La criptomoneda bitcoin
La era
tecnológica en la que nos encontramos nos ha deparado, entre otras muchas
novedades y avances dentro del mundo de la digitalización, una muy especial que
se sitúa en el ámbito de la economía y el comercio. Me refiero al bitcoin,
una divisa virtual o una criptodivisa
(como se la denomina entre sus usuarios) y que no es otra cosa que un sistema
de pago que no utiliza ningún patrón como respaldo, ni existe autoridad
monetaria, banco central o cualquier otro regulador que lo sostenga y regule.
Su creador fue un desarrollador
de software, llamado Satoshi Nakamoto, quien en
2009 creó este sistema de pago electrónico
basado en pruebas matemáticas. La idea fue producir una moneda independiente de
cualquier autoridad central, transferible electrónicamente, más o menos de
forma instantánea, sin estar sujeto a tasas de transacción o, en el peor de los
casos, a unas tasas muy bajas. Nadie la controla, y a diferencia de las monedas
tradicionales, como dólares o euros, los bitcoins no se imprimen. La moneda se
utiliza igualmente por particulares y por empresas, a través de computadores de
todo el mundo y para lo cual emplea un software que resuelve problemas
matemáticos. Las normas de funcionamiento establecen que sólo 21 millones de bitcoins pueden ser creadas, aunque estas monedas pueden ser
divisibles en partes más pequeñas.
Mientras las divisas convencionales están generalmente asentadas
en patrones como el oro o la plata, el bitcoin se basa en programas
matemáticos, empleando un software de código abierto que sigue una determinada fórmula
matemática, lo que supone que cualquiera puede verlo para asegurarse de lo que
está haciendo.
Tras más de nueve años de andadura de este revolucionario proceso,
el bitcoin
comenzó a cotizar, a finales del pasado año, en uno de los mercados más
importantes de Estados Unidos (en concreto el CBOE de Chicago), lo que supuso su puesta de largo, o más bien su
mayoría de edad. Una cotización que comenzó a negociarse y que, en el periodo
previo a su estreno, alcanzó un valor espectacular que lo situó en más de 17.000 $.
Atrás quedaron aquellos días en los que esta divisa virtual
era, únicamente, un medio para satisfacer determinadas transacciones que se
efectuaban no muy acordes con la legalidad. Como, por ejemplo, drogas,
pornografía, blanqueo de dinero o cualquier otro tipo de compraventa de
productos que se encontraban fuera del ordenamiento legal; y a quienes les
venía bien disponer de un medio de pago que no dejaba “registros” en ningún
tipo de organismo oficial, dado que esta moneda no está controlada por ninguno
de ellos.
A partir de ahora, sin embargo, un nuevo horizonte se abre al
futuro, al convertirse en un medio de pago más convencional, que rompe con el
monopolio de la divisa “negra” -como algunos la denominaban- y que ha pasado a
competir con los sistemas tradicionales, al parecer con una fuerte ventaja,
dada su creciente aceptación y los beneficios que, hasta ahora, ha estado
reportando.
Pero no todo es de color rosa en la viña de señor; los más
importantes operadores financieros tildan de fraude a esta divisa y otros
avisan que algunos “van a pagar un precio
muy alto”, al referirse a la máxima revalorización obtenida en 2017, y
calificando este hecho como una “perfecta
burbuja”. De ahí que algunas entidades bancarias se resistan a operar en bitcoins,
y otros (como Goldman Sachs)
adviertan a sus clientes de los riesgos que asumen, intentando minimizar las
consecuencias que esta burbuja les podría acarrear en el caso de un estallido.
Estamos en el último mes de 2018 con el valor del Bitcoin tocando mínimos históricos,
dado que, a lo largo de este año, ha sufrido una fuerte caída en el precio del
mercado. La confianza de este, se ha visto afectada por distintos factores, lo
que ha propiciado que se rebaje considerablemente la confianza del mercado,
llegando a disminuir, el interés de los pequeños inversores sobre las criptomonedas, en más de un 90% (según Binance).
Los precios de esta criptomoneda llegan a oscilar hasta
en un 40% en un solo día, lo que da idea del riesgo tan descomunal que se
asume, dada la fuerte volatilidad de este tipo de operaciones. Si alguna de
estas transacciones se materializa con dinero prestado, como suele ocurrir en
la mayoría de los casos y sobre todo en este tipo de operaciones especulativas,
y la garantía impuesta es el bitcoin, el desastre podría estar
garantizado.
Como la generación de esta nueva moneda se hace por ordenador,
sin ningún tipo de respaldo de autoridad monetaria o de algún banco central, y
el único apoyo que tiene es la voluntad de sus usuarios de realizar compras con
ella, nos encontramos con situaciones, algunas de ellas muy complicadas, que se
están generando en el mundo financiero. Un ejemplo puede ser la enorme
preocupación que se ha creado entre los asesores del presidente de Estados
Unidos en materia de economía, quienes han manifestado: “no sabemos cuál puede ser el impacto del bitcoin en el sistema financiero, aunque a corto plazo no creemos
que haya un severo riesgo, no obstante, nos preocupa y lo estamos estudiando
detenidamente”.
Una parte de la actividad económica, en este planeta, está
viviendo encima de una gran burbuja de proporciones insospechadas. De momento
hay muchos especuladores, desaprensivos y otra buena parte de ciudadanos
honrados, que han encontrado un filón que les podría salir muy caro, en un
momento determinado. Si la burbuja (de la que nadie tiene responsabilidad
alguna) estalla, podría llevar a la ruina a miles de personas, como ya ha
pasado, desgraciadamente, en otros casos menos llamativos, pero igualmente
perniciosos, como muchos recordarán.
Advertidos estamos. Luego no podremos pedir que sea la Administración
quien nos eche un salvavidas y nos resarza de un posible desaguisado, como
suele pasar en este país. Que, mientras estas en la cresta de la ola, ganando
pasta, a aprovecharse, toca, Y si, además, se puede escaquear algo de mis
impuestos, pues mejor. Pero si me vienen mal dadas, ahí está papá Estado para
que me resarza de la metedura de pata que he cometido y me ayude a restituir mi
patrimonio.
Mucho
me temo, de todas formas, que de poco van a servir estas advertencias y
reflexiones que se están haciendo, y las consecuencias a las que nos
enfrentamos. El tiempo nos dirá quien lleva razón.
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