Las elecciones andaluzas
Un aviso a navegantes
Las
pasadas elecciones en Andalucía han puesto
de manifiesto, una vez más, las incoherencias y el fariseísmo de la clase
política, que no es capaz de reconocer sus errores, y que siempre ha tratado de
esconder sus vergüenzas, intentando extraer falsas conclusiones con las que
convencer a los ciudadanos, a los que, al parecer nos toman por tontos.
Al
parecer no se acuerdan que las elecciones autonómicas de 2012 las ganó el PP (con Arenas) y, sin embargo, gobernó el PSOE, con un pacto con IU. Pero claro, eso es agua pasada que ya no
mueve molino, y ahora hay que conformar un “cordón sanitario” para impedir que
gobierne VOX. Un partido al que
califican de extrema derecha e inconstitucional, según dijo la Ministra de Justicia.
Y digo yo que, si fuera ilegal, no existiría y estaría fuera del ordenamiento
jurídico. Recordemos que, a una formación política, para que no sea considerada
inconstitucional, se le exige solo acatamiento,
no conformidad.
Este
invento de los cordones sanitarios es muy de la izquierda española. Para ser
coherentes, un cordón sanitario debería aplicarse a los dos extremos y aquí
solo se pide aplicarlo a uno. Acordémonos del que fabricaron en Cataluña, cuando gobernó el tripartito.
¡Vaya una lección de sectarismo que nos dieron!
El PSOE debería tener muy presente que
está gobernando en España gracias a
unos partidos con semejantes características a los que ellos ahora quieren
silenciar. Una más de esas incoherencias. Es más, algunos de esos partidos sí
que han propiciado acciones ilegales sancionadas por el Tribunal
Constitucional, y algunos de sus dirigentes están en prisión preventiva, no
precisamente por jugar al monopoly.
Cosa que, hasta ahora, no ha ocurrido con el partido aludido anteriormente.
Muchos
creemos que Susana Díaz ha pagado
los platos rotos de Sánchez, y ahora
este se la quiere cargar, echándole la culpa del descalabro en Andalucía, y sin atreverse a reconocer
que una parte muy importante de ese fracaso ha sido motivado por su ambigua y
titubeante respuesta al problema de Cataluña.
Por otra parte, Pablo Iglesias dice
que se quiere cargar la Monarquía, y
no pasa nada. Y VOX manifiesta su
intención de eliminar las Autonomías
y eso es inconstitucional. ¿Lo entienden ustedes? Yo no.
Tras el
batacazo sufrido, Podemos, lejos de
reconocer su fracaso, quiere obtener por las bravas lo que no ha conseguido en
las urnas. «Vamos a hacer una resistencia
antifascista». Fue su mensaje en la noche electoral. Y pidió, de nuevo,
tomar la calle y volver a reproducir el movimiento 15M, del que procede su origen. Un origen que, por cierto, ya han
traicionado para vergüenza de sus seguidores. Algo así dijo Nicolás Maduro con motivo de su última
campaña electoral: «Si no podemos con los
votos lo haremos con las armas». Sustituyan las armas por la calle y es
lo mismo que nos están proponiendo sus acólitos en la madre patria.
La izquierda
se equivoca en su política de comunicación, haciéndonos creer que en Andalucía han emergido, de repente,
casi 400.000 fascistas, y sin darse cuenta que están menospreciando e
insultando a millones de andaluces y ayudando a sumar muchos miles de
cabreados, que les van a pasar factura en los próximos comicios.
España no está para dar saltos en el vacío, ni para
hacer experimentos peligrosos. Una vez más, Sánchez no se ha dado cuenta que las elecciones, en nuestro país,
se ganan captando el voto del centro sociológico. Un sufragio que inclina a uno
u otro lado los empates técnicos que habitualmente existen en la sociedad entre
la derecha y la izquierda sociológica.
Es
tiempo de pactos y no nos debería extrañar la situación creada tras estas elecciones.
Sobre todo, porque es calcada a la que se produjo con motivo de la moción de censura. Una serie de
partidos, en oposición a otros, se ponen de acuerdo con un fin común: propiciar
un relevo y un cambio de gobierno, tras una etapa aciaga y convulsa salpicada
de irregularidades y escándalos. Y en este caso, además, marcada por un
cesarismo político dominado por la partitocracia.
Entonces, los partidos que estaban en la oposición en el Congreso, aprobaron y justificaron hasta la saciedad la necesidad
de obrar en base a unos argumentos que, básicamente, son iguales a los que ahora
se esgrimen en Andalucía. Ahora, por
el contrario, no lo ven bien, porque les toca a ellos ser desalojados.
Quiero
terminar manifestando una cuestión de forma clara e inequívoca. No estoy
defendiendo a VOX ni su ideario, ni
sus planteamientos. En absoluto. Reconozco que es un partido de derechas,
extremado y que, al igual que ocurre con los extremos de la izquierda, intentan
cargarse nuestro sistema institucional. Por otra parte, Sánchez gobierna con y gracias a partidos como Podemos, PdeCat, ERC, Bildu y PNV, que, en
mayor o menor medida propician en sus programas la ruptura de España y el
derecho de autodeterminación.
Por eso
mismo, lo que intento explicar es que, aquellos partidos extremos (sean de
cualquier tendencia), o aquellos otros que gobiernan y pactan con estos, no
están precisamente legitimados para criticar y enjuiciar a aquellos otros que,
siendo ideológicamente contrarios, sin embargo, se dan la mano por los extremos
y persiguen un fin común.
Las
recientes elecciones andaluzas, además de haber puesto de manifiesto un cúmulo
de incoherencias, ha sido un aviso a navegantes. ¿Lo sabremos
interpretar?
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