Guerra al diésel
A todo esto, la ministra para la Transición Ecológica, tampoco es que haya ayudado mucho, cuando –en unas
declaraciones algo inoportunas- se ha referido a la hipotética desaparición de este carburante que afectaría al 56% de
los 32 millones de vehículos del parque automovilístico español y obligaría a reemplazar cerca de 18
millones de ellos. Todavía
resuena el eco de aquella frase tan desafortunada que pronunció la señora Teresa
Rivera: “El diésel tiene los días
contados”. Por supuesto, y todos nosotros (incluyéndola a ella) también,
pero eso no nos empuja a ir pregonándolo a los cuatro vientos como si fuera el
apocalipsis.
Si consideramos que más de la
mitad del parque móvil que circula por las carreteras españolas utiliza el
diésel como combustible, no es difícil entender la alta preocupación surgida en
el seno del sector del automóvil, en España, donde, desde su patronal,
han avisado que se están poniendo en riesgo más de 40.000 puestos de trabajo.
España es el segundo país de Europa
y octavo del mundo en fabricación de coches. Nuestro país exporta alrededor de un 84% de los coches y comerciales que
produce, siendo nuestros principales clientes Alemania, Francia y Reino Unido.
Recientemente,
el Director del Salón del Automóvil de
Barcelona, en la inauguración de la presente edición, manifestaba que el
gobierno se tiene que aclarar y explicar a los usuarios cuál es su política a
seguir. ‘Hay un gran confusionismo en
estos momentos’, manifestaba, ‘y eso
no está ayudando para nada al mantenimiento de este sector’. Anunciando que
esta situación se podría traducir en una ralentización de la producción de
vehículos, con la consiguiente repercusión en el mantenimiento de los puestos
de trabajo.
En medio de este cruce de
declaraciones, inoportunas y nada coordinadas, la titular de Hacienda, María Jesús Montero, ha intentado
rebajar la tensión asegurando que la subida impositiva al gasoil no afectará a
pymes, autónomos y profesionales. Posteriormente también tuvo que añadir que la
prohibición de los vehículos de tracción (y el diésel) para el año 2050, se
había convertido en un objetivo, y no en una imposición, como así se había
anunciado previamente. Aunque, otras fuentes próximas a la ministra de Transición Ecológica, de manera
solapada, afirmaban que las declaraciones de la citada ministra no dejan lugar
a dudas: ‘en el Gobierno de Sánchez tienen
sentenciado al diésel’.
Aunque ahora quieran disfrazar
su “dieselazo”,
convirtiendo la prohibición en un “objetivo”, el mero hecho de haberlo
pregonado ha sembrado el pánico entre los compradores y eso ha repercutido
directamente en los fabricantes, quienes han visto disminuidas sus peticiones
y, por ende, reducida la fabricación.
Sin ir más
lejos, la fábrica Mercedes en Vitoria, ya ha comenzado a desacelerar
su producción, dejando de producir 4.000 furgonetas al año y anunciando que
podría afectar a unos 400 trabajadores. También es significativa la prevista
reducción de plantilla (entre 400 y 500) de Nissan en su factoría de Barcelona.
El
presidente de la Asociación de Vendedores de Vehículos a motor, Lorenzo Vidal, ha cuestionado,
incluso, la efectividad de una eventual eliminación del
diésel por considerar "un
hecho" que los
nuevos motores de gasoil Euro 6 “emiten la misma cantidad de partículas que
una gasolina, pero menos dióxido de carbono (CO2) por consumir menos carburante”.
Por otra parte, de todos es
conocido que la producción de coches eléctricos no puede suplir, en tan corto
espacio de tiempo, el parque automovilístico en España, y menos en la UE.
Este hecho incuestionable, pone en tela de juicio lo que ya muchos han
calificado como una broma: poner una fecha concreta para la desaparición de los
motores de combustión. Es de tal calado el disparate, que la credibilidad del
gobierno se ha resentido, y ha mermado sobremanera, ante tamaña metedura de
pata.
En Alemania, sin ir más lejos, primer país europeo en fabricación de
automóviles, han afrontado esta situación de otra manera, sin duda más
inteligente y menos alarmista. Siendo conscientes que, a largo plazo, el
consumo de carburantes tendrá que tener un tratamiento restrictivo, han
iniciado una serie de proyectos tendentes a facilitar el cambio paulatino del
parque automovilístico, mediante programas de incentivación y subvención a los usuarios.
Comenzando por los vehículos más antiguos, que son los más contaminantes. Pero
dando seguridad al consumidor y facilitándoles la toma de decisiones, en un
contexto en el que se favorece, al mismo tiempo, al sector de la fabricación. Lo
que –al final- acaba por repercutir, positivamente, en la mano de obra generada
por la industria de la automoción y todas aquellas otras, auxiliares, que tanta
importancia generan para la economía de este país.
Soy consciente que hay que
crear una conciencia social que nos ayude a reducir, considerablemente, los
motores de combustión. Probablemente, hasta a prescindir de ellos. Pero eso no
significa que, para su consecución, tengamos necesariamente que generar
alarmismo. El problema que se ha planteado en el actual escenario, es la
creación de una situación de incertidumbre que en nada favorece nuestra
posición ante la borrasca económica que, al parecer, se nos avecina.
Lo
que parece claro es que, en España, el actual gobierno le ha declarado la guerra
al diésel, y de lo que, tampoco, me cabe la menor duda es que los más
perjudicados, como siempre, vamos a ser la clase media. Que Dios nos pille
confesados.
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