miércoles, 22 de enero de 2020

A vueltas con las pensiones

A vueltas con las pensiones



Pasada la fiebre de la investidura del nuevo gobierno, y las previas negociaciones que tan caldeado han dejado el ambiente, mi artículo de esta semana lo voy a dedicar a reflexionar sobre las pensiones y su sostenibilidad. Un tema que siempre está de actualidad, pero al que, por no sé qué extraña razón, los últimos gobiernos de turno no le han prestado la debida atención y han dejado la patata quemarse en el horno de la indiferencia, tras aplicarle un programa cargado de inacción.

No es fácil abordar este problema, sobre todo cuando los que tienen que aportar soluciones están influenciados por determinadas limitaciones ideológicas. Un condicionamiento que les impide abordar estas cuestiones con la objetividad de un tratamiento técnico y profesional que garantice la máxima objetividad y racionalización en la aportación de resultados.
A nadie se le escapa que nuestro actual sistema público de pensiones está en la UCI, dado que todavía no se han puesto de acuerdo en el diagnóstico y, en consecuencia, no hay tratamiento alguno que se le haya implementado, y que nos permita que lo ‘pasen a planta’. Uno de los causantes de este empeoramiento es la mayor esperanza de vida de los españoles, y el bajo índice de natalidad. Dos factores que, en nuestro país, se complementan y se manifiestan de forma exponencial, dando como resultado un menor crecimiento de la población activa, que es la que mantiene, con sus impuestos, el régimen de prestaciones sociales, entre los que destaca, sobremanera, nuestro sistema de pensiones.
Los Pactos de la Moncloa y, posteriormente, el Pacto de Toledo, en su día, fueron instrumentos indispensables para afrontar el reto del Estado del bienestar, en el que nuestro país se fue acomodando a lo largo de las últimas décadas. Han sido casi cuarenta años de bonanza en los que se han sentado las bases que han garantizado estas prestaciones. Pero llegó un momento, quizá coincidente con la última crisis sufrida (aunque no necesariamente imputable a ella), que el sistema dejó de funcionar, sin que nadie haya movido un dedo para coger este toro por los cuernos y llevarlo al redil. Se trataba de encontrar una fórmula que nos pudiera generar otros 40 años de estabilidad, en los que las actuales generaciones pudieran gozar de una cierta seguridad. Pero nuestra clase política ha estado entretenida en otras cosas, más prioritarias para ellos, y se han olvidado de que los habíamos elegido para resolver nuestros problemas, y no para arreglarse los suyos.
Existen diversas fórmulas a las que podemos acudir para mantener las prestaciones y los beneficios derivados de este sistema. Pero lo que está claro es que el actual sistema ya no sirve y hay que explorar nuevos procedimientos que, en otros países, ya se han ensayado y están operando de una forma satisfactoria. En todo caso, lo que es urgente en tema tan capital es lograr un consenso mayoritario que lo posibilite. Hay que despolitizar esta actuación. El acuerdo al que se llegue debe beneficiar a la casi totalidad del espectro social e ideológico de nuestra sociedad, y para eso no existe otra fórmula que la de los pactos que vinculen a los grandes partidos mayoritarios. No podemos permitir que el rodillo de un gobierno, por legítimo que este sea, cometa el error de endosarnos un trágala de esta envergadura; pero, sobre todo, que ponga en peligro uno de los pilares fundamentales de nuestro Estado del bienestar.
La política de grandes pactos en nuestro país, por desgracia, no está lo suficientemente desarrollada, pero ha llegado el momento de exigirles a nuestros gobernantes que asuman su responsabilidad y se dediquen a hacer política de Estado, y no la política de partido, a la que nos tienen acostumbrados y de la que ya estamos hartos.
Tuvimos una excelente oportunidad en las postrimerías de la legislatura truncada de Mariano Rajoy, cuando todos los partidos pertenecientes al Pacto de Toledo elaboraron un documento base para un acuerdo de mínimos muy interesante. Sin embargo, las luchas cainitas, que en aquél entonces se sostenían en el interior de Podemos, truncaron esta posibilidad cuando –en el último minuto- estos echaron por tierra el trabajo que se había elaborado, con toda meticulosidad y generosidad, por parte del resto de partidos.
Ahora que Iglesias está sentado en la mesa del Consejo de Ministros y, aprovechando que ya son ‘casta’ (las prebendas que genera el poder amansan al populismo), sería una ocasión ideal para retomar el diálogo sobre la sostenibilidad de las pensiones y, sin tantos postureos inútiles, tratar de conformar un acuerdo mayoritario, como en su día sucedió en la etapa de la transición española que, por cierto, los podemitas tanto han criticado.
Recientemente el Banco Central Europeo (BCE), en un análisis exhaustivo de la zona Euro, y en el que citaba expresamente a España como uno de los países afectados, advertía de que el envejecimiento de la población va a hacer imposible el equilibrio de las prestaciones dedicadas a los pensionistas. Incidía en que el sistema de reparto, que se aplica en España, tiene un futuro incierto, como consecuencia de la pirámide poblacional y el envejecimiento social, lo que generará un aumento del gasto en prestaciones sociales, sin que el relevo generacional en el mercado laboral equilibre la balanza.
El nuevo Ministro de Seguridad Social (José Luis Escrivá) anterior responsable de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIREF), ya advirtió sobre la necesidad de encontrar fórmulas para garantizar la sostenibilidad de las pensiones. Incluso defendió el retraso en la edad de jubilación, como una de las fórmulas a plantear. Es curioso, justo todo lo contrario de lo que, tan solo hace unos meses, pregonada el Sr. Iglesias, quien abogaba por adelantar la fecha de jubilación.  Ahora que los dos se sientan en la misma mesa, veremos quién es el que se lleva el gato al agua.
En todo caso, no es objeto de este artículo proponer esas soluciones, ni yo soy el más indicado para hacerlo. Pero sí que es mi objetivo, en la medida de lo posible y con toda la modestia del mundo, poner mi granito de arena, en tema tan crucial como este, instando a que se remanguen los puños de la camisa y se comprometan a encontrar, en el transcurso de esta legislatura, la solución a un problema que puede condicionar el futuro de nuestras jóvenes generaciones.
Como decía anteriormente, fórmulas, ‘haberlas haylas’. Si nos sentamos alrededor de una mesa y nos dejamos en nuestra casa el carnet del partido, seguro que encontramos la solución más conveniente.
¿Tan difícil es?
Jesús Norberto Galindo // Jesusn.galindo@hotmail.com


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