viernes, 2 de noviembre de 2018

Extraños compañeros de cama

Extraños compañeros de cama


“La política hace extraños compañeros de cama”. Esta frase, que algunos le atribuyen a Winston Churchill, y que tan magistralmente fue utilizada y matizada por el genial Groucho Marx, pone de manifiesto la cruda realidad en la que, diariamente, nos movemos, y donde las formaciones políticas que nos gobiernan, o que aspiran a gobernar, son capaces de entrar en las más absurdas contradicciones, siempre y cuando sea en beneficio del único fin que les guía: acceder al poder.

En estos momentos estamos viviendo uno de esos “matrimonios” de conveniencia: el que han formado el PSOE y Podemos, tras suscribir un acuerdo de gobierno que, al parecer, pretende tener validez para el resto de la legislatura.

Hemos de recordar que la formación de Pablo Iglesias surgió del movimiento 15-M, allá por el año 2011, motivado por el descontento generalizado de una parte importante de la sociedad, con las políticas que se estaban implementando en ese momento, y que –en buena parte- fueron fruto de una crisis monumental en la que nuestro país estaba sumido.

Dejando aparte el análisis de esta crisis y las terapias que, sobre dicha situación, se han estado aplicando, lo que era innegable es que la ciudadanía, en general, estaba harta de ver la inacción manifestada por la clase política ante el clamor y la desafección manifestada por el resto de la sociedad. Una sociedad que demandaba una regeneración total de las formas y procedimientos utilizados por la “casta”, como así se pasó a denominar a una buena parte de nuestros políticos, y que, en aquél entonces, estaba sustentada en los principales partidos que sostenían la mayoría del arco parlamentario en España.

Esta situación propició el nacimiento y el impulso de Podemos como formación política. Un partido que surgió gracias al respaldo de millones de españoles que decidieron dar su voto para acabar con el bipartidismo y que, en ese momento, ostentaban fundamentalmente PP y PSOE.

Hasta hace cuatro días las dos formaciones en cuestión se estaban dando hasta en el carnet de identidad por arañarse votos entre ellos, dado que tienen una parte del electorado en común y tienden a disputarse su hegemonía. En su enfrentamiento no han eludido ningún tipo de ocasiones en las que manifestar sus divergencias y, sobre todo, para sacar los trapos sucios, si es que la ocasión lo propiciara.

Hoy, por el contrario, los vemos durmiendo en la misma cama, aunque de vez en cuando se den algún culazo que otro para ganar más espacio en el catre.

Esta nueva e inédita situación nos ha llevado a descubrir que algunas de las exigencias y de los postulados que Podemos había hecho suyos, que formaban parte de su ideario, y que eran innegociables, se han vuelto meras declaraciones de intenciones, y aunque algún miembro del ala más ortodoxa los siga reivindicando, ahora lo hacen con la boca pequeña y con sordina para no molestar al cónyuge, en esta idílica luna de miel en la que están sumidos.

Pablo Iglesias, de hecho, se ha convertido en una especie de portavoz oficioso del gobierno de Sánchez, que hasta le permiten negociar la formación de un nuevo tripartito en Cataluña. Una propuesta que, recientemente, ha planteado a Junqueras, en la cárcel de Lledoners, y en la que le ha propuesto a ERC formar una coalición, junto a Podemos y al PSOE, para gobernar en el Ayuntamiento de Barcelona e, inclusive, en la Generalitat catalana, si se convocaran elecciones.

Mientras tanto, muchos socialistas están desconcertados viendo como la formación de Iglesias se está “comiendo” parte de su electorado con este tipo de actuaciones estratégicas que a nadie esconden su verdadero sentido, más inclinado a conseguir un verdadero sorpasso en las próximas elecciones.
Se han acabado las referencias a la “casta” política y a todo aquello que suponía las esencias del bipartidismo. Ahora que ya somos “casta” (diría Iglesias), vamos a defenderla y a decir que hemos venido aquí para “modernizarla”, pero, eso sí, para quedarse, que aquí se está muy cómodo y no como en la calle, que hace mucho frío.

Parece increíble ver el cambio tan brusco (cual metamorfosis kafkiana) que ha afectado a Pablo Iglesias y los suyos. Da gusto verle actuar pidiendo moderación e insuflando grandes dosis de mesura y sensatez, y afeando la crispación cuando algunos de sus oponentes políticos analizan o critican alguna de las cuestiones que afectan al normal desenvolvimiento de las acciones del gobierno de Sánchez.

Su nueva, e inédita imagen, defendiendo los presupuestos generales del Estado “por el bien de España”, me dejan descolocado. Claro que ahora, como él está enrolado en el Gobierno, se siente solidario y tiene que decir digo donde dije Diego, por más que muchos de sus correligionarios tengan que hacer de tripas corazón. Bienvenidos a la realidad, aunque esa realidad sea más bien un espejismo pasajero.

Si me permiten la licencia, les voy a dar mi opinión, por más que no deja de ser un ejercicio de futurología política. La formación de Pablo Iglesias, una vez engullida IU, se ha convertido en la izquierda del PSOE, el partido que fundara el otro Pablo Iglesias. Pero, como Podemos no quiere seguir siendo una fuerza residual, forjará un paco con Sánchez, aunque esta estrategia le pudiera hacer perder credibilidad por su izquierda, dejando huérfanos a miles de votantes que no han hecho este recorrido para insertarse en la nueva “casta”. En este caso, aparecerá un partido o corriente antisistema, tipo CUP o similar, que aglutinará esta facción, y ya tenemos el espectro político de la izquierda (con su correspondiente extremo izquierda) debidamente configurados.

Por lo que respecta a la derecha, pasará igual. El PP, muy desgastado por los casos de corrupción, precisa de Ciudadanos para gobernar (y viceversa), lo que hará un tándem más que seguro en próximos acontecimientos electorales. Pero no nos olvidemos que existe un electorado, más a la derecha, que aprecia una cierta “flojera” en las políticas de Pablo Casado (¡válgame Dios!). Y aquí tenemos a VOX, que ha venido como agua de mayo para contentar a estos insatisfechos.

Al final, un nuevo bipartidismo, de más amplia base, pero bipartidismo, al fin y al cabo. Y quien sabe si algún día veremos a la extrema derecha y la extrema izquierda votando la misma cosa, por aquello de que los extremos se juntan. Pues eso, lo que yo decía al principio: extraños compañeros de cama.

Jesús Norberto Galindo // Jesusn.galindo@hotmail.com

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