miércoles, 26 de febrero de 2020

El culebrón del IVA y la higiene democrática

El culebrón del IVA



La polémica suscitada a raíz del culebrón financiero que se ha montado el gobierno, en relación con la devolución del IVA de 2017 a las Comunidades Autónomas y Ayuntamientos, trasciende lo meramente coyuntural para convertirse en uno más de los quebraderos de cabeza que el bipartito de La Moncloa se fabrica para uso y consumo del resto de los españoles.

La pelotera se ha montado cuando la ministra de Hacienda afirma que los más de dos mil quinientos millones de euros, que importa esa partida, que ha sido recaudada por el gobierno central y que debe ser reintegrada a las administraciones periféricas, a quienes les pertenece de acuerdo con la Ley de Financiación en vigor, no se va a pagar bajo ningún concepto.
El actual gobierno, le achaca este ‘pequeño incidente’ al anterior ejecutivo del Sr. Rajoy, pero lo cierto es que se lo han gastado. Eso es, así y sin más; aunque no se lo hayan gastado en chuches. Pero lo que realmente ha ocurrido es que en el cierre de cuentas que el gobierno de la nación tuvo que mandar a Bruselas, para no incurrir en un déficit excesivo y recibir un sopapo de la Comisión Europea, lo incluyó como ingresos y así hizo disminuir el paquete del déficit.
Esta operación no ha gustado nada a las Comunidades Autónomas que se han visto mermadas de estos ingresos, con los que todos habían contado para cuadrar sus propias cuentas. Pero si a esto añadimos la genialidad de la responsable de Hacienda (que más bien se parece a la zorra cuidando de las gallinas, sin ánimo de ofender), según la cual autoriza a las Comunidades a endeudarse con préstamos y así poder ‘recuperar’ ese dinero, entonces el lío está servido. No sólo no reciben los fondos que les pertenecen, sino que –además- se tienen que endeudar y pedir unos préstamos que van a tener que restituir, para recuperar un dinero que es de ellos.
Ante esta situación, la mayoría de las Comunidades Autónomas y algunos Ayuntamientos de grandes poblaciones, han puesto el grito en el cielo y (sin distinción de colores ni ideologías) han elevado su protesta, como es lógico y normal, advirtiendo que –de no resolverse- van a llevar este contencioso a los tribunales. Aquí no ha habido distingos entre las Comunidades que están gobernadas por uno u otro partico. Prácticamente todas (incluyendo las gobernadas por barones socialistas) han hecho gala de su desacuerdo y se disponen a plasmarlo en papel timbrado.
Todos coinciden en que los ciudadanos han pagado religiosamente el IVA en 2017, que Hacienda lo recaudó con la obligación de transferir el 50 por ciento a las autonomías y que la Sra. Montero aseguró que ‘podían contar con el dinero para los presupuestos’. Pero ahora la ministra dice a las Comunidades que no va a devolverles lo que es suyo, aunque ‘pueden endeudarse por el importe de 2.500 millones de euros’.
Ante esta esperpéntica situación, los partidos de la oposición han presentado una moción en el Congreso de los Diputados para reclamar la devolución del IVA, y han recordado que el actual sistema autonómico es un riesgo para la unidad nacional, al primar el peso político de unas regiones sobre otras, como se está viendo que ocurre con el caso de Cataluña, donde la ‘compra’ de votos independentistas va a permitir un trato de favor del que ya nadie duda.
Esta moción que pretendía que el PSOE se retratase ante todos los diputados y ofreciese una alternativa coherente con lo que, cuando estaba en la oposición exigía, se ha quedado en eso: una pretensión. Pero nos ha dado, una vez más, una muestra de lo viciado que está nuestro sistema de representación parlamentaria.
En teoría, el poder legislativo (el Congreso) debería actuar –como el resto de poderes del Estado- con total independencia y autonomía, aunque los parlamentarios pertenezcan a uno u otro partido. Así ocurre normalmente en los parlamentos más liberales y democráticos y la prueba la tenemos en los países anglosajones.
Pero en nuestro país esto no se cumple. Aquí impera la disciplina de partido y la partidocracia muestra su fortaleza en estos momentos en los que el partido obliga a seguir los dictados de su doctrina, aunque estos perjudiquen a ciudadanos y territorios gobernados por los de su misma cuerda.
Véase, sino, la incongruencia que se ha producido, cuando los diputados del Partido Socialista, representantes de las distintas Comunidades Autónomas, han votado en contra de la moción en favor de la devolución del IVA a estas administraciones. Mientras tanto, los gobiernos de esas mismas Comunidades (incluso las gobernadas por el PSOE) protestan por la apropiación indebida defendida por el gobierno de Sánchez, y anuncian acciones judiciales para resarcirse de lo que consideran un robo.
¿Se ha visto mayor incongruencia? ¿A quiénes representan realmente los señores diputados de Castilla La Mancha (por ejemplo), que no han tenido la más mínima vergüenza torera para exigir y defender los intereses de la tierra por la que han sido elegidos? Sobre todo, cuando el gobierno de esta autonomía ha dado orden a sus servicios jurídicos de interponer denuncia por tamaño atropello. Probablemente ahora podrían decir aquello de que el señor García-Page judicializa la política.
Y este ejemplo, solamente es eso, un ejemplo. Hay más Comunidades, de signo socialista, que están en las mismas circunstancias, y que sus dirigentes se han visto en la disyuntiva de elegir entre la defensa de los intereses de sus ciudadanos o el acatamiento a lo que le digan desde Ferraz. O de Génova; que, para este caso, tanto monta, monta tanto… Porque esto ocurre igual en todas las familias. Ahora le ha tocado al PSOE como antes le tocó al PP, y mañana le podría tocar a Podemos.
Es lamentable que, una vez más, quede patente la falta de dignidad que tienen buena parte de los políticos que afirman representarnos. Unos servidores públicos que están más pendientes de las instrucciones que reciban de sus cúpulas directivas y, sobre todo, de no molestar a sus superiores, no sea que se olviden de ellos cuando haya que confeccionar las próximas listas electorales.
Sana envidia es lo que siento al comparar la libertad y calidad democrática de la que hacen gala los parlamentarios de otros países de nuestro entorno, en contraposición con la férrea dependencia partidista a la que se someten en nuestro país.
Un país que no se merece el culebrón que se ha montado, a cuenta de la devolución del IVA, y la falta de higiene democrática que nuestros parlamentarios han demostrado.
Jesús Norberto Galindo // Jesusn.galindo@hotmail.com

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