A vueltas con los pactos
La
pasada semana, en mi artículo titulado ‘El
día después’, aludía a la posibilidad de reeditar unos nuevos Pactos de la Moncloa, según referencia
que el presidente del gobierno había hecho en una de sus comparecencias. Algo
que, personalmente, veo con buenos ojos, aunque reconozco que (como decía aquél
Obispo) el tiempo no está para llover; o traducido al Román Paladino: la situación
política actual en España no está
preparada para afrontar un reto como este.
La
crisis económica que se nos presenta, tiene varios ingredientes que el gobierno
tiene que estar analizando en estos momentos. En primer lugar, España, junto a Italia, y –en menor medida- Francia,
han propuesto a la Unión Europea un
plan para afrontar la pandemia económica de la que no nos libramos ni dando
saltos con pértiga. La crisis parce ser, va a golpear a la economía mundial de
tal forma que la de 2008 nos va a parecer como una copia reducida. La práctica
paralización de los sectores productivos y el brutal incremento del paro van a
propiciar un agujero económico en las economías de los países, en general, pero
–fundamentalmente- van a incidir más en aquellas (como la nuestra) donde
determinados índices (deuda, paro y déficit) ya están desbocados y en unos
niveles difíciles de asumir.
España, junto a otros
países, ha solicitado que la UE
disponga una serie de mecanismos de política económica, fiscal y financiera,
buscando la solidaridad del resto de países que componemos La Unión y tratando de conseguir la responsabilidad solidaria en el
pago de la ‘factura’ que se nos va a
generar. Algo a lo que los países más ‘ortodoxos’ (económicamente hablando) ya
han dicho que nones. Es más, han utilizado un lenguaje ciertamente peyorativo,
tildando a los ‘países del sur’ de
derrochadores y poco serios en las políticas monetarias y de contención del
gasto. En definitiva, no se fían de nosotros y siguen considerándonos demasiado
proclives a gastar más de lo que tenemos y luego pedirle a Europa que nos ayude a pagarlo.
El
problema, como ya apunté en mi anterior escrito, estriba en la composición
actual del gobierno bipartito, donde los socios de gobierno del PSOE disponen de un catecismo político
adoctrinado en una ideología de corte comunista, basada en las subvenciones y
en el gasto público, y donde las nacionalizaciones y la empresa pública priman
sobre el concepto de economía de mercado y las políticas más liberales que
defienden el resto de países europeos. Una terapia, que no es compartida por la
mayoría de países que componen la UE.
La solución: el PSOE tendría que
desdeñar una buena parte de los postulados defendidos por su Vicepresidente, o
este tendría que renunciar a estos y refundar su partido, una posibilidad que
–como ustedes ya suponen- ni está ni se le espera.
Se
nos avecinan, pues, tiempos difíciles, donde algunos miembros del gobierno
barruntan nuevos recortes y políticas restrictivas que no es, precisamente, lo
que algunas formaciones políticas, de su cuerda, están pregonando. Atrás han
quedado los nonatos Presupuestos Generales del Estado, que habían comenzado a
negociarse y que tantos dolores de cabeza le han dado al Sr. Sánchez, teniendo que bajarse los pantalones, y algo más, ante
los independentistas para tratar de conseguir lo que, ahora, ya es papel mojado.
Por
eso es por lo que, a muchos, nos extraña que ahora se saque de la chistera una
carta convertida en ‘Pacto’. Algo que, no dudo, será lo
más conveniente en el momento en el que nos encontramos. Pero, también, algo
que a muchos nos hace dudar cuando echamos la vista atrás y vemos como el
arrogante presidente del gobierno no ha querido dialogar con las fuerzas
políticas de la oposición, para afrontar las duras decisiones que el gobierno
ha tenido que tomar en estos días.
Y
eso, también, me genera alguna duda… Hasta ahora el sonido de los aplausos de
los cientos de miles de españoles que, desde los balcones, agradecen a diario y
premian la solidaridad de todos aquellos que están exponiendo sus vidas para
salvar las de los demás, han estado disipando algunos de los fallos que se han
cometido por los organismos y autoridades competentes, así como, también,
algunas corruptelas, últimamente descubiertas, y que ponen de manifiesto la
ruindad de algunos indeseables que son capaces de aprovecharse de la desgracia
ajena para beneficio propio.
Sin
embargo, una vez van pasando los días, la sociedad, cada vez más permeable a
formular sus lógicas críticas, está haciendo que el gobierno sienta un cierto
temor a estar perdiendo el apoyo de la ciudadanía, y están quedando al
descubierto algunas de las partes íntimas más controvertidas de esta
Administración. Esto es lo que, al parecer, ha movido a Iván Redondo a lanzar el ofrecimiento de unos Pactos, cual cortina de humo al uso, que sirva para taponar la
sangría de popularidad que el gabinete está perdiendo a marchas forzadas.
Independientemente
de los análisis electoralistas en los que no quiero entrar, lo que es innegable
es la necesidad imperiosa de extraer ciertas conclusiones con un alto contenido
de pragmatismo y acordes con la realidad. Y una de ellas es la que se deriva
del hecho de acometer una política económica de “reconstrucción nacional”
consensuada con los agentes sociales y con los partidos más numerosos que
abarquen la práctica totalidad del arco parlamentario, y no como hasta ahora
había hecho el gobierno, conformándose con la exigua mayoría minoritaria que le
aportaban los partidos que le auparon en su investidura.
Esta
iniciativa que, tiene que salir del gobierno de la nación, debe hacerse sin
utilizar los altavoces de muchos medios de comunicación, que, fieles a su
condición, sin embargo, en algunos casos, condicionan este tipo de
conversaciones. Para eso están los teléfonos móviles, siempre mejor que los
micrófonos. Si Sánchez quiere, de
verdad, coger este toro por los cuernos, no tiene más que llamar (en privado) a
determinados líderes de partidos que manifiesten su sentido de Estado, y –a calzón quitado- negociar
lo que haga falta, a sabiendas de que todos se tendrán que dejar algunos pelos
en la gatera y que en una situación tan extraordinaria como la que nos embarga,
solamente puede salir ganando España.
Así
se concertaron los Pactos de la Moncloa,
de 1977, y así se conformó el resto de acuerdos que compusieron la Transición Española. Ese milagro que
los españoles supimos alumbrar y que algunos de los que ahora están en el
gobierno se quieren cargar.
Pedro Sánchez tiene una
oportunidad inmejorable que le podría dar derecho a escribir una página de la
historia de este país, al igual que hicieron algunos otros que le precedieron,
y que dejaron constancia de su capacidad como estadistas. Al igual que Pablo Casado, quien también tiene su
rol en este proceso, como en su día lo tuvieron todos aquellos líderes que
entonces se encontraban en las antípodas ideológicas más opuestas y que se
sentaron alrededor de una mesa de camilla y no se levantaron hasta que parieron
las bases que conformaron el futuro de nuestro país para los siguientes
cuarenta años.
Señor
Sánchez, señor Casado, por una vez, olvídense de lo que les separa; aparten sus
diferencias y sean pragmáticos. España
lo necesita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario