Reflexiones sobre la investidura
A fuer de parecer
cansino, me van a permitir que me refiera a la ya tan manida investidura de Pedro Sánchez, a la que voy a dedicar este artículo, como
continuación -y punto final- al que escribí la pasada semana. En dicho
artículo, les remitía una carta a los Reyes
Magos, en la cual mostraba mi esperanza y pedía acabar con el mal rollo, y
que este suplicio se acabe de una vez, y podamos vivir en una sociedad normal,
donde la crispación sea algo extraordinario y anecdótico, y no se convierta en
el menú del día que nos han servido durante estos últimos meses.
Al final ha salido
lo que estaba previsto, si bien, un pelín ajustadillo por los cambios de última
hora a los que este tipo de funciones circenses nos tiene acostumbrados. No
obstante, y aunque Pedro Sánchez ha
logrado revalidar el alquiler del Palacio
de La Moncloa, al parecer, por otros cuatro años más, yo no me fiaría de la
credibilidad de los que le han avalado y tendría preparado el camión de la
mudanza por si un caso fuera y se adelantara el desahucio.
Y es que existe un
error de cálculo importante, cuando el actual gobierno alude a la composición
ideológica de la cámara y la legitimidad que le otorga la mayoría de izquierdas. Una suma que a mí no me
cuadra. O es que no saben contar, o es que no les interesa, salvo que cuenten
entre los partidos de izquierda al PNV, que es el que les ha posibilitado
su investidura. Al final una amalgama de partidos (en total diez) son los que,
con su voto afirmativo o su abstención, han posibilitado la conformación de
este gobierno. Un Gobierno débil,
como se puede ver, que va a necesitar algo más que la palabra de su Presidente (muy cuestionada por sus
continuas mentiras e incumplimientos) y que no va a poder cumplirla en muchas
ocasiones. Una situación, por tanto, que nos va a mantener en una permanente
inestabilidad, de la que no habremos salido.
Las intensas y
oscuras negociaciones que han posibilitado el ‘parto de la burra’ (como
las calificaba en mi anterior escrito), conllevan un riesgo que a nadie se le
escapa. El acuerdo, sujeto con pinzas de cirujano, está pendiente del hilo de
coser que se le ha enhebrado y que, todos sabemos, no es de la mejor calidad.
Por un lado, están las exigencias de calado de los partidos ‘externos’ que sostienen al gobierno (PNV y ERC). En cuyo cumplimiento se van
a basar para la continuidad del apoyo más allá de la investidura (véase lo que
ocurrió con la no aprobación de los últimos presupuestos). Por otra parte,
están los partidos ‘minis’, que
estarán más pendientes de la chequera y cuando el presupuesto no dé lo
suficiente para tapar sus bocas, lo utilizarán como moneda de cambio al saber
que la mayoría minoritaria de la que dispone el gobierno es de uno o dos
escaños únicamente.
A todo esto, en el
PSOE se insiste en que el acuerdo es
de investidura y no un pacto de gobierno. Algo rocambolesco y contradictorio,
pues yo me pregunto, ¿de qué sirve una investidura si no hay garantías de que
se va a poder ejercer la acción de gobierno? ¿acaso no somos conscientes que
sin un acuerdo previo que garantice la aprobación de los presupuestos, y otra
serie de iniciativas programáticas, no es posible la gobernabilidad? Claro que
si nos guiamos por la diputada por ERC
(Montserrat
Bassa), quien le dijo al Presidente:
‘la gobernabilidad de España me importa un comino’, creo
que tenemos mucho más claro el infierno en el que se va a convertir el transcurso
de esta legislatura.
En este tipo de
manifestaciones es donde se palpa el oscurantismo de los pactos a los que se
han llegado. ¿Cómo va a gobernar Sánchez
al día siguiente de la investidura si no ha llegado a ningún pacto programático
de gobierno? ¿alguien puede contestar esta pregunta? Algunas fuentes de Moncloa afirman que el Presidente tiene atado y bien atado el
acuerdo para una legislatura que prevé va a ser muy complicada en el día a día,
y por las múltiples variables que se van a presentar.
Está claro que,
todavía, hay mucha tela que cortar, y que nos iremos enterando de lo que nos
cuesta el traje, sobre la marcha. El problema es que no sabemos si vamos a
poder cambiar de sastre o nos vamos a tener que poner el traje, aunque nos esté
como a un crucifijo un par de pistolas. En todo caso tenemos que estar
preparados para lo más impredecible. La XIV legislatura que, esta semana ha
echado a andar, va a darnos mucho de qué hablar y, aunque una inmensa mayoría
no le da mucho tiempo de vida parlamentaria, el periodo que ahora comienza va a
ser tenso e intenso.
A modo de resumen,
quiero expresar la importancia de un hecho que, a mi entender, ha sido
significativo en el contexto de la sesión final de investidura.
Ante lo ajustado
del previsible resultado y a tenor de que algunos de los diputados de la
bancada socialista pudieran votar en conciencia (sin atenerse a la disciplina
de partido), tanto ERC como Bildu tenían preparado un “plan
B”, que consistía en cambiar sus votos, de la abstención al sí. Con lo
que lograrían neutralizar cualquier disidencia no prevista.
Mi reflexión, no exenta de preocupación,
la manifiesto así: si ERC y Bildu están tan interesados en que se
conforme este gobierno, eso no tiene que ser muy bueno para España.
Lo veremos sobre
la marcha, pues hoy está todo muy oscuro como para poder preverlo, pero –como
dice el refrán- lo que hoy cuesta dinero, mañana se sabe de gratis.
Que Dios nos pille
confesados.
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