Los Alcázares ante una nueva década
Nos encontramos en el umbral
de una nueva década, marcada por una
incertidumbre económica, a nivel global, y por una seria inestabilidad -de
índole político y social- a nivel nacional. Una nueva etapa de un siglo, que ha
marcado una de las épocas más relevantes en la historia contemporánea de un
pueblo, Los Alcázares, que ahora se
enfrenta a uno de los retos más difíciles, desde su configuración como
Municipio en octubre de 1983, y que
podría significar un cierto retroceso en su crecimiento e influencia entre los
municipios que conforman la comarca del Mar
Menor.
En su
momento, fuimos un buen puñado de ilusos los que apostamos por conseguir que Los Alcázares dejara de ser un pueblo
dividido administrativamente. Los mismos que nos empeñamos, con más ilusión que
medios, en fomentar un larvado anhelo que nuestros padres y abuelos nos legaron
desde que, en aquél lejano septiembre de 1936, se conformara el Ayuntamiento Republicano de Los
Alcázares, que tan solo duraría poco más de dos años.
Antes
de que Los Alcázares consiguiera
constituirse como municipio independiente (en 1983), el peso específico que
tenía, a nivel de renta social, entre las poblaciones de la Región de Murcia,
era residual. Hoy, la renta per cápita
de este joven municipio, lo sitúa en noveno lugar entre los cuarenta y cinco
que componen nuestra Comunidad Autónoma.
Pero,
como he dicho al principio, esta racha se puede ver truncada a consecuencia de
los efectos colaterales producidos por dos episodios traumáticos, que la madre
naturaleza nos ha proporcionado en esta década que ahora finaliza, y que –sin
duda- van a quedar grabados en la memoria histórica de este pueblo.
Uno de
estos episodios está directamente relacionado con la situación crítica por la
que está atravesando el Mar Menor.
Una laguna salada que proporciona uno de los pilares económicos en los que se
sustentan las poblaciones limítrofes que lo jalonan y donde el turismo es el
motor que alimenta y da vida a miles de familias, cuyo sustento está
directamente relacionado con el sostenimiento económico que proporciona el
sector terciario.
No es
mi intención hacer aquí un análisis de las causas, ni de los efectos
medioambientales que está ocasionando esta crisis. Para eso ya están los
científicos y los profesionales que están especializados y que deberán (si los
políticos les dejan) aportar las soluciones más idóneas que se precisen, con el
fin de atajar el estado de degradación al que se ha llegado. Una situación
propiciada, sin duda, por la confluencia de una serie de factores, entre los
que cabrían incluir, de forma muy enfática, la dejadez e indiferencia con las
que, las distintas administraciones responsables, han tratado el problema a lo
largo de los años.
Pero la
cruda realidad es que esa situación está produciendo una ralentización en la
demanda turística, resultado de una cierta desafección por el destino, cuya
marca turística está sufriendo una muy importante merma de credibilidad, merced
a las continuas informaciones, de signo negativo, que se están originando a
través de las redes sociales y medios de comunicación.
El
segundo de los episodios extraordinarios está focalizado en las recientes
inundaciones (del pasado septiembre), donde el municipio más afectado, con
diferencia, fue el de Los Alcázares.
Con unos efectos devastadores en las infraestructuras públicas, pero, también,
en numerosas propiedades privadas, tanto en viviendas como en comercios,
industria y servicios. Son alrededor de dos mil familias (tan sólo en Los Alcázares) las que han sido
damnificadas en mayor o menor medida, y pasan de mil las que han sufrido daños
de una cierta importancia. El quebranto económico que esta catástrofe ha
supuesto ha venido a agravar la situación económica de muchos vecinos que, en
algunos casos, todavía estaban sufragando los gastos ocasionados por los daños
de las inundaciones de diciembre de 2016.
En Los Alcázares, la nueva década inicia su curso con una situación extraordinaria que va
a afectar a su economía social y, por ende, al consumo y al crecimiento
económico. Las previsiones de reservas
turísticas para 2020 están reduciéndose de forma alarmante. El cierre de
establecimientos comerciales es preocupante. Y se ha generado una cierta
psicosis por la venta de viviendas en las zonas más afectadas. Y, a todo esto,
la frase más escuchada en cualquier corrillo, en la calle, o en las tertulias,
entre los vecinos (en relación a las inundaciones) es ¿y tú crees que esto se va a
solucionar?
Mi respuesta es afirmativa. No quisiera dar la sensación de
catastrofismo, al relatar una serie de hechos incuestionables, pero que han
logrado generar un cierto pesimismo forjado por la dura realidad a la que nos
estamos enfrentando. Frente a las adversidades tenemos que oponernos con esperanza
y tesón. Dos cualidades de las que los alcazareños hemos hecho gala a lo largo
de nuestra reciente trayectoria.
Soy de los que he creído, siempre, en el poder de
recuperación que tiene nuestro Mar Menor.
Lo he dejado por escrito en numerosos artículos y ensayos y, ahora, confío más
que nunca en que su regeneración es posible. Aunque, reconozco, que los seres
humanos le tenemos que ayudar en esta difícil situación, y nos tenemos que
dejar aconsejar, y seguir las instrucciones que nos dicten los científicos y
especialistas, que son los que saben de esto. Sobre las consecuencias derivadas
de las inundaciones, las infraestructuras se repondrán, las personas
restañaremos nuestras heridas y los recuerdos serán la única mácula que nos
quede ante un episodio que no desaparecerá de nuestras mentes, pero que nos
alimentará el espíritu de superación, para conseguir que todo vuelva a ser
igual.
Confiemos en que nuestros políticos sepan estar a la altura
de las circunstancias. Es hora de unir y no de disgregar. Olvidémonos, en esta
causa, de los lazos ideológicos y partidistas que nos sujetan y busquemos los
puntos de encuentro, que los hay. Entre tanto, los ciudadanos de a pie tenemos
el deber de exigir, y la obligación
de apoyar, cuantas tareas se
planteen para la consecución de la solución que, al menos, minimice los efectos
desastrosos de un episodio como el que hemos sufrido.
Solo si mantenemos la esperanza, y somos capaces de
escenificar nuestra unidad, lograremos revertir esta situación y conseguir que
la nueva década sea augurio de un
futuro mejor. Los Alcázares se lo
merece.
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