miércoles, 5 de febrero de 2020

La DANA

La DANA



Hace escasas semanas, en el contexto de una interesantísima conferencia sobre los efectos del cambio climático y su incidencia en las últimas inundaciones ocasionadas en la zona del Mar Menor, y –especialmente- en Los Alcázares, un experto meteorólogo nos revelaba la razón de la utilización del acrónimo DANA (Depresión Atmosférica aislada en Niveles Altos), y las causas que habían influido en la sustitución de lo que, hasta ahora, se le había llamado la “gota fría”.

Manifestaba, el citado científico, que la decisión se había tomado al objeto de evitar las connotaciones catastróficas que la denominación “gota fría” tenía en la población, en general; y por los reiterados episodios adversos vinculados a este fenómeno atmosférico, que habían conseguido estigmatizar esta denominación, hasta el punto de crear una cierta inquietud, en la ciudadanía, cada vez que se usaba este apelativo. 
Entendían los expertos que, al eliminar su anterior título y dotarlo de una nueva denominación (más técnica y alejada de cualquier simbolismo), la sociedad iba a tener un cierto hálito de tranquilidad, sobre todo cuando desde los servicios meteorológicos, o en las informaciones mediáticas, se utilizase la expresión DANA. Una palabra que, creían estos profesionales, iba a quedar descargada de todas aquellas connotaciones negativas que habían acompañado a la ya inusual de ‘gota fría’. Fue así como la Agencia Española de Meteorología (AEMET) decidió recomendar la utilización del acrónimo DANA para hacer referencia a este fenómeno, en sustitución de la terminología «gota fría», que viene de la escuela alemana que lo bautizó.
El mismo científico que expuso este hecho, reconoció el fracaso de la experiencia, o mejor, el nulo resultado que la buena voluntad manifestada por sus mentores había tenido, dado que el ya famoso acrónimo, en tan solo unos meses, ha logrado subir a la escala de los éxitos, en el HIT de los vocablos más famosos.  Tal es así que la Fundación del Español Urgente (FUNDÉU) consideró el término DANA como candidata a conseguir el título de “palabra del año”. Un ‘galardón’ que esta entidad otorga a aquellos términos o palabras que, de una forma más usual por parte de los ciudadanos, e hayan sido utilizados a lo largo del pasado año.
Ni que decir tiene que cuando cuento esta anécdota en algún círculo familiar o entre amigos, el personal se queda ojiplatico. Y por más que insista en explicar que una DANA no necesariamente tiene que estar identificada con lluvias y tormentas con efectos devastadores, y que existen fenómenos atmosféricos, dotados de este calificativo, que no revisten ese tipo de connotaciones, no hay quien se lo crea.
Así es que, solo hay que sentarse en el sofá, enchufar la televisión y ponerse a escuchar al hombre del tiempo Si se le ocurre pronunciar la susodicha palabreja, ya sabemos que nos tenemos que poner el traje de buzo, sacar todos los enseres y cosas de valor y ponerlas en el ático, poner los tablachos y echar yeso en las juntas (ahora lo más moderno es la espuma de poliuretano).
Y menos mal que ahora nos avisan con varios días de anticipación, que en eso sí que hemos mejorado, pero, con todo, algo se nos olvida y el día “D” nos tocará estar en vigilia permanente, porque eso también, oye, es que este fenómeno casi siempre suele aparecer por la noche, y ustedes no saben lo molesto que es. Se ve que les pasa lo mismo que a las aves nocturnas, que duermen de día y salen por la noche. Pues podrían cambiar el ciclo y a todos nos iría mejor, seguro.
Y todo esto, a pesar de que, según los expertos en meteorología, una DANA puede provocar tiempo adverso, pero también altas temperaturas, sobre todo si se ubica muy al oeste, lo que puede dar lugar a la entrada de viento del sur que provoque una subida de los termómetros.
No quiero frivolizar con este tema ni me gustaría que nadie se molestase por el tono trivial que he imprimido en este artículo. Nada más lejos de la realidad, sobre todo si –como es el caso- el que suscribe es uno de los afectados por los distintos episodios meteorológicos que, desde 2016, han afectado, de manera extraordinaria y continuada, a la población de Los Alcázares.
Es más, voy a aprovechar para reivindicar una vez más la atención de todos aquellos organismos e instituciones, con responsabilidad en la toma de decisiones, para que se comprometan en la consecución de una solución a un problema que, en el caso de mi pueblo, se ha convertido en crónico.
Los Alcázares está viviendo unos momentos críticos, en los que se está trazando su futuro, y este no es muy halagüeño que digamos. Están cerrando comercios y empresas de servicios, y las empresas inmobiliarias reciben, a diario, ofertas de viviendas para vender. Todo lo contrario de lo que conocíamos tan solo hace unos pocos años, en los que los clientes de estas agencias eran aquellos que querían comprar.
A pesar de todo, los vecinos tienen más moral que el Alcoyano, y están dispuestos a resistir hasta el final, como en Numancia. He conocido algunos casos que proyectan la instalación de nuevos negocios. Algo que hay que aplaudir apoyar y favorecer, y ahí el Ayuntamiento tiene mucho que decir. Se precisan políticas locales de incentivación, eliminación de barreras administrativas y mejoras en la fiscalidad.
Ya lo dije en uno de mis artículos, los alcazareños no queremos subvenciones, pedimos soluciones. Es hora de unir y no de dispersarse. Aquí, parece que cada uno va por su lado. Por una parte, el gobierno de la nación sigue poniéndose de perfil y no toma ninguna iniciativa en aquellos casos de clara competencia estatal. Y por lo que respecta a nuestro gobierno regional, da la sensación de estar más preocupados jugando al ‘pin parental’ que dedicándose a gobernar y resolver los problemas de los ciudadanos.
Mientras tanto, en Los Alcázares miramos al cielo y, cuando atisbamos alguna nube, nos ponemos a rezar, que es lo único que nos queda ante una situación en la que los vecinos nos sentimos presos de un desamparo que no nos merecemos. Ya solo nos queda el derecho al pataleo, y ese (si analizamos lo ocurrido con algunas de las manifestaciones convocadas) lo tenemos también limitado.
Algunos manifiestan que, en este país, para que te hagan caso o se preocupen por tus problemas, tienes conseguir que los mismos se visualicen de forma mediática. Y eso solo se consigue (como hacen los independentistas) mediante acciones violentas, continuadas y de cierta intensidad. Yo nunca he sido partidario de esos métodos, pero hay algunas ocasiones en las que, aunque no las comparta, puedo llegar a entenderlo.
A quien corresponda: gobernar (según lo define el diccionario) es ejercer la dirección y administración de un Estado, ciudad o colectividad. Dedíquense, pues, a gobernar y déjense de marear la perdiz de una puñetera vez.
Jesús Norberto Galindo // Jesusn.galindo@hotmail.com

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