A vueltas con las pensiones
Pasada la fiebre de la investidura del nuevo gobierno, y las previas
negociaciones que tan caldeado han dejado el ambiente, mi artículo de esta
semana lo voy a dedicar a reflexionar sobre las pensiones y su sostenibilidad. Un tema que siempre está de
actualidad, pero al que, por no sé qué extraña razón, los últimos gobiernos de
turno no le han prestado la debida atención y han dejado la patata quemarse en
el horno de la indiferencia, tras aplicarle un programa cargado de inacción.
A nadie se le escapa que nuestro actual sistema público de pensiones
está en la UCI, dado que todavía no
se han puesto de acuerdo en el diagnóstico y, en consecuencia, no hay
tratamiento alguno que se le haya implementado, y que nos permita que lo ‘pasen
a planta’. Uno de los causantes de este empeoramiento es la mayor esperanza de
vida de los españoles, y el bajo índice de natalidad. Dos factores que, en
nuestro país, se complementan y se manifiestan de forma exponencial, dando como
resultado un menor crecimiento de la población activa, que es la que mantiene,
con sus impuestos, el régimen de prestaciones sociales, entre los que destaca,
sobremanera, nuestro sistema de pensiones.
Los Pactos de la Moncloa y,
posteriormente, el Pacto de Toledo,
en su día, fueron instrumentos indispensables para afrontar el reto del Estado del bienestar, en el que nuestro
país se fue acomodando a lo largo de las últimas décadas. Han sido casi
cuarenta años de bonanza en los que se han sentado las bases que han
garantizado estas prestaciones. Pero llegó un momento, quizá coincidente con la
última crisis sufrida (aunque no necesariamente imputable a ella), que el
sistema dejó de funcionar, sin que nadie haya movido un dedo para coger este
toro por los cuernos y llevarlo al redil. Se trataba de encontrar una fórmula
que nos pudiera generar otros 40 años de estabilidad, en los que las actuales
generaciones pudieran gozar de una cierta seguridad. Pero nuestra clase
política ha estado entretenida en otras cosas, más prioritarias para ellos, y
se han olvidado de que los habíamos elegido para resolver nuestros problemas, y
no para arreglarse los suyos.
Existen diversas fórmulas a las que podemos acudir para mantener las
prestaciones y los beneficios derivados de este sistema. Pero lo que está claro
es que el actual sistema ya no sirve y hay que explorar nuevos procedimientos
que, en otros países, ya se han ensayado y están operando de una forma satisfactoria.
En todo caso, lo que es urgente en tema tan capital es lograr un consenso
mayoritario que lo posibilite. Hay que despolitizar esta actuación. El acuerdo
al que se llegue debe beneficiar a la casi totalidad del espectro social e
ideológico de nuestra sociedad, y para eso no existe otra fórmula que la de los
pactos que vinculen a los grandes partidos mayoritarios. No podemos permitir
que el rodillo de un gobierno, por legítimo que este sea, cometa el error de
endosarnos un trágala de esta envergadura; pero, sobre todo, que ponga en
peligro uno de los pilares fundamentales de nuestro Estado del bienestar.
La política de grandes pactos en nuestro país, por desgracia, no está
lo suficientemente desarrollada, pero ha llegado el momento de exigirles a
nuestros gobernantes que asuman su responsabilidad y se dediquen a hacer
política de Estado, y no la política
de partido, a la que nos tienen acostumbrados y de la que ya estamos hartos.
Tuvimos una excelente oportunidad en las postrimerías de la
legislatura truncada de Mariano Rajoy,
cuando todos los partidos pertenecientes al Pacto de Toledo elaboraron un documento base para un acuerdo de
mínimos muy interesante. Sin embargo, las luchas cainitas, que en aquél entonces
se sostenían en el interior de Podemos,
truncaron esta posibilidad cuando –en el último minuto- estos echaron por
tierra el trabajo que se había elaborado, con toda meticulosidad y generosidad,
por parte del resto de partidos.
Ahora que Iglesias está sentado
en la mesa del Consejo de Ministros y, aprovechando que ya son ‘casta’ (las prebendas que genera el
poder amansan al populismo), sería una ocasión ideal para retomar el diálogo
sobre la sostenibilidad de las pensiones y, sin tantos postureos inútiles,
tratar de conformar un acuerdo mayoritario, como en su día sucedió en la etapa
de la transición española que, por cierto, los podemitas tanto han criticado.
Recientemente el Banco Central Europeo (BCE), en un análisis exhaustivo de la zona Euro, y en el que citaba
expresamente a España como uno de
los países afectados, advertía de que el envejecimiento de la población va a
hacer imposible el equilibrio de las prestaciones dedicadas a los pensionistas.
Incidía en que el sistema de
reparto, que se aplica en España,
tiene un futuro incierto, como consecuencia de la pirámide poblacional y el
envejecimiento social, lo que generará un aumento del gasto en prestaciones
sociales, sin que el relevo generacional en el mercado laboral equilibre la
balanza.
El nuevo Ministro
de Seguridad Social (José Luis
Escrivá) anterior responsable de la Autoridad
Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIREF), ya advirtió sobre la necesidad de encontrar fórmulas para
garantizar la sostenibilidad de las pensiones.
Incluso defendió el retraso en la edad de jubilación, como una de las fórmulas
a plantear. Es curioso, justo todo lo contrario de lo que, tan solo hace unos
meses, pregonada el Sr. Iglesias,
quien abogaba por adelantar la fecha de jubilación. Ahora que los dos se sientan en la misma
mesa, veremos quién es el que se lleva el gato al agua.
En todo caso, no es objeto de este artículo
proponer esas soluciones, ni yo soy el más indicado para hacerlo. Pero sí que
es mi objetivo, en la medida de lo posible y con toda la modestia del mundo,
poner mi granito de arena, en tema tan crucial como este, instando a que se
remanguen los puños de la camisa y se comprometan a encontrar, en el transcurso
de esta legislatura, la solución a un problema que puede condicionar el futuro
de nuestras jóvenes generaciones.
Como decía anteriormente, fórmulas, ‘haberlas
haylas’. Si nos sentamos alrededor de una mesa y nos dejamos en nuestra
casa el carnet del partido, seguro
que encontramos la solución más conveniente.
¿Tan difícil es?
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