lunes, 26 de noviembre de 2018

En defensa de los dinosaurios

El proceso de primarias



Tras el proceso de elecciones primarias que, en su momento, se produjo en el Partido Socialista, algunos auguramos una división en el seno del socialismo español. No solo en los militantes, sino también en los simpatizantes y votantes de esta formación política. No obstante, siempre he confiado en que el sentido común hiciera acto de presencia y, aunque se dice que es el menos común de los sentidos, se pusieran los medios adecuados para conseguir restañar unas heridas que, en algunos casos, fueron muy profundas y que, ya vaticiné, iba a costar algún tiempo conseguirlo.


En su momento, algunos significados representantes del socialismo se dedicaron a ‘recomponer’ la unidad del partido, utilizando una metodología que más bien podría ser heredera de las purgas estalinistas. Al amparo de la defensa del “Sanchismo” y de la pureza y ortodoxia de su doctrina, se subrogaron el derecho a decidir sobre la fidelidad al jefe, demonizando a sus antiguos “compañeros”, intentando desterrarlos ideológicamente y adornándolos con ciertos calificativos, que son los que me han dado pie a escribir estas líneas, a modo de reflexión, y como sana crítica a lo que –según mi modesto criterio- nunca debería suceder.

Hace algún tiempo escuchaba, en una tertulia televisiva, un debate en torno a las primarias, y un análisis interesante sobre las causas y las posibles consecuencias de los resultados que estas habían arrojado. En un momento determinado, y en el entorno del debate, uno de los participantes (que se autoproclamaba seguidor de Pedro Sánchez) se refirió a antiguos líderes del PSOE, como Felipe González, Alfonso Guerra, Rubalcaba y otros que no voy a nombrar para no aburrirles, con una serie de calificativos, que aquí no voy a reproducir. Criticó el posicionamiento de estos, en favor de una de las candidatas a las primarias (en concreto Susana Díaz), y les denominó, de forma despectiva, como dinosaurios.

La verdad es que me quedé perplejo al ver la osadía de aquellos tertulianos. que, fruto –claro está- de la ignorancia, han olvidado totalmente la historia de un partido como es el PSOE, y la de este país. Y sobre todo los innumerables esfuerzos y méritos que tantas personas (de uno y otro signo) hicieron en la transición, jugándose el pellejo y apechando con las intransigencias y con las incomprensiones de aquellos ortodoxos, que anteponían los idearios de unas siglas al bien general por conseguir una España democrática que salía balbuceante de un largo recorrido a través de una dictadura.

Claro, que estos indocumentados no estuvieron en aquella época, y se han encontrado un país democratizado, creyéndose –tras caerse de un guindo, claro está- que la democracia de la que ahora estamos disfrutando nos ha venido dada por derecho divino, sin percatarse ni atreverse a analizar los duros momentos por los que pasaron aquellos que ahora, algunos desagradecidos, se atreven a denigrar y a ridiculizar.

Es lógico que Felipe González haya dicho (como le escuché en su momento) que se siente incómodo con esta situación. ¿Y quién no? ¿Acaso no sabemos que las bases que componen todos los partidos son más radicales que sus propios cuadros de mando?  Eso es lo que le está pasando ahora al Partido Socialista. Y Pedro Sánchez lo sabía, y lo supo utilizar en su favor. Pero claro, ha conseguido un efecto que, probablemente, el no pretendía: me refiero a que al atizar la pasión en las bases con consignas en contra del “aparato”, y dado que parte de los barones y de los “viejos roqueros” de este partido no estaban claramente por la radicalización del mismo, lo que se ha conseguido es predisponer a los militantes más radicales en contra de todos aquellos que ellos entendieran no son de su cuerda.

Ahora, Pedro Sánchez, para contentar a esas bases, que lo han repuesto en su poltrona, anuncia que va a dar un giro a la izquierda, al tiempo que les hace un guiño a los votantes de Podemos, diciendo que se siente muy cercano a ellos. Al parecer, sus asesores le han dicho que hay que recuperar un par de milloncejos de votos, que se fugaron a esta formación política, y para eso nada mejor que virar a la izquierda. Sin percatarse de que, como ya he manifestado en algunas otras ocasiones, esos votantes a la hora de meter la papeleta en la urna prefieren el original (es decir a Podemos) en lugar de una caricatura que no sabe bien donde posicionarse y que no hace más que pegar bandazos sin saber cuál es su verdadero lugar en la sociedad a la que pretende representar.

Por el bien de este país, sería bueno que el PSOE aclare su postura y posibilite a sus votantes volver a confiar en un partido que ha hecho historia y que ha ayudado, de forma significativa, a situarnos en la órbita de los países democráticos de nuestro entorno. España precisa configurar una mayoría holgada, compuesta por unos partidos fuertes y que tengan las ideas claras en relación con su estructura territorial. Y uno de esos partidos, sin duda, siempre ha sido el Partido Socialista.
Esperemos que las veleidades de algunos por conseguir un mayor poder no inclinen a este partido hacia el extremismo. El PSOE debe situarse dentro del espacio socialdemócrata que siempre le ha caracterizado.

Pero, sobre todo, teniendo claro lo que significa el concepto de Estado, y dejándonos de experimentar con la semántica y con aquellas alianzas peligrosas que desdibujan el verdadero perfil de un partido comprometido, en el que militan muchos españoles, y que tiene una responsabilidad histórica de la que, en su día, tendrá que responder.

Jesús Norberto Galindo // Jesusn.galindo@hotmail.com

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