Un pacto por el agua
Los trasvases
El tema,
como no podía ser otro: El agua; bueno, más bien la carencia
de este elemento. Fundamental para el desarrollo del levante español, y una de
las principales causas que impiden el normal progreso de su economía. Los dos
contertulios, importantes expertos en esta materia y con muchos años de
dedicación profesional, dieron una buena lección, y sobre todo plantearon los
problemas acompañados de diversas soluciones, según sus respectivos puntos de
vista, pero con una coincidencia total en lo fundamental: la gravedad de la
situación, acrecentada por la climatología adversa que estamos padeciendo, y la
falta de consenso en la materialización de propuestas para su solución.
Apoyándome
en lo que escuché, y en el enriquecimiento que supuso para mis reducidos
conocimientos en esta materia, voy a cometer la osadía de tratar sobre este
preciado bien, que está considerado como el origen de la vida, pero que en
nuestro caso se hace más patente todavía, ya que, en el sureste español, y más
concretamente en la comarca del Campo de Cartagena, el agua forma parte de
nuestra existencia.
En primer lugar,
quiero resaltar lo que, por supuesto, es una obviedad, y es la dependencia que
la Región de Murcia, y todo el levante español, tienen del agua para regadío. Un
territorio donde una buena parte de su economía está sustentada en el sector
primario, y donde se ha demostrado –en estos pasados años de intensa crisis-
que la agricultura, junto al sector servicios han sido los que mejor han
capeado el temporal y los que nos han permitido mantenernos con la cabeza fuera
del agua.
La cuestión es que para que la agricultura se pueda desarrollar se
necesita agua, mucha agua. Recientemente se publicaba un estudio titulado “22 a 1”, en el que se manifestaba que,
en la Región de Murcia, por cada litro que se gasta en abastecimiento humano se
gastan 22 en la agricultura. Y esa agua ni la tenemos ni nos va a venir del
cielo y, por tanto, la tenemos que “importar”, y ahí es donde está el problema.
El trasvase Tajo-Segura
fue, en su momento, un importante balón de oxígeno que hasta ahora había
cubierto muchas necesidades y nos ha dotado de una cierta tranquilidad, no
exenta de algún que otro sobresalto por los continuos rifirrafes que mantenemos
con nuestros vecinos castellano manchegos. No obstante, en estos momentos,
somos conscientes que la pertinaz sequía, que también afecta a la cuenca del
Tajo desde ya hace bastantes meses, nos ha dejado sin ese caudal, tan necesario
como -en ocasiones- insignificante, pero que era el último hálito al que los
agricultores se podían aferrar para tratar de evitar la desastrosa situación en
la que se han visto sumidos. La desalación, cuyo proyecto impulsó el Gobierno
de Zapatero, es otra de las posibilidades con las que contamos, pero sus
elevados costos y otros factores medioambientales hacen que se considere como
una contingencia pensada para situaciones de emergencia. Y aunque sea un buen
instrumento no es la solución al problema. Y nos quedan lo pozos y extracciones
de agua del subsuelo, muy condicionados estos por el nivel de sus reservas, y una
aportación que está directamente ligada a la situación climatológica.
Ante este
escenario, la sedentaria cuenca del Segura se ve en la obligación de
diversificar las fuentes de suministro de este preciado recurso e intentar
planificar sus necesidades de acuerdo con los mismos, para lo que cuenta con la
mejor y última tecnología y la profesionalización de nuestros agricultores,
cultivados en la mejor escuela del conocimiento. Las transferencias de agua
entre cuencas, que podría ser la solución definitiva, nos lleva directamente al
planteamiento de los trasvases, que en realidad es el principal nudo gordiano
al que hay que dar respuesta y sobre el que voy a tratar a continuación.
La
interconexión entre cuencas es un proyecto que, estando contemplado en el Plan Hidrológico Nacional que presentó
el ministro Josep Borrell en 1994, sin embargo, nadie ha querido llevarlo a
la práctica, y cada vez que se plantea aparecen los nacionalismos regionalistas
con el mantra ya consabido de “el agua es mía”. Y es que el tan
ansiado líquido elemento siempre ha sido un factor de confrontación que han
utilizado los distintos sectores más radicales para conseguir otra serie de
favores, esgrimiéndolo como arma arrojadiza entre distintas formaciones
políticas, mediante su asimilación a determinado tipo de ideología. Cuando este
tipo de proyectos no son de derechas ni de izquierdas ni están monopolizados
por nadie.
El Trasvase Tajo-Segura, aunque se construyó en la época de Franco y se
inauguró en 1979, realmente se planeó en 1933, en la etapa del ministro Indalecio
Prieto (PSOE). Y fue, posteriormente en 1937, cuando el Gobierno
republicano se planteó por primera vez la construcción de un trasvase del Ebro
para abastecer a Valencia y Murcia, según consta en un memorando titulado ‘Aprovechamiento de parte de las aguas
sobrantes del Ebro en ampliar y mejorar los riegos de Levante’
elaborado por el entonces director general de Obras Hidráulicas, el
aragonés Félix de los Ríos.
No en vano la tradición de los trasvases en España se remonta hasta hace
casi 2.000 años, cuando se construyó el acueducto de Segovia. Esta obra se podría afirmar que es la primera
transferencia que lleva agua de una zona excedentaria a otra deficitaria; todo
un proyecto de ingeniería civil que recorría casi 15 kilómetros y tenía la
capacidad para abastecer una población de 35.000 habitantes.
Por eso hay
veces que no se entienden bien determinadas posturas de algunos políticos, asidos
a consignas dogmáticas, quienes –en el sagrado nombre de la defensa de la
naturaleza- tratan de imponer sus criterios localistas a toda una nación, sin
percatarse que el agua es un bien general que afecta a todos los españoles y no
solo a una Comunidad. Si utilizáramos esa misma argumentación, la energía
eléctrica que se consume en Alicante, se produce en la central térmica de
Escombreras, en Cartagena, y por esa misma regla la Región de Murcia podría
monopolizarla seleccionando su distribución y aplicando –incluso- aranceles por
haberse producido en el ámbito de nuestra Comunidad. Los intereses políticos derivados
del régimen estatutario que tenemos en España donde, en ocasiones, las
Autonomías se comportan como reinos de taifas, nos genera estas situaciones a
las que hay que dar una respuesta política dentro de una política de Estado.
Es un
verdadero disparate que el Rio Ebro
vierta al mar en 16 horas tanta agua como consume en un año la ciudad de
Valencia. Y que haya cuencas excedentarias, como así se reconoce en los
diversos estudios que se han publicado, mientras que en otras, que son
deficitarias, se está comprometiendo seriamente la viabilidad de subsistencia
de millones de ciudadanos, obligados a cambiar sus hábitos de vida y
profesionales ante la pasividad de nuestros gobernantes que están más dedicados
a defender sus intereses partidistas.
Es hora ya
de plantear un verdadero pacto por el
agua. Un pacto que –al menos- cuente con el apoyo de los dos partidos
mayoritarios que ostentan una mayoría cualificada y que les posibilite sacar
adelante cualquier proyecto que admita una solución definitiva a este endémico
problema. Ya está bien de practicar la inacción por atender a intereses
electorales derivados de aquellas Autonomías con más peso político que la
nuestra. El verdadero sentido de Estado se tiene que imponer y, al igual que se
han tenido que poner de acuerdo en otros temas importantes, en este les
exigimos que lo hagan también.
Valgan como
epílogo estos versos que corresponden a la obra ‘El
Pastor de la Muerte‘, cuyo autor es Miguel
Hernández, y donde se demuestra cómo en el sentir habitual de los
españoles la idea de los trasvases siempre se contempló como una solución natural
a los problemas hídricos.
“Ay,
qué temprano nací, / ay, que cegué y qué temprano! / ¡Nunca seré el hortelano /
del huerto que apetecí! / Donde no haya río, habrá / canales de agua y
granito, / que están pidiendo en un grito / el Tajo y el Ebro ya“.
(…).
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