domingo, 22 de diciembre de 2019

Los Alcázares en el umbral de una nueva década

Los Alcázares ante una nueva década



Nos encontramos en el umbral de una nueva década, marcada por una incertidumbre económica, a nivel global, y por una seria inestabilidad -de índole político y social- a nivel nacional. Una nueva etapa de un siglo, que ha marcado una de las épocas más relevantes en la historia contemporánea de un pueblo, Los Alcázares, que ahora se enfrenta a uno de los retos más difíciles, desde su configuración como Municipio en octubre de 1983, y que podría significar un cierto retroceso en su crecimiento e influencia entre los municipios que conforman la comarca del Mar Menor.
Recientemente se publicaron los datos de población, facilitados por el Instituto Nacional de Estadística, y, a través de los mismos, conocemos que la Región de Murcia ha aumentado en más de ocho mil habitantes, cuando el total de España ha sufrido una leve regresión. De los 45 municipios que conforman la totalidad de la geografía murciana, un total de 25 han aumentado su población y, de estos, entre los cinco con mayor crecimiento se encuentra el de Los Alcázares.
En su momento, fuimos un buen puñado de ilusos los que apostamos por conseguir que Los Alcázares dejara de ser un pueblo dividido administrativamente. Los mismos que nos empeñamos, con más ilusión que medios, en fomentar un larvado anhelo que nuestros padres y abuelos nos legaron desde que, en aquél lejano septiembre de 1936, se conformara el Ayuntamiento Republicano de Los Alcázares, que tan solo duraría poco más de dos años.
Antes de que Los Alcázares consiguiera constituirse como municipio independiente (en 1983), el peso específico que tenía, a nivel de renta social, entre las poblaciones de la Región de Murcia, era residual. Hoy, la renta per cápita de este joven municipio, lo sitúa en noveno lugar entre los cuarenta y cinco que componen nuestra Comunidad Autónoma.
Pero, como he dicho al principio, esta racha se puede ver truncada a consecuencia de los efectos colaterales producidos por dos episodios traumáticos, que la madre naturaleza nos ha proporcionado en esta década que ahora finaliza, y que –sin duda- van a quedar grabados en la memoria histórica de este pueblo.
Uno de estos episodios está directamente relacionado con la situación crítica por la que está atravesando el Mar Menor. Una laguna salada que proporciona uno de los pilares económicos en los que se sustentan las poblaciones limítrofes que lo jalonan y donde el turismo es el motor que alimenta y da vida a miles de familias, cuyo sustento está directamente relacionado con el sostenimiento económico que proporciona el sector terciario.
No es mi intención hacer aquí un análisis de las causas, ni de los efectos medioambientales que está ocasionando esta crisis. Para eso ya están los científicos y los profesionales que están especializados y que deberán (si los políticos les dejan) aportar las soluciones más idóneas que se precisen, con el fin de atajar el estado de degradación al que se ha llegado. Una situación propiciada, sin duda, por la confluencia de una serie de factores, entre los que cabrían incluir, de forma muy enfática, la dejadez e indiferencia con las que, las distintas administraciones responsables, han tratado el problema a lo largo de los años.

Pero la cruda realidad es que esa situación está produciendo una ralentización en la demanda turística, resultado de una cierta desafección por el destino, cuya marca turística está sufriendo una muy importante merma de credibilidad, merced a las continuas informaciones, de signo negativo, que se están originando a través de las redes sociales y medios de comunicación.
El segundo de los episodios extraordinarios está focalizado en las recientes inundaciones (del pasado septiembre), donde el municipio más afectado, con diferencia, fue el de Los Alcázares. Con unos efectos devastadores en las infraestructuras públicas, pero, también, en numerosas propiedades privadas, tanto en viviendas como en comercios, industria y servicios. Son alrededor de dos mil familias (tan sólo en Los Alcázares) las que han sido damnificadas en mayor o menor medida, y pasan de mil las que han sufrido daños de una cierta importancia. El quebranto económico que esta catástrofe ha supuesto ha venido a agravar la situación económica de muchos vecinos que, en algunos casos, todavía estaban sufragando los gastos ocasionados por los daños de las inundaciones de diciembre de 2016.
En Los Alcázares, la nueva década inicia su curso con una situación extraordinaria que va a afectar a su economía social y, por ende, al consumo y al crecimiento económico.  Las previsiones de reservas turísticas para 2020 están reduciéndose de forma alarmante. El cierre de establecimientos comerciales es preocupante. Y se ha generado una cierta psicosis por la venta de viviendas en las zonas más afectadas. Y, a todo esto, la frase más escuchada en cualquier corrillo, en la calle, o en las tertulias, entre los vecinos (en relación a las inundaciones) es ¿y tú crees que esto se va a solucionar?
Mi respuesta es afirmativa. No quisiera dar la sensación de catastrofismo, al relatar una serie de hechos incuestionables, pero que han logrado generar un cierto pesimismo forjado por la dura realidad a la que nos estamos enfrentando. Frente a las adversidades tenemos que oponernos con esperanza y tesón. Dos cualidades de las que los alcazareños hemos hecho gala a lo largo de nuestra reciente trayectoria.
Soy de los que he creído, siempre, en el poder de recuperación que tiene nuestro Mar Menor. Lo he dejado por escrito en numerosos artículos y ensayos y, ahora, confío más que nunca en que su regeneración es posible. Aunque, reconozco, que los seres humanos le tenemos que ayudar en esta difícil situación, y nos tenemos que dejar aconsejar, y seguir las instrucciones que nos dicten los científicos y especialistas, que son los que saben de esto. Sobre las consecuencias derivadas de las inundaciones, las infraestructuras se repondrán, las personas restañaremos nuestras heridas y los recuerdos serán la única mácula que nos quede ante un episodio que no desaparecerá de nuestras mentes, pero que nos alimentará el espíritu de superación, para conseguir que todo vuelva a ser igual.
Confiemos en que nuestros políticos sepan estar a la altura de las circunstancias. Es hora de unir y no de disgregar. Olvidémonos, en esta causa, de los lazos ideológicos y partidistas que nos sujetan y busquemos los puntos de encuentro, que los hay. Entre tanto, los ciudadanos de a pie tenemos el deber de exigir, y la obligación de apoyar, cuantas tareas se planteen para la consecución de la solución que, al menos, minimice los efectos desastrosos de un episodio como el que hemos sufrido.
Solo si mantenemos la esperanza, y somos capaces de escenificar nuestra unidad, lograremos revertir esta situación y conseguir que la nueva década sea augurio de un futuro mejor. Los Alcázares se lo merece.




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