La DANA
Hace escasas semanas, en el contexto de una
interesantísima conferencia sobre los efectos del cambio climático y su
incidencia en las últimas inundaciones ocasionadas en la zona del Mar Menor, y –especialmente- en Los Alcázares, un experto meteorólogo
nos revelaba la razón de la utilización del acrónimo DANA (Depresión Atmosférica aislada en Niveles Altos), y las causas que habían
influido en la sustitución de lo que, hasta ahora, se le había llamado la “gota fría”.
Entendían los expertos que, al
eliminar su anterior título y dotarlo de una nueva denominación (más técnica y
alejada de cualquier simbolismo), la sociedad iba a tener un cierto hálito de
tranquilidad, sobre todo cuando desde los servicios meteorológicos, o en las
informaciones mediáticas, se utilizase la expresión DANA. Una palabra que, creían estos profesionales, iba a quedar
descargada de todas aquellas connotaciones negativas que habían acompañado a la
ya inusual de ‘gota fría’. Fue así
como la Agencia Española de Meteorología (AEMET)
decidió recomendar la
utilización del acrónimo DANA
para hacer referencia a este fenómeno, en sustitución de la terminología «gota
fría», que viene de la escuela alemana que lo bautizó.
El mismo científico que expuso este
hecho, reconoció el fracaso de la experiencia, o mejor, el nulo resultado que
la buena voluntad manifestada por sus mentores había tenido, dado que el ya
famoso acrónimo, en tan solo unos
meses, ha logrado subir a la escala de los éxitos, en el HIT de los vocablos más famosos.
Tal es así que la Fundación del
Español Urgente (FUNDÉU) consideró el término DANA como candidata a conseguir el título de “palabra del año”. Un ‘galardón’ que esta entidad otorga a
aquellos términos o palabras que, de una forma más usual por parte de los
ciudadanos, e hayan sido utilizados a lo largo del pasado año.
Ni que decir tiene que cuando cuento
esta anécdota en algún círculo familiar o entre amigos, el personal se queda ojiplatico. Y por más que insista en
explicar que una DANA no
necesariamente tiene que estar identificada con lluvias y tormentas con efectos
devastadores, y que existen fenómenos atmosféricos, dotados de este
calificativo, que no revisten ese tipo de connotaciones, no hay quien se lo
crea.
Así es que, solo hay que sentarse en el sofá, enchufar la
televisión y ponerse a escuchar al hombre del tiempo Si se le ocurre pronunciar
la susodicha palabreja, ya sabemos que nos tenemos que poner el traje de buzo,
sacar todos los enseres y cosas de valor y ponerlas en el ático, poner los
tablachos y echar yeso en las juntas (ahora lo más moderno es la espuma de
poliuretano).
Y menos mal que ahora nos avisan con varios días de
anticipación, que en eso sí que hemos mejorado, pero, con todo, algo se nos
olvida y el día “D” nos tocará estar en vigilia permanente, porque eso también,
oye, es que este fenómeno casi siempre suele aparecer por la noche, y ustedes
no saben lo molesto que es. Se ve que les pasa lo mismo que a las aves
nocturnas, que duermen de día y salen por la noche. Pues podrían cambiar el
ciclo y a todos nos iría mejor, seguro.
Y todo esto, a pesar de que, según los expertos en
meteorología, una DANA puede
provocar tiempo adverso, pero también altas temperaturas, sobre todo si se ubica muy al
oeste, lo que puede dar lugar a la entrada de viento del sur que provoque una
subida de los termómetros.
No quiero frivolizar con este tema ni me gustaría que
nadie se molestase por el tono trivial que he imprimido en este artículo. Nada
más lejos de la realidad, sobre todo si –como es el caso- el que suscribe es
uno de los afectados por los distintos episodios meteorológicos que, desde
2016, han afectado, de manera extraordinaria y continuada, a la población de Los Alcázares.
Es más, voy a aprovechar para reivindicar una vez más la
atención de todos aquellos organismos e instituciones, con responsabilidad en la
toma de decisiones, para que se comprometan en la consecución de una solución a
un problema que, en el caso de mi pueblo, se ha convertido en crónico.
Los Alcázares está viviendo unos momentos
críticos, en los que se está trazando su futuro, y este no es muy halagüeño que
digamos. Están cerrando comercios y empresas de servicios, y las empresas
inmobiliarias reciben, a diario, ofertas de viviendas para vender. Todo lo
contrario de lo que conocíamos tan solo hace unos pocos años, en los que los
clientes de estas agencias eran aquellos que querían comprar.
A pesar de todo, los vecinos tienen más moral que el
Alcoyano, y están dispuestos a resistir hasta el final, como en Numancia. He conocido algunos casos que
proyectan la instalación de nuevos negocios. Algo que hay que aplaudir apoyar y
favorecer, y ahí el Ayuntamiento
tiene mucho que decir. Se precisan políticas locales de incentivación,
eliminación de barreras administrativas y mejoras en la fiscalidad.
Ya lo dije en uno de mis artículos, los
alcazareños no queremos subvenciones, pedimos soluciones. Es hora de unir y no de dispersarse. Aquí, parece que
cada uno va por su lado. Por una parte, el gobierno de la nación sigue poniéndose
de perfil y no toma ninguna iniciativa en aquellos casos de clara competencia
estatal. Y por lo que respecta a nuestro gobierno regional, da la sensación de
estar más preocupados jugando al ‘pin
parental’ que dedicándose a gobernar y resolver los problemas de los
ciudadanos.
Mientras tanto, en Los
Alcázares miramos al cielo y, cuando atisbamos alguna nube, nos ponemos a
rezar, que es lo único que nos queda ante una situación en la que los vecinos
nos sentimos presos de un desamparo que no nos merecemos. Ya solo nos queda el
derecho al pataleo, y ese (si analizamos lo ocurrido con algunas de las
manifestaciones convocadas) lo tenemos también limitado.
Algunos manifiestan que, en este país, para que te hagan
caso o se preocupen por tus problemas, tienes conseguir que los mismos se
visualicen de forma mediática. Y eso solo se consigue (como hacen los
independentistas) mediante acciones violentas, continuadas y de cierta
intensidad. Yo nunca he sido partidario de esos métodos, pero hay algunas
ocasiones en las que, aunque no las comparta, puedo llegar a entenderlo.
A quien
corresponda: gobernar (según lo
define el diccionario) es ejercer la
dirección y administración de un Estado, ciudad o colectividad. Dedíquense,
pues, a gobernar y déjense de marear la perdiz de una puñetera vez.
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