La justicia en el punto de mira
El
poder judicial, en España, no está pasando por sus mejores momentos. En poco
tiempo se han producido una serie de situaciones que han dejado algo más que
tocado a uno de los tres poderes fundamentales del Estado.
El
episodio más mediático. El que ha calado más en la opinión pública, no cabe
duda, ha sido el denominado “de las
hipotecas”. La gestión, por parte de las autoridades judiciales, de algo
tan sensible para el ciudadano, ha venido a echar más agua en un terreno que ya
estaba encharcado por otra serie de incidentes en los que, últimamente, se había
visto involucrado nuestro alto Tribunal.
Sin
embargo, las circunstancias que han rodeado el “caso hipotecas”, me han animado a escribir, en este caso, a contracorriente
de lo que, hoy, es la opinión pública generalizada de la sociedad española. Y a
manifestar mi opinión sobre el papel que la judicatura está desarrollando en
nuestro país, y la fuerte incomprensión a la que está sometida esta
institución. Sobre todo, cuando se la intenta juzgar, sin los más mínimos
razonamientos y con la demagogia propia de situaciones que son más adecuadas a
otros escenarios más relacionados con la actividad política.
El Tribunal Supremo se ha encontrado con
una serie de recursos interpuestos por distintas entidades y consumidores, y ha
tratado de interpretar la Ley (que por cierto es bastante ambigua en ese
capítulo). Una Ley que data de 1993. A través de cuyo reglamento se imputaba el
impuesto a los clientes, y que hasta ahora nadie había cuestionado. Sin embargo,
una serie de recursos, interpuestos por distintas entidades y consumidores, han
propiciado que el tribunal dictara las correspondientes sentencias.
Y aquí
está el primer error del Supremo. El
Tribunal ha emitido varias sentencias sobre el mismo concepto. Unas lo han sido
en un sentido, y las otras en sentido contrario. Y lo que ha pretendido, al
convocar al pleno de la Sala, ha sido tratar de unificar criterios y de evitar
la inseguridad jurídica que ello comporta. Aunque reconozco que, con su desastrosa
gestión de los hechos, ha propiciado todo lo contrario de lo que hubiera debido
ser su verdadero interés.
A todo
esto, una perfecta campaña, orquestada desde distintos ámbitos, y que ha sido
muy fácil de fomentar, dada la sensibilidad que sobre estos temas rezuma en
nuestra sociedad, ha venido a aportar el ingrediente eficaz para que este
marrón se lo coman entre la judicatura
y la banca, a partes iguales. Maniobra
que le ha venido al pelo a los partidos antisistema (a los que se ha unido Podemos), que han puesto a la justicia
en el punto de mira, en su interés
por erosionar las instituciones como paso previo para liquidar el régimen.
“La banca ha ganado”. Es el mantra que nos han vendido.
Es un mensaje falso e interesado, dentro de una maniobra que se ha utilizado
para desprestigiar a este sector, y al mismo tiempo sacudirle un sopapo al poder judicial. Pero, es más, esa
campaña para lo que está sirviendo es para tapar las miserias de la clase
política que nos gobierna y que, una vez más, ha metido la pata, y quiere que
otros carguen con el mochuelo.
“Los
bancos son unos ladrones…. que devuelvan lo que nos han robado”. Es otro de los lemas que hemos
visto en alguna pancarta de algunas de las manifestaciones “espontáneas” que se han producido a lo largo de estos días. Cuando
todos sabemos que los bancos no han cobrado ni se han beneficiado de esta
recaudación que se ha estado produciendo a lo largo de 23 años. Y que han sido
las Comunidades Autónomas quienes han recaudado este impuesto.
Es
necesario que se conozca: quien se ha beneficiado de la sentencia del Supremo ha sido el Gobierno. Si la
sentencia hubiera sido en sentido contrario el marrón que se les venía encima
era de padre y muy señor mío. El Estado hubiera tenido que abonar el costo de
los efectos retroactivos, ya que las CCAA
no tienen capacidad para hacerlo. Lo que hubiera supuesto un descalabro
descomunal en la economía y una considerable subida del déficit, que nos
dejaría en Europa a los pies de los caballos.
Adiós a las negociaciones de los Presupuestos Generales, y todo lo
demás.
Los
bancos nunca hubieran pagado los efectos producidos por la retroactividad. Cualquiera que entienda de los procedimientos
administrativos sabe que quien ha legislado de esa manera tan ambigua, ha sido
el gobierno. Quien ha redactado el reglamento por el que se determina que el
pago le corresponde al cliente, fue el gobierno. Y ahora, este gobierno
oportunista, legisla en caliente, y –como es habitual- a golpe de Decreto, y
trata de engañarnos a todos, tomándonos por tontos, cuando nos dice que por fin
este impuesto no lo van a pagar los consumidores. Cuando todo el mundo sabe que,
aunque sea así, al final se va repercutir en los clientes, Sí o Sí.
A todo
esto, nuestra clase política, haciendo alarde de una descomunal hipocresía, ha
salido en tromba (no importa la ideología) a sacar rédito de esta causa. Y en
ese contexto vemos al Sr. Echenique
como se esfuerza en criticar a los bancos
y al TS, cuando ellos mismos, desde Podemos, han sido participes directos
de la subida de los tipos del citado impuesto (en la Comunidad de Aragón). Siendo
esta, una de las Autonomías donde más caro resulta y, además, cuando eran los consumidores
quienes lo pagaban.
Otra
cuestión será que, a partir del cambio de la Ley, la banca sea quien asuma esos
costos. Pero difícilmente ningún tribunal, ni español ni europeo, va a
consentir tamaño despropósito que signifique penalizar a unas entidades, con la
retroactividad de un impuesto que nunca le correspondió. La banca no puede
pagar los platos que otro ha roto y que nunca fueron suyos. Este es el
verdadero estado de la cuestión. Una cuestión, que el gobierno no quiere que se
sepa, y por eso está propagando cortinas de humo para tapar sus vergüenzas y
aprovecharse para intentar ganar algunos afectos de aquellos a los que todavía
pueda engañar.
Y entre
tanto, y por si alguien no lo tenía claro, nuestros políticos se dedican a
cocinar en la trastienda el nombramiento de los jueces del Consejo General del
Poder Judicial, como si de un reparto de cromos se tratara.
Pero
esto es arena de otro costal y merece un artículo aparte.
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