocer el tiempo que este bipartito podrá gobernar sin que Pablo Iglesias saque los pies del tiesto. Por si acaso, este ya ha advertido por carta a sus militantes: Vamos a gobernar en minoría dentro de un Ejecutivo compartido con el PSOE, en el que nos encontraremos muchos límites y contradicciones, y en el que tendremos que ceder en muchas cosas”. ¿Se estará curando en salud?
La ecuación económica se resolverá, seguro. Y los afectados por su resultado final seremos, como siempre, los ciudadanos de a pie, que estamos alarmados con la que se nos viene encima. Algo parecido debe sentir Pedro Sánchez si quiere resolver esta ecuación. Si hace tan solo un mes, la idea de contar con Iglesias en su gobierno le quitaba el sueño, ahora va a tener que inyectarse ‘orfidal’ en vena. Y si no, al tiempo.
Jesús Norberto Galindo // Jesusn.galindo@hotmail.com

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