Intervencionismo en los libros de texto
Con
frecuencia encontramos alguna información relacionada con la manipulación de
los libros de texto para adaptar sus contenidos a algunas realidades ficticias
que se nos quieren imponer, desde el adoctrinamiento y el seguidismo que impera
en determinados territorios más o menos administrados por regímenes
nacionalistas.
El
gobierno aragonés ha manifestado al respecto que mantiene una “actitud proactiva” tendente a “detectar errores y tergiversaciones
históricas” en el material curricular y en los libros de texto. Mientras, el
Instituto
de Estudios Catalanes intervino y tildó esta situación como un “caso inadmisible de censura y de ataque a la
libertad de expresión”. Manifiesta su apoyo a la libertad de los
historiadores y de los editores y deplora este “episodio de censura política e ideológica que nos traslada a otra época
que considerábamos ya superada”.
Otro
caso de flagrante manipulación de la historia de España podría ser el que
se denunció por parte de una asociación
aragonesa al detectar la proyección, en una serie de colegios, de un vídeo
sobre el rey Jaime I el Conquistador,
hijo de Pedro II El Católico y
María de Montpellier, quien gobernó la corona de Aragón durante el siglo XIII, y al que
–en este video- lo definen como “héroe
catalán” según se desprende del contenido que aparece al inicio con esta
descripción: “aquesta
va a ser la vida d’aquest gran monarca i heroi català”. Pero
quizá el momento más surrealista sucede al final del citado vídeo escolar,
cuando al relatar la reconquista de Valencia por la Corona de Aragón se dice
que “se izó en Valencia la bandera
catalana“. Y continúa detallando que “la expansión de Cataluña se hizo logrando un auge de su lengua y
cultura”.
Una
tropelía más dentro del despropósito general al que nos tienen acostumbrados
todos aquellos nacionalistas e independentistas que están dispuestos a saltarse
las más mínimas reglas para conseguir imponer sus propósitos, aunque sea a
fuerza de manipular la historia y utilizar las viejas fórmulas del
adoctrinamiento diferido. Una práctica muy utilizada por estos colectivos, cuyo
efecto se ve incrementado cuando se constata que este material ha sido
difundido entre niños de 5º y 6º de Primaria; unos alumnos muy jóvenes que no son capaces de
valorarlo con un juicio crítico suficientemente objetivo.
Un reciente informe publicado destaca que una misma
editorial puede hacer, para la misma asignatura, ‘un libro ideológicamente neutral en una autonomía y, a la vez, otro con
mucha carga ideológica partidista en otra’. Esta opinión es compartida,
además, por el presidente de la Asociación Nacional de Editores de Libros de
Texto (José Moyano), quien hace unos meses denunció, en el Congreso,
‘presiones políticas’ por parte de
Comunidades Autónomas ‘de todo tipo’ a la hora de ajustar los contenidos de los
manuales a la parte autonómica de los currículos.
Los nacionalismos siempre han utilizado la
manipulación de los textos y su tergiversación, dentro de un contexto general
en el que la desinformación es su objetivo primordial, y para ello no han
encontrado ningún obstáculo al contar con la inestimable ayuda de las
instituciones donde gobiernan, que han sido meros instrumentos al servicio de
un proceso donde el tiempo juega a su favor. Todos sabemos que cualquier tipo
de información (por falsa que esta sea) en base a una reiteración sostenida,
como si de un mantra se tratara,
acaba imponiéndose e introduciéndose en la sociedad, y convirtiéndose en un
dogma con el paso del tiempo. Lo único que se necesitan son una serie de
ingredientes, como son el tiempo, los
medios y una cierta perseverancia; y estos tres componentes
están en los genes de cualquier movimiento nacionalista, como podemos
comprobar.
El
tiempo es un factor indispensable ya que es algo que se
precisa, de forma inexcusable, para implantar cualquier tipo de adoctrinamiento
en una sociedad. Este tipo de implantación, para que surta el mayor efecto,
solo se puede hacer desde la infancia, donde la vulnerabilidad del ser humano
propicia este tipo de “enseñanzas”, perfectamente orquestadas desde ciertos
organismos e introducidas a través de los currículos donde estas instituciones
tienen la competencia para su programación.
Los
medios con los que cuentan son otro de los componentes
causantes de este problema pues, además de utilizar las propias instituciones
con competencias directas en materia formativa y educativa como elementos
vehiculares, disponen de financiación, al contar con el control del presupuesto
de una Comunidad Autónoma, desde donde existen innumerables resortes que
posibilitan la edición de material impreso, audiovisual, incluso la utilización
de recursos tecnológicos. Y eso sin contar la inestimable ayuda que suponen
aquellos medios de comunicación cuyo clientelismo ligado al calor de las
subvenciones ha quedado al descubierto en la reciente crisis independentista de
Cataluña.
Si hay alguna virtud sentada a la mesa de los
nacionalistas esta es la perseverancia.
No hay más que ver lo que está ocurriendo de nuevo en Cataluña y la actitud de
los dirigentes independentistas que, parece, no han aprendido nada de su
anterior batacazo y siguen, como Felipito
Tacatún con aquello de “yo sigo”.
Oye tú… que aburrimiento, esto no es perseverancia esto ya es obsesión,
ofuscación, testarudez y algún sinónimo más que ahora no se me ocurre.
Y a todo esto, el gobierno de España, a través del
ministerio de Educación, parece que ni está ni se le espera. Nadie entiende
porque la Inspección del Estado dependiente de ese ministerio no ha hecho nada
para parar este desaguisado, cuando tiene las competencias en materia de
coordinación y de control sobre la veracidad de los contenidos en los libros de
enseñanza. Por suerte, y según se ha visto por lo ocurrido en Aragón, otros
están supliendo esa labor, como ha quedado demostrado y recalcado por la
profesionalidad de un buen número de docentes aragoneses que “han corregido en sus clases los errores
detectados”.
Y mientras, los sucesivos responsables del Ministerio
siguen tirando balones fuera. ¿Hasta cuándo?
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