Mayores de 65 años
Al parecer el 92% de los fallecimientos por el
dichoso Coronavirus se ha producido
en España en la franja de edad de
los mayores de 65 años. Algo que ya
barruntábamos pero que las dichosas estadísticas se han encargado de confirmar,
con lo que se ha generado un nuevo debate, ahora que parece que ya nos
estábamos relajando un poco.
Escuchaba hace unos días a dos expertos (al menos
así los presentaron) debatir y analizar la polémica que, en la sociedad
española, se ha montado por el plan de desescalada que el gobierno ha aprobado
recientemente, y sobre el que daba cuenta en mi artículo de la pasada semana. La
cuestión gordiana del asunto se centraba en comparar los distintos modelos que
los países de nuestro entorno, y algunos de más lejos, están pariendo, y
achacaban los resultados –más o menos favorables (según el día) a las políticas
que se están implementando por parte de las autoridades sanitarias de cada uno
de estos lugares. Algo de lo que yo huyo y a lo que no me apunto ya que la
verdadera crítica a la gestión de esta crisis, la tendremos que hacer
sosegadamente y una vez se hayan pasado las calenturas propias del momento tan
tenso y tan intenso que estamos viviendo.
Pero hubo algo que llamó mi atención y a lo que le
voy a prestar un ratico de mi tiempo. Me retrotraigo al primer párrafo de este
artículo y, por duro que pueda parecer, nos da un cierto yuyu (a los que ya hemos rebasado esa edad) cuando oyes a ciertos
profesionales y/o científicos defender que una de las fórmulas más eficaces
para hacer frente a la pandemia habría sido basarse en la discriminación por
edades.
Lo aclaro: Según el citado contertulio, si la mayor
afección (fallecimientos) se ha producido entre los mayores de 65 años, y este segmento de población no está dentro del
sector productivo activo, no se tenía que haber confinado a toda la sociedad en
general. Solamente se hubiera tenido que recluir a los mayores (que somos los
que acaparamos el 92% de
posibilidades de contraer la enfermedad con un cierto grado de peligrosidad), y
dado que el resto de segmentos de edad, aunque se hayan contagiado, no han
tenido apenas ninguna “baja”,
deberían estar haciendo una vida normal, si bien con algún tipo de normas
restrictivas, pero nunca en pleno confinamiento.
De esta manera no se habría parado la maquinaria
productiva del país y se habrían salvado miles de empresas, lo que equivale a
millones de puestos de trabajo que, en este momento, sí que se van a ver
afectados; lo que equivale a pronosticar un nueva y más dura pandemia económica
que se podría llevar por delante a una gran parte de los que hayan sobrevivido
al dichoso bichito.
Una consideración algo controvertida, a la que ya le
han salido partidarios y detractores, y sobre la que caben algunas reflexiones que
yo me hago y que quiero expresar aquí.
No deja de tener su “aquello” la dichosa conclusión
a la que ha llegado este señor, y en la que nos ha metido a casi nueve millones
de españoles ‘improductivos’, con tal de salvar la economía de nuestro país. La
verdad es que, a lo mejor hasta lleva razón y si lo analizamos fríamente…
gélidamente, diría yo, hasta se le podría transigir, pero no me digan ustedes
que no jode un poco… Quizá ayudaría algo saber que el ‘opinante’ es un personaje de nacionalidad española, pero que
reside en el norte de Europa; y en
los países nórdicos no han establecido ninguna prohibición imperativa, tan solo
han dictado algunas normas y recomendaciones que, por supuesto, la población
sigue a rajatabla sin necesidad de que la policía les tenga que recordar sus
obligaciones.
Dado el carácter menos familiar y afectuoso que les
caracteriza es posible que este tipo de medidas en estos países puedan ser
implementadas sin ningún tipo de debate social. Pero si esto lo trasladamos a
los países del sur, la cosa ya no pinta igual. Tenemos que reconocer que los
hábitos sociales de nuestro país no son, ni mucho menos, comparables a los más
septentrionales. Por otra parte, el carácter popular que nos distingue
contrasta con la formación menos extrovertida, y con el mayor desapego que, del
concepto de familia, se tiene en esos países tan ‘fríos’.
Es posible que en aquellas latitudes las normas
establecidas, tendentes a ejercer el menor impacto a la economía productiva de
estos lugares, sea algo connatural con la idiosincrasia propia de ese modelo de
sociedad al que pertenecen. Sin embargo, por ‘aquestos’ parajes el concepto que se siente con respecto a la
naturaleza y el papel que los mayores juegan en nuestra sociedad es otro muy
distinto, y a las pruebas me remito. ¿Qué hubiera sido de la sociedad española
sin el concurso de este colectivo y el rol que prestó durante la última crisis
económica de 2008? ¿se han parado a pensar sus señorías lo que va a suceder en
este país, con la que se nos viene encima, sin el colchón de la familia y en
especial de los que componemos ese 92%?
Pues eso mismo… y por eso mismo no es igual.
Y es que cuando uno lee lo que lee y aunque lo admitamos,
como les decía antes, es que jode un poco… ¿o no?
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